Opinión

¿Estaremos tocando fondo?

Andrés Cañizalez ve cómo lo que ocurre en Venezuela parece un plan de destrucción nacional, pues la devastación que genera el chavismo, una destrucción endógena, se ha cruzado ahora con una pandemia global

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tocando fondo cocinando con leña
Daniel Hernández

¿Estaremos tocando fondo? por Andrés Cañizalez

La vida cotidiana en Venezuela cada día parece bajar un peldaño en su progresivo deterioro. La llamada burbuja que vivimos en diciembre parece un recuerdo de años atrás y en realidad ni siquiera ha transcurrido un semestre.

La paralización total que vive Venezuela, fundamentalmente por la ausencia de gasolina, va teniendo impactos de diversos tipos. Los más visibles tienen que ver con los problemas para transportar alimentos, movilizar a trabajadores de las áreas de producción y servicios, y otros problemas son menos notables, pero igualmente preocupantes, tal como el traslado de difuntos por causas diferentes al coronavirus o el repunte de otras enfermedades endémicas como la malaria (paludismo).

En cualquier hogar venezolano, salvo tal vez en las casas de los altos jerarcas del chavismo, es imposible planificar nada, y no solo por la incertidumbre que envuelve a la humanidad por COVID-19, sino porque en cualquier momento se va luz y no hay ninguna certeza de por cuánto tiempo se prologará el corte eléctrico.

Muchísimas familias tienen varios meses sin gas doméstico, con lo cual cocinar es un calvario. Se apela a cocinas eléctricas y estas pueden ser una solución, obviamente si hay luz. Los más pobres regresaron como sus antepasados al uso de la leña. Y podríamos encadenar esto último con el repunte de enfermedades respiratorias, lo cual es otro dolor de cabeza en un país en el cual el sistema de salud está enfermo, en realidad se encuentra en terapia intensiva.

Y esto ya ocurría antes de la llegada al país de los casos de coronavirus.

En la escalera de descenso está el servicio de internet. A veces se tiene la sensación de que estar conectados con los nuestros, con nuestro trabajo o con el mundo, pende de un hilo. Pero es un hilo que parece irse deshilvanando poco a poco, y no es exagerado el temor que percibo en muchos de que en cualquier momento el país quede sencillamente desconectado.

El servicio de agua potable colapsó por completo, como una suerte de correlato trágico de la crisis eléctrica cuyo epítome fue el apagón nacional de marzo de 2019. Nada volvió a ser igual desde entonces, a decir verdad.

Parece estar en marcha un plan de destrucción nacional, y no es exagerado hablar de plan, ya que todo apunta a que este descenso generalizado es resultado de decisiones políticas. La devastación que va generando el chavismo, una destrucción endógena, se ha cruzado ahora con una pandemia global que está haciendo trastabillar incluso a economías muy sólidas y prosperas.

No hay que ser un pesimista informado para pronosticar que vendrán tiempos aún más duros. De que seguiremos, como decía aquella canción, cuesta abajo en la rodada. No se ven señales de que algo en Venezuela, en cualquier ámbito, vaya a mejorar en el corto o en el mediano plazo.

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Llegados a este punto, me ha vuelto una pregunta que durante varios años le formulé de forma insistente a Mercedes Pulido de Briceño. Ella fue directora de la revista SIC, del Centro Gumilla, durante varios años, y en aquella época yo fui parte del Consejo de Redacción de esta publicación de la Compañía de Jesús.

Mercedes, entonces, ya estaba de regreso. Había ejercido altos cargos dentro y fuera del país, y estaba abierta a conversar con los integrantes de aquel consejo, una vez que concluían las discusiones editoriales y periodísticas de la revista.

Hablamos de 2001, 2002 y, particularmente, de 2003. Ante cada capítulo álgido que vivíamos le solía preguntar a Mercedes: ¿Ya estaremos tocando fondo? La respuesta invariable de aquella veterana de la vida pública venezolana, quien falleció en 2016, era la siguiente: «Un país en crisis puede seguir cayendo y cayendo, los países que viven crisis generalizadas pueden no tener fondo».

Tomo aquellas reflexiones y las traslado al aquí y al ahora de Venezuela. No, no estamos tocando fondo. En realidad, la experiencia de vida que tenemos los venezolanos en los últimos años nos indica que todo, en verdad, puede estar peor.

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