Día de la Madre

Madre solo hay una y esta es la historia de su día

Escribir acerca del Día de la Madre no es tarea fácil porque sobra literatura. Poetas y escritores se han referido al tema desde todos los ángulos posibles. A ellos se suman defensores y detractores

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Ilustración: Daniel Hernández

La sola palabra madre o mamá implica un sentido de respeto unido indisolublemente al amor, admiración y ternura. Más allá de su significado gramatical está la carga emotiva que representa la figura femenina en su rol de progenitora.

Algunos pensarán que la creación del Día de la Madre fue un invento meramente comercial, como muchos otros que han devenido en eso, pero esta idea nació para honrar la memoria de las madres muertas y el reconocimiento por la labor de enseñanza y abnegación de las madres vivas.

La joven madre, óleo de Arturo Michelena, 1889, dimensiones 172 X 141.8 cm. Galería de Arte Nacional

La historia resumida

Al hurgar en la historia nos remontamos a la Grecia de la antigüedad y de la mitología. Utilizando la imaginación y haciendo elucubraciones filosóficas, con la mirada del hombre contemporáneo, se supone que cuando le rendían honores a la madre de los dioses, se estaba homenajeando a todas las madres.

Pero la idea de aquellas celebraciones no tienen nada que ver con lo que conocemos, en su concepto moderno, como Día de la Madre, así que señalar que ese día se inventó hace miles de años no es del todo exacto históricamente.

La idea primigenia de crear un día al año para recordar, celebrar y homenajear a las madres nació de una joven norteamericana, huérfana para más señas, nacida en 1864 en la localidad de Gratton, estado de Virginia, llamada Ann Jarvis.

Se considera que Ann Jarvis es la creadora del Día de las Madres

Desencanto amoroso

A los 20 años Ann Jarvis tuvo un novio, pero el romance terminó abruptamente. Quizás decepcionada en su tierna juventud nunca más logró enamorarse y dejó a un lado toda idea romántica de pareja.

Ann Jarvis se dedicó a la pedagogía. Gracias a su generosidad y a su rica herencia, creó escuelas y realizó muchas obras sociales. Luego de la muerte de su madre, Ann pasó de divertida y alegre a ser una persona apática.

Sin embargo, en esas circunstancias, se le ocurrió la idea de dedicar un homenaje a las madres. Pensaba que ser madre es una condición muy especial, que en efecto lo es, pero ¿de qué manera podría cristalizar esos pensamientos con una acción tangible, que la humanidad lo sintiera como ella se lo imaginaba?

Se le ocurrió que un día al año debía recordarse a las madres fallecidas, y ¿por qué no? también a las vivas que luchan día a día para criar a sus hijos.

Desde 1914

Durante más de 10 años se dedicó incansablemente a escribir cientos de cartas a todas las autoridades mundiales, desde mandatarios hasta los más altos dirigentes de organizaciones de toda índole, públicas y privadas.

Finalmente, en el año 1914, su idea fue acogida por el Senado de los Estados Unidos y logró ver su sueño: un día dedicado a las madres, que se instituyó el segundo domingo del mes de mayo.

Foto Andrea Piacquadio / Pexels

Esta feliz iniciativa, aprobada por las autoridades de su país, fue de gran estímulo para esta mujer emprendedora y quiso ampliar su iniciativa para que fuese celebrado en el mundo entero. No fue tan fácil, pero logró que muchas naciones acogieran la idea, aunque no necesariamente en la misma fecha designada, es decir el segundo domingo del mes de mayo.

Las fechas en Venezuela

La primera vez que se celebró el Día de la Madre en Venezuela fue el 24 de mayo de 1921 y nació por iniciativa del doctor Jesús María Arcay Smith, gran filántropo y benefactor de la población más necesitada de la ciudad de Valencia.

En aquellos años existía en la capital carabobeña una institución benéfica llamada “Caridad y Concordia”, cuya presidencia ocupó el doctor Arcay Smith durante muchos años. Tuvo la iniciativa de proponer a la junta directiva de esa sociedad instituir el Día de las Madres en Venezuela y quedó como fecha de celebración el cuarto domingo de mayo.

La idea fue propuesta a las municipalidades de todo el país y fue acogida con beneplácito. Y, posteriormente, se llevó la iniciativa al Congreso Nacional por lo que se decretó el cuarto domingo de mayo el Día de la Madre en todo el territorio.

Foto Anastasia Shuraeva / Pexels

En 1928, el Nuncio Apostólico, cardenal Fernando Sento, propuso a las damas de la Acción Católica que se estableciera el Día de las Madres el 25 de marzo, fecha conmemorativa en la iglesia católica de la Encarnación del Verbo de Dios en las entrañas de la Virgen María.

Ese día se mantuvo por pocos años, porque después predominó la fecha internacional del segundo domingo de mayo. Y es la que rige actualmente.

Música y escultura para las madres

El doctor Jesús María Arcay Smith abrió un certamen nacional para la composición del himno a las madres. El ganador fue el pedagogo valenciano Luis Bouquet, quien escribió la letra de este himno poco conocido y cuya música tiene como compositor al maestro Pedro Elías Gutiérrez, autor del Alma Llanera.

Igualmente, y por iniciativa de este médico filántropo, se erigió una escultura llamada Las Tres Madres, instalada en Valencia, que representa la Madre de Dios, la Madre Patria y la Madre del Hombre.

Escultura . Foto cortesía de tonadasdemedianoche

El conjunto escultórico está simbolizado por la Madre de Dios con el Divino Niño en brazos; la Madre Patria que ondea la bandera nacional y la tercera estatua es la Madre del Hombre.

«Retrato de una madre»

El presbítero y poeta chileno Ramón Ángel Jara escribió el poema “Retrato de una madre”, que se ha hecho conocido mundialmente.
Escuchemos esta hermosa composición en la voz de Patricio Echeverría Dalgo, grabada en mayo de 2020

Los hijos infinitos

El gran poeta venezolano Andrés Eloy Blanco rinde homenaje a las madres en su conocido poema “Los hijos infinitos” publicado en su libro Giraluna, Editorial Yocoima, México 1955.

“Los hijos infinitos” de Andrés Eloy Blanco en la voz del recordado declamador Oscar Martínez.

Los Hijos Infinitos
Andrés Eloy Blanco
Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.

Cuando se tiene un hijo,
se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.
Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
el modo de alumbrar de las estrellas.

Bibliografía.

Gabriel Briceño Romero. Historia de instituciones y días estelares de la humanidad. Artegrafía C.A., Caracas 1974

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