Semblanza
Visionario como pocos, le imprimió a Caracas la identidad urbana de todo un siglo, el XX que le tocó vivir y formatear. Sus trazos, ideas y construcciones definieron la estética urbana de la capital, que aún se erige con sus monumentos de concretos siempre completados por los elementos naturales, las luces, los vientos y las gentes. Renegado al caer la dictadura, Carlos Raúl Villanueva, nacido el 30 de mayo de 1900 y fallecido el 16 de agosto de 1975, alcanzó el olimpo de la arquitectura A los médicos y a los arquitectos se les compara con Dios. Unos salvan humanos, ojalá, los otros, lo urbano, si construyen como dios manda: organizando la vida y la felicidad del individuo y la sociedad; visualizando su obra como parte del contexto al que pertenecerán y en el que influirán; mejor si es a favor. Dios, que es el arquitecto del universo, seguro sintió complacencia cuando con el barro divino modeló a imagen y semejanza, una de sus creaturas, ese genio venezolano de buen ver llamado Carlos Raúl Villanueva, perfeccionista y hombre de vuelo, considerado el dios de la arquitectura moderna –colega suyo, pues- y quien por cierto, amén de trabajar durante y entre gobiernos de aquel par de diablos, léase Gómez y Pérez Jiménez, fue bautizado por el artista Alexander Calder así, Diablo. “Quien se atreva a hacer este proyecto que te estás planteando, eso de colgar las nubes como imaginas en el techo del Aula Magna, o tiene un pacto con el diablo o ¡es el diablo!”, le dijo, y Villanueva lo logró. Colgadas con su peso específico están esas piezas de madera y metal no solo haciendo ornato sino produciendo el milagro acústico que tiene lugar allí. Hombre de conquistas infinitas gracias a su irreductible alma libre y, como dice el arquitecto Luis Polito, “a su coraje”, Carlitos -como también le decía Calder- no vivió tiempos fáciles, pero supo torcer las circunstancias. Dueño de las formas fue.
31 may 2019
09:00 AM