M. Night Shyamalan nos trae con Glass, la conclusión de una trilogía iniciada hace 19 años con Unbreakable (2000) y continuada con Split (2016). Cuando lanzó la primera, las pantallas no estaban plagadas con estrenos de superhéroes trimestralmente, las personas no se dividían en Team DC o Team Marvel, nadie supo en aquel momento en qué nicho ubicarla, así de adelantada a su tiempo estaba. Con Split, nos cautivó completamente con aquél ser dividido en 23 personalidades interpretado por un talentosísimo James McAvoy, representando a ese hombre que a su vez es la nada y es un todo, contrario al mito hecho realidad que encarnó Bruce Willis en Unbreakable.
En la tercera entrega, de esta particular saga, el hilo conductor es aquél hombre que está en la curva opuesta, el que dió origen a todo, Mr. Glass, a quien habíamos visto superficialmente en la primera entrega, sin embargo, en esta última, Samuel L. Jackson se luce totalmente en la piel de este villano.
En este universo no esperen mordeduras radioactivas, guerras por el destino de la galaxia, ni armas tecnológicas o mitológicas. Son seres humanos, que se dan cuenta que hay algo en ellos que los hace diferentes mientras lidian con problemas cotidianos, en la vida cotidiana.
Es una narrativa construída más consecuentemente que las dos primeras entregas. El lugar donde suceden las cosas cobra una importancia trascendental, el Allentown State Hospital de Pennsylvania (Todas las películas de Shyamalan, excepto una, se han filmado en el estado de Pennsylvania, su hogar), una institución que enmarca lo que sucede durante casi hora y media en la película, ese ambiente y puesta en escena tan bien logrados, y que en el universo del cómic es de vital importancia, (Una especie de Arkham Asylum, hogar donde van a parar todos los sociópatas/supervillanos del mundo DC) se evidencian en las secuencias enclaustradas en donde se utilizan las luces y la cámara como herramientas y detonantes de reacciones para cada personaje.
El bien, el mal, el egoísmo, el hedonismo y el heroísmo se cruzan una y otra vez en esta película. Una obra que está bastante lejos de las fórmulas rígidas y predecibles de los universos DC y Marvel, pero que de igual forma logra que el espectador se rinda ante ella por la inteligencia con la que está formulada. Brillante y disfrutable.
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