Economía

Se muere el año y el gobierno ignora acciones para levantar la Economía

"La flor del trabajo"  era en una época una famosa guaracha de Billo’s Caracas Boys. Narraba las peripecias de un tipo que se las arreglaba para pasarse todo el año en la vagancia y el disfrute, sin tomar decisiones laborales, apoyado en cualquier excusa del calendario.

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“Llegando a su fin diciembre
tome una resolución
lo que es el año que viene
sí le pondré corazón”

José «Cheo¨García

“Se le fue todo el año, y no hizo nada”, cantaba Cheo al final de la canción tan bailada por generaciones de fiesteros venezolanos de aquí y de afuera.

Con el perdón del maestro Billo, algo así está pasando con la gente encargada de tomar las decisiones y trabajar para atacar los trastornos y enormes desequilibrios de la economía venezolana.

Es verdad que a 2015 todavía le quedan casi cinco meses y alguna cosa debería pasar desde el gobierno y su jefe más visible, el presidente Nicolás Maduro. Pero, cuando uno pasa ese escenario por el tamiz de la política dura, se da cuenta de que desde el punto de vista de los intereses del chavismo, quedan ya muy pocas posibilidades para que alguien alga algo de verdad trascendente, en lo que se conoce como política económica, o Economía Política.

Y de estas decisiones, del poder político pues, depende lo que pase y como se lidia con algunos de los problemas mayores de la economía venezolana, esos que golpean con furia el bolsillo de todos los venezolanos de trabajo honesto:

La inflación galopante; la dura recesión económica; la escasez crónica y la aguda por venir; la obscena pérdida del poder adquisitivo de los salarios; el desempleo encubierto; la falta de divisas para financiar importaciones esenciales(estas compras han caído a casi la mitad respecto al año pasado); la parálisis industrial; el enorme agujero fiscal que mal maneja el gobierno; los ridículos precios de la gasolina; la atroz existencia de cuatro tipos de cambio, y uno de ellos, el más alto y absurdo, marcando todos los precios; la enorme dependencia al petróleo mientras los precios del oro negro y con ellos nuestras exportaciones se han desplomado a casi la mitad.

Este 2015 parece haber terminado esta primera semana de agosto y sin aquello de “año nuevo vida nueva” que tanto nos canta Billo`s. Ni siquiera sonó el “Faltan cinco para las doce” de los abrazos en familia.

Es que con la inscripción formal de los candidatos a diputados de la nueva Asamblea Nacional –que vistas las cosas, potencialmente serán más decisivas que unas presidenciales- parece terminado el cuarto de hora que desde 2014 (que fue casi un año bisiesto en eso de elecciones) se había auto acordado el irresoluto gobierno nacional para agarrar la economía por los cuernos.

Con más pena que gloria

Todas las grandes decisiones que hay que poner en marcha en Venezuela para manejar y enderezar la economía son impopulares en el corto plazo.

Muchas de ellas equivaldrían a lanzar una luz de bengala en un pajonal seco, a nombrar la soga en la casa del ahorcado, a salir del armario de la ortodoxia y reconocer que las cosas empeoraron hasta este extremo porque en su momento no se hizo lo que se tenía que hacer, y ahora a esta economía postrada y tullida, le costará mucho más volver a andar.

Como diría un curandero: “ya el mal está pasado”.

Por el lado político, resulta que el proyecto político y económico también llamado “la revolución bolivariana” -no sabemos si ahora es la “revolución chavista” o madurista- parece marchitarse por la falta de resultados sostenibles. Ahora el chavismo está atormentado por los rigores de la realidad, en un ambiente caldeado por el petróleo barato, el descontento de la gente común y la falta de alternativas financieras más allá de la fabricación en serie de dinero sin respaldo.

Si esto fuera un partido de fútbol de semifinal, empatado a dos goles, el equipo del gobierno ya estaría congelando el balón, no sea que se lo arrebaten y le anoten en los minutos del descuento.

