Cultura

Eugenio Montejo: el naufragio de Caracas al ritmo de un poeta

En sus estrofas el tiempo es un sentimiento que muta con la edad y con los años, un invento indescifrable cuya muerte nunca llega del todo.

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Eugenio Montejo
Texto: Romhy Cubas (@RomhyAlex) / Foto: Extraída de Taringa.net

Caracas fue para Montejo ese olvido de patios y montañas transformados en calles de concreto. Utilizó las palabras para sumirse en el destiempo de una ciudad con la única constante del Ávila como brújula. Decía estar cansado de las palabras, Alguna vez escribiré con piedras, midiendo cada una de mis frases por su peso, volumen, movimiento. Estoy cansado de las palabras”, apuntó en su poema Escritura; pero fueron precisamente sus versos, escritos o no en piedra, los que lo acreditaron como uno de los autores latinoamericanos más influyentes del siglo XX.  Un día como hoy estaría cumpliendo 78 primaveras.

El ritmo de sus inquietudes plasmadas en papel le merecieron el Premio Nacional de Literatura en el año 1998 y el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el año 2005, entre sus facetas como profesional ejerció de profesor universitario de la Universidad de Carabobo, fue Consejero Cultural de Venezuela en Portugal, fungió como investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) , y fue gerente literario de la mítica Editorial Monte Ávila cuando el consumo de libros no estaba subordinado a la epidemia del hambre.

En sus estrofas el tiempo es un sentimiento que muta con la edad y con los años, un invento indescifrable cuya muerte nunca llega del todo.  “No quedará nada de nadie ni de nada / sino el tiempo tras sí mismo dando vueltas; / el tiempo solo, invento de un invento, que fue inventado también por otro invento”…

Eugenio Montejo

El año que da nombre a una generación

Nació en Caracas en 1938, el año de la muerte del poeta César Vallejo y del tránsito de Eleazar Contreras por la “gerencia” del país; perteneció a la generación que vio caer a Marcos Pérez Jiménez e integró ese círculo de literatos de oro formado por Rafael Cadenas, Juan Calzadilla, Ramón Palomares, Guillermo Sucre, Ludovico Silva, Miyó Vestrini y Francisco Pérez Perdomo.

“Debo considerarme así, como un integrante, un poco a la zaga, de la llamada generación de 1958, el año que da nombre a  esta  generación,  por ser el año de la recuperación democrática, cualquiera sea nuestra apreciación sobre ese período. Luego de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez  se vive un tiempo de exaltación, de fe en la recomposición de  muchos  valores, como no se ha conocido otro después. Todos los integrantes de esa generación son  o fueron mis amigos”, le confesó a la periodista Carmen Virginia Carrillo en una entrevista para la revista Conciencia Activa 21. Ética y Valores en un mundo globalizado en el 2007.

No fue político, pero si crítico, en el marco de la nombrada “Revolución Bolivariana” su preocupación por la literatura criolla brotó con los “incidentes diplomáticos” de la época. A pocos días de que en noviembre del 2007, un año antes de su muerte, el Rey Juan Carlos I de España y el  presidente Hugo Chávez tuvieran un encuentro en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado que concluyó con el primero mandando a callar al segundo, el escritor rechazó la “censura velada” a los medios de comunicación en Venezuela y denunció una “literatura propagandística” impulsada por Chávez.

El ensayista caraqueño, que Cursó estudios de Derecho en la Universidad de Carabobo y de Sociología del Arte en La Sorbona de Francia, tradujo a poetas portugueses como Antonio Ramos Rosa y José Bento, y su obra fue publicada no sólo en Venezuela sino en Brasil, España, México, Colombia e Inglaterra.

Entre sus libros más conocidos se encuentran: Elegos (1967). Muerte y memoria (1972), Algunas palabras (1977), Terredad (1978), Trópico absoluto (1982) y Alfabeto del mundo (1986), los ensayos  La ventana oblicua (1974) y El taller blanco (1983), así como un volumen de escritura heteronímica, El cuaderno de Blas Coll (1981). También publicó poesía infantil con el seudónimo de Eduardo Polo y su último libro de poemas fue Fábula del Escriba (2006), editado por la Editorial española Pre-Textos. Pero fue en 2003 cuando su nombre resonó en todo el mundo gracias a la película 21 gramos dirigida por los mexicanos Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga. En una escena del film el personaje de Sean Penn recita a Naomi Watts los versos de Montejo: «La tierra giró para acercarnos, / giró sobre sí misma y en nosotros, / hasta juntarnos por fin en este sueño».   

La constante de la muerte

La muerte es una constante que habla por sí misma en sus líneas, aunque reconoce que “el tiempo no me habla de la muerte”, el homenaje a quienes permanecen sin estar y a quienes se marchan sin morir del todo fue su epitafio personal.  

“El tiempo ahora no me habla de la muerte,
en esa ciudad ya no vivimos. Y no es que me olvide de morir cada instante
junto a las hojas, los árboles, el viento. Muero lo que puedo, pero no me adelanto”, escribió en su poema El tiempo ahora

Su poesía es un llamado al pasado que se transforma sin epígrafes ni advertencias.  A Caracas la construyó al ritmo del recuerdo y los parques de su infancia, la desarmó con el bullicio de la industrialización, y la levantó con una fidelidad poética que habla de la muerte y del tiempo, de los viajes y la soledad, de la “terredad” como constante natural para asimilar la incógnita de la existencia. El tejido de sus textos está íntimamente relacionado con la historia universal y cultural: Hamlet y Rembrandt, París y la posguerra, lo urbano como pérdida de espacios y las ciudades destruidas con el cúmulo de las horas. Su obra convivió con la ambivalencia de una identidad temporal y no geográfica, las formas verbales de sus poemas quisieron anticipar el presagio de un tiempo extraviado.

Falleció un 5 de junio a los 69 años de edad en la ciudad de Valencia (Venezuela), un cáncer de estómago culminó con su vida luego de varios días hospitalizado en el Centro Policlínico Valencia en el estado de Carabobo.

“Creo que la edad nos enseña a ser un tanto más cordiales con nosotros mismos y a mirar el presente con mayor atención, a detenernos en el hoy de nuestra cotidiana posibilidad. Creo que la memoria se encuentra ligada a la materia, Diría que la acompaña como otra sombra, tan inseparable como definitiva. Ahora bien, el poema trata de recuperar quizá no todo el cúmulo de lo perdido, sino algo concreto, algo que nos define una necesidad afectiva tan determinante como para no consolarnos con su ausencia. No digo que puede conseguirlo a todo trance, sino solamente que trata de recuperarlo, porque no siempre resulta fácil. Los años se nos van en aprender a pasar de la orilla de la palabra a la orilla de la memoria” Eugenio Montejo en una entrevista realizada por Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio para la revista Común Presencia de Colombia.

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