Venezuela

FOTOS | En Venezuela, que la gente coma de la basura ya no es una novedad

Sorangel Chaparro tiene 60 años de edad y vive en una parcela rural en la zona de Ocumare del Tuy, en el estado Miranda. Comparte su humilde vivienda con su esposo de 67 años de edad, que presenta discapacidad motora y se encuentra en silla de ruedas. Allí también la acompañan cuatro nietos de 2, 4,6 y 10 años de edad, hijos de una de sus hijas que se marchó del país en busca de mejores condiciones de vida, pero a un año de su partida ya no sabe nada de ella.

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Fotografías: Cortesía

Cuatro veces a la semana, Sorangel viaja a Caracas en busca de comida para su familia. Dice que visita los mercados y ventas de comida en las calles y va pidiendo verduras, frutas, hortalizas y cualquier otra cosa que sirva para alimentar especialmente a los niños que, según dice, no tienen la culpa de vivir la tragedia del país.

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“No siempre consigo qué llevar para la casa. Hoy, por ejemplo, lo que logré conseguir fueron unos mangos, pero esperaba la donación de caraotas, lentejas, pasta y arroz; pero la gente ya no regala nada, todo lo vende y yo no tengo dinero. Yo salí de la casa esta mañana y ya son las cinco de la tarde y yo no sé si esos niños han probado bocado el día de hoy, igual que mi esposo. Espero que algún vecino se haya condolido de ellos y les haya ofrecido algo”, dice Sorangel muy afligida.

Dice que en varias oportunidades, ante el temor de llegar con las manos vacías a su casa, busca comida en la basura, en las bolsas que sacan de los restaurantes y panaderías, en los conjuntos residenciales y entre las cestas de frutas podridas que tienen los vendedores ambulantes.

“No le digo a mi familia de dónde saco esa comida, me moriría de la vergüenza si lo supieran. Llego a casa, se la caliento, se la sirvo y ruego a Dios que ninguno se enferme, pues imagina, si no hay dinero para comprar alimentos, menos para medicinas. Algunas veces me regalan bolsas con pellejos de pollo, se los cocino como sopa, o se los frío como chicharrón y eso es lo que comen. El niño pequeño me pide tetero, no tengo cómo comprar leche y tampoco cereal, en donde vivo no llega la caja de alimentos y como viven mis nietos con hambre, así viven la mayoría de los niños de mi comunidad en donde hay pobreza extrema”, cuenta Sorangel, ya soltando las primeras lágrimas.

A Sorangel la encontramos durante una jornada de acción social que desde hace 10 años, cada lunes en horas de la tarde, realiza un grupo religioso denominado “Pastores de la Calle”, en las inmediaciones del Mercado Municipal de Quinta Crespo, en Caracas, en donde preparan el llamado «sancocho solidario» para su distribución entre las personas que viven en situación de calle y en pobreza extrema. El pastor Héctor Méndez es el encargado de realizar la comida y la reparte después de ofrecer un sermón religioso a las más de 200 personas que acuden allí a tratar de salvar su alma y calmar el hambre.

“Las cosas han cambiado en los últimos años. Antes la gente me donaba bolsas de pollo, carne, verduras y pescado para hacer un buen sancocho; actualmente es poco lo que me dan, la sopa la hacemos con tres kilos de huesos, dos kilos de lentejas, uno de arroz y las verduras que me donan los buhoneros que venden en las calles. Cada lunes vemos como aumenta la cola de personas que vienen a comer, entre ellos muchas personas de la tercera edad, con discapacidad y familias completas, con niños de muy corta edad”, dijo Méndez.

Javier Méndez, es un venezolano de 32 años de edad, es casado y tiene una niña de 10 años. Vive en la calle junto a su familia desde hace dos años. Cada mañana, al levantarse, Javier solo tiene una meta: reunir 8 mil bolívares en efectivo para poder pagar una habitación en un hotel de mala muerte ubicado en la parroquia San Juan de Caracas, para que su esposa e hija no duerman a la intemperie.

“Además de los 8 mil bolívares en efectivo, tengo que hacer dinero para comer. Si la situación se pone muy dura, damos prioridad a mi hija para que coma bien. Hasta ahora no he tenido necesidad de buscar comida en la basura, pero lo he pensado. Mi hija dejó de estudiar hace dos años, llegó hasta el tercer grado. Todos los días tenemos que salir a la calle a buscar cómo sobrevivir, yo trabajo ayudando a los vendedores ambulantes. Mi esposa y mi hija, si consiguen alguna verdura o fruta, la venden en la calle para ayudarme”, dijo Méndez.

En la larga cola para conseguir un poco de sopa, encontramos a Daniel Osuna, a quien acompañan sus dos pequeñas hijas de 5 y 2 años de edad. Ellos también viven en la calle y les toca dormir donde les agarre le noche.

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“La mamá de las niñas nos abandonó, soy del interior del país y aquí en Caracas no tengo familiares. Mis hijas me acompañan todo el día a trabajar, vendo cigarros, alquilo llamadas desde mi teléfono celular y cuando se puede también vendo café. Hasta ahora no he tenido que buscar comida en la basura. La gente, los vendedores ambulantes, siempre me ayuda con la comida de las niñas; en estos días conocí a una señora que me dijo que podía ayudarme con una habitación para que las niñas durmieran. Dios quiera que así sea”, dijo Osuna.