Encuestas serias y estudios de opinión más o menos creíbles en este ambiente polarizado, afirman que por primera vez desde que “el proceso” comenzó, el chavismo es minoría entre las preferencias de los venezolanos.

Si ese escenario de encuestas se ratificara en las urnas el 6 de diciembre se abrirían las puertas a otros cambios políticos más allá de la Asamblea Nacional. Entonces habría un riesgo muy alto de que se derrumbe bajo su propio peso un modelo basado más en palabras y promesas que en hechos concretos. Por eso se entiende la resistencia del gobierno a darle más mandarriazos a la casa, tomando medidas “impopulares”.

Con el factor tiempo jugando en contra, no hay como diluir el efecto electoral de esas acciones, ni como culpar a los sospechosos habituales, o convencer a la gente de que “te pego porque te quiero”.

Lo que sí puede hacer el gobierno es seguir corriendo la arruga, para crear una nueva ilusión monetaria. Meterle más velocidad a la fotocopiadora de dinero en la que se ha convertido la Casa de la Moneda de Maracay, endeudarse aún más con la banca pública y privada y con el Banco Central, para conseguir más plata sin respaldo, y gastar a manos llenas en ese montón de campañas electorales dispersas por todo el país.

También moverá con mayor velocidad los barcos que están navegando rumbo a Puerto Cabello y La Guaira cargados de alimentos básicos, para emprender enormes operativos a cielo abierto en pueblos y ciudades y tratar de aliviar y un poco el calvario de las colas. Importarán más vehículos chinos, anunciarán más planes para crear más empresas de papel, pondrán más nombres rimbombantes a estos planes.

A través de sus medios oficiales -que muy poca gente ve- también arreciará sus ataques frontales contra enemigos reales o inventados; proliferarán las cadena e inauguraciones de paradas de autobuses y edificios residenciales; confiscarán o expropiarán más empresas de “enemigos del pueblo” ; apelarán al nacionalismo en torno a una silueta rayada que algunas generaciones nos acostumbramos a ver en los viejos mapas de Venezuela; anunciarán más alianzas internacionales, le pedirán más plata a los chinos, impulsarán obras viales financiadas con la promesa de pagar más adelante.

Pero difícilmente emprenderán acciones de política económica que son la única formula probada para por ejemplo comenzar a abatir la inflación más alta del mundo. Tampoco harán mucho para reactivar una economía que produce cada vez menos riqueza mientras se multiplican las bocas que alimentar, de modo que hoy estamos en la lista muy corta de países con PIB estancado.

La del ratón

Los días 1 de enero, hay unas horas matutinas en las que el tiempo es como más pastoso, y se arrastra indeciso, entre la resaca y el trasnocho de año nuevo. Pero en algún momento alguien se levanta a dar las órdenes de la cocina, a pelar las verduras del milagroso sancocho, a enfriar las cervezas para matar el ratón y crear nuevos ratones, a hacer un inventario de las sobras de la noche anterior, a recomenzar la fiesta o el relajo con la excusa de las visitas de parientes y amigos que vienen a dar el feliz año.

Es un mediodía en el que en circunstancias normales no pasa mayor cosa fuera de la rutina anual y casi nadie trabaja en serio – a menos que lo haga en la emergencia de un hospital-. Poca gente se anima a viajar lejos o a reemprender las tareas pendientes.

En nuestra Economía, ese Primero de Enero parece que va a durar al menos hasta el 6 de diciembre. Y mientras tanto los que deberían asumir las decisiones y sus consecuencias, se limitarán a meterle más hielo a la cava de las cervezas, a recalentar hallacas, a raspar el hueso del pernil, a poner a sonar las gaitas y las viejas canciones de Billo`s de de la noche de año nuevo. Total, ya habrá tiempo para comenzar a trabajar, ya comenzará otro año en este interminable calendario de la política, donde lo urgente y lo importante son pospuestos, subordinados a la conveniencia del poder absoluto.

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