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FOTOS | Horror y caos en las ruinas del califato de Estado Islámico en Siria

Sin comer, viven escondidos en los túneles excavados bajo sus lonas quemadas para escapar a bombardeos y disparos. En el último reducto del grupo Estado Islámico (EI) en Siria, la muerte y el caos están en todas partes.

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Fotografía: AFP

Solo en estos dos últimos días, más de 7.000 personas, principalmente mujeres y niños, algunos de ellos occidentales, salen del último sector yihadista en el pueblo de Baghuz, en los confines orientales de Siria.

Los supervivientes cuentan una situación infernal, comparada con su vida «idílica», según ellos, durante la primera época de este «califato», conocido sin embargo por sus atentados y abusos.

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Entre los que huyen, numerosos heridos avanzan llenos de vendajes, algunos de ellos con muletas. Una imagen que refleja la violencia de los ataques aéreos de la coalición internacional antiyihadista, liderada por Estados Unidos, y de la Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la alianza kurdo-árabe que lanzó la ofensiva en el terreno.

«Los últimos días fueron horribles. Bombardeos, disparos. Tiendas en llamas», explica una finlandesa de 47 años, que se hace llamar Sana, llegada el martes a una posición de las FDS cerca de Baghuz.

Sana llegó a Siria hace poco más de cuatro años, con su marido marroquí, un plomero que quería construir escuelas y hospitales en este país en guerra, explica esta mujer. Murió «hace mucho, en un accidente de coche», asegura, sin que esta historia pueda comprobarse con una fuente independiente.

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«Lo perdí todo»

En Baghuz, el EI solo controla un pequeño sector, de menos de medio kilómetro cuadrado, con unas casas y un campamento provisional.

Los que salen aseguran que todavía se encuentran en el enclave yihadista varios miles de personas. Viven escondidos bajo una especie de «tiendas», levantadas con sábanas y mantas, en sus coches o en la calle.

«Excavamos túneles bajo tierra y los cubrimos con sábanas. Estos son las tiendas», explica Abu Mariam, de 28 años. «Vivimos unos encima de otros porque hay muchísima gente».

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Su mujer y sus dos hijos murieron en un bombardeo. «Quedaron carbonizados, lo perdí todo. Solo quiero irme y descansar un poco», cuenta.

Cuando llegan a las posiciones controladas por las fuerzas anti-EI, los evacuados se arrojan sobre el pan, la leche y el agua.

«Hacía más de nueve meses que no habíamos visto verduras», asegura una belga de 24 años, llamada Safia. «Todo era caro. El último mes, un kilo de arroz se vendía a más de 50 dólares (44 euros)», afirma.

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Esta mujer dice haber crecido en el norte de Francia, y haberse casado con un francés, que se quedó en el interior del enclave. Ambos llegaron a Siria para vivir el sueño del «califato».

«Es el único lugar donde pude vivir mi religión como yo quería», argumenta. «Pensaba realmente que esto solo iba a crecer. Pero ahora, aparte de un milagro…», admite.

A su lado, está sentada una mujer francesa, con unas muletas, herida de bala en un pie.

«Todo el mundo recibía disparos, todo el mundo caía en la calle», relata. «Era el caos, no hay otra palabra».

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Fotos: AFP

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