Venezuela

FOTOS | Así se vivió el 18 y 21 de octubre en la Penitenciaría General de Venezuela

La Penitenciaría General de Venezuela (PGV), considerada una de las cárceles más grandes de todo el país, ha estado en el ojo del huracán en los últimos días, por los diversos acontecimientos que ahí se han generado, que este viernes terminó con el desalojo del penal.

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Fotos: Carlos Hernández

El pasado 19 de octubre, un nuevo capítulo se abrió en la oscura historia de este recinto carcelario, cuando se evidenció la presencia de fosas comunes dentro de la PGV, hecho que había sido denunciado en reiteradas ocasiones por el Observatorio Venezolano de Prisiones.

Aunque el hecho es conocido, quizás el drama de ese día (y de otros más) es una parte de la historia que aún no se ha contado. En la víspera, las unidades de la Guardia Nacional cerraban las calles aledañas. Ya se había registrado otro incidente en septiembre, durante una fiesta dentro de la PGV, donde al menos 11 personas resultaron heridas por el estallido de una granada.

La tensión rodeaba las paredes externas de la cárcel. Efectivos militares, bien armados y a la espera, redoblaban sus esfuerzos para resguardar el recinto penitenciario y tratar de evitar que se generara un nuevo incidente. ¿La razón? Día de visita. Los familiares de los privados de libertad aguardan, como siempre, la oportunidad de ver a sus seres queridos que se encuentran dentro. El dolor, rabia y cansancio se refleja en sus rostros. Quizás han rodado mucho para llegar allí y cumplir su meta.

El inicio del fin de ese capítulo: 19 de octubre

Un clima parcialmente nublado y el calor de los llanos guariqueños se hace presente y de alguna forma, presagia lo que ocurrirá. La influencia de «Viru-Viru», uno de los líderes de la cárcel, es el azote mayor que hostiga a los demás reclusos.

Las horas pasan y continúa la angustia para los que esperan. Tal vez es una espera «acostumbrada», pero se hace larga. Eso lo saben las madres de aquellos que dieron malos pasos e intentan «purgar» sus pecados.

Todo quedó ahí. Pasa el 20 en la misma situación y el 21 de octubre hay algo inesperado. Inicia un enfrentamiento entre bandas de internos para tratar de hacerse con el control de la PGV. En el campanario de la iglesia del penal se acomodan soldados para tener una mejor visión y custodiar el lugar, al tiempo que los familiares de los presos hacen largas colas para poder entrar. La incertidumbre reina en sus rostros y corazones y al escuchar los disparos, el terror se dibuja en sus rostros. Ya no hay marcha atrás.

Refriega, armas modernas y fabricadas «en casa». Tal vez hasta piedras y quien sabe qué más hay es lo que suena en ese lugar en el que muchos no quieren estar (ni en ese momento, ni nunca). Dicen que si existe el infierno, sería ese el lugar. Los primeros heridos. Los mismos presos auxilian a sus compañeros de penurias.

Es tan solo un día normal en la PGV, podríamos decir, pero la agonía se extendió por varios días. Y el cuento no termina allí: hoy fue un déjà vu de lo que se vivió allí la semana pasada.

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