Después de retirar sus tres envases con la sopa caliente, los tres se sientan en una acera. Las niñas bailan y cantan, pues comerán comida recién hecha y caliente. “Papá, está muy rica, quiero más”, dice la niña mayor.

“Yo tengo el carnet de la patria y tenía el bono de Hogares de la Patria, pero eso no alcanza para mantener a las niñas. Mi gran sueño es que ellas tengan una vida tranquila, que en vez de estar en la calle trabajando conmigo, puedan estudiar, tener una casa en donde descansar, con sus tres comidas diarias, pero por ahora en esta Venezuela no se puede”, señaló Osuna mientras terminaba de darle la sopa a las niñas para luego buscar un lugar en donde pasar la noche.

Allí también se encontraba Luis Martínez. Tiene 60 años y una condición de discapacidad motora. “Aquí vengo todos los lunes, escucho la palabra de Dios y me dan un plato de sopa, que algunas veces es mi único alimento en el día. A mí me ha tocado muchas veces buscar comida entre la basura, no me queda otra, nunca pensé que podría llegar a este nivel, pero como dicen por allí, el hambre tiene cara de perro”.

Luis Martínez es parte de la gran número de adultos mayores que tienen que salir diariamente a la calle en busca de comida. Algunos señalan que tienen una pensión del Gobierno, “pero para qué alcanzan 40 mil bolívares en este momento, aquí hay personas a los que eso se nos va en la compra de las medicinas, en pagar la pensión para poder dormir bajo techo, para comprar comida no alcanza”, se quejó otro de los abuelos en la cola para pedir sopa.

En las calles de Caracas ha aumentado la cantidad de personas en situación de calle. Hay familias enteras que ya tienen ubicados los restaurantes, panaderías y otros comercios en donde saben que pueden encontrar algo que comer cuando sacan las bolsas de la basura.

“En la parroquia El Paraíso, cerca de la panadería Ópera, hay varias familias que a las siete de la noche ya se encuentran merodeando el local esperando que saquen la basura. Los adultos son los encargados de revisar las bolsas y de ofrecer los restos de comida que encuentran a los niños. Soy vecina de la zona y le he preguntado a esas personas si viven en la calle. Me dicen que no, que tienen viviendas en diferentes barrios, pero lo que no tienen es cómo alimentar a los niños”, dijo Elena Sumillan.

Gente comiendo de la basura ya no es una novedad

En el año 2016 se comenzaron a ver las primeras gráficas de venezolanos buscando comida entre la basura. Primero se veía a los adultos y a los indigentes, pero poco a poco se fueron sumando personas de la tercera edad, jóvenes, mujeres y muchos niños. Esas imágenes le dieron la vuelta al mundo y fueron noticia abridora de los principales diarios internacionales, en los que se hablaba de la grave situación económica y social que atraviesa el país.

Pero ya esta situación dejó de ser una novedad. El mundo recordó esta problemática el pasado mes de febrero del 2019, cuando el periodista Jorge Ramos, del canal de noticias Univisión, vino a Venezuela a entrevistar a Nicolás Maduro y le mostró algunas fotos y videos de unos jóvenes buscando alimentos en un camión de basura, hecho que molestó al mandatario, quien de manera abrupta dio por concluida la entrevista y ordenó el decomiso de los equipos del grupo de reporteros y de todo el material grabado en los 17 minutos que duró la conversación. La medida fue ejecutada por el actual Ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez.

Nos acostumbramos a las imágenes

Oscar Misle, uno de los coordinadores del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), que por muchos años se ha dedicado a la defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en Venezuela, señala que, en efecto, ver escenas de personas comiendo en la calle se ha convertido en una situación cotidiana y lamentablemente ya ha dejado de ser noticia.

Indicó que no se sabe cuántas personas se encuentran en esta situación al no disponerse de estadísticas; pero por lo que se observa en las calles, la crisis va van en aumento y ya supone un grave problema social de urgente resolución.

“Eso es público y notorio. Así como lo vemos los ciudadanos comunes, también las autoridades, desde los lujosos carros en los cuales se trasladan, deben ver a las personas comiendo de la basura, en cualquier esquina tanto de Caracas como del interior del país. Aquí tenemos niños que a su corta edad los vemos como indigentes, andan descalzos, sin rumbo fijo que seguir. Van solos o en grupo, pero allí está parte de nuestra generación de relevo”, dijo Mise.

Señalo que la sociedad, la familia y las autoridades han fallado en la atención de estos niños de la calle, que hay personas que se sienten frustradas al no poder ayudar a ofrecer soluciones y que las organizaciones privadas no se dan abasto para ofrecer respuesta a todos los casos.

“Aquí hay instituciones públicas que deberían dar respuesta a este problema, que deberían atender a estos niños, niñas y adolescentes. Pero cuando se acude a realizar denuncias, a buscar asesorías, se encuentran oficinas burocráticas, vacías, sin personal, sin las herramientas necesarias para atender los casos. Eso les genera una sensación de frustración a las personas que tratan de ayudar en la búsqueda de una solución. En Venezuela, a nuestras actuales autoridades, a los representantes de este Gobierno, lo que les importa es buscar los mecanismos para quedarse en el poder, aunque desde allí no ofrecen respuesta a los graves problemas sociales que se padecen en el país. Eso no es prioridad”, señaló Oscar Misle.

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