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Grecia desaloja el criticado campo de refugiados de Idomeni

La policía griega completó el jueves la evacuación del campo de refugiados de Idomeni, uno de los símbolos de la gran crisis migratoria en Europa, tras sacar del lugar a sus últimos 800 habitantes.

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«Se acabó. Ya no queda gente, sólo tiendas de campaña con material de los grupos de ayuda», explicó un oficial de policía a la AFP.

A lo largo de tres días, la policía griega ha transferido a unos 4.000 migrantes en autobús desde Idomeni, en la frontera con Macedonia, hasta nuevos campos creados en el área industrial de Salónica, en las afueras de esta ciudad, la segunda de Grecia.

Sin embargo, la mayor parte de las 8.400 personas que se encontraban en Idomeni rechazaron trasladarse a los nuevos campos oficiales.

«La mayoría se han asentado en el exterior de gasolineras y hoteles en las inmediaciones o han ido hacia otros campos por su cuenta», afirmó el oficial.

El campo de Idomeni se había convertido en un triste símbolo del sufrimiento humano y la incapacidad de una Europa que lidia con su peor crisis de refugiados desde la segunda Guerra Mundial.

El campamento desalojado llegó a acoger a 12.000 personas, que pasaron el brutal invierno entre la lluvia helada y el barro, después de que Macedonia y otros países balcánicos cerraran sus fronteras a mediados de febrero para cortar de raíz el flujo de migrantes hacia el norte de Europa.

Condiciones ‘inhumanas’

Si bien las oenegés consideraron positiva la operación de evacuación en un primer momento, la alegría ha durado poco al constatar las condiciones del lugar al que han sido transferidos los migrantes desalojados.

Pocas horas después de abandonar el barro y la miseria del campo de Idomeni, Juan, sirio de Alepo de 32 años, se mostraba consternado al descubrir que va a vivir en un depósito mínimamente acondicionado, una mejora discutible respecto a su último «hogar».

«No hay suficiente comida, ni duchas, ni médico. No podemos alimentarnos sólo de bollos», dijo a la AFP delante del campo recién abierto de Derveni, a una decena de kilómetros de Salónica.

La organización Save the Children fue la primera en quejarse el miércoles: su jefa de misión, Amy Frost, calificó de «inhumanas» las condiciones del nuevo campamento.

«Hay muy poca comida y agua, y solo cuatro baños increíblemente sucios para 200 personas», aseguraba en referencia a uno de los nuevos campos.

El jueves se le sumaba el grupo International Rescue Committee, criticando que los servicios esenciales eran a todas luces «insuficientes».

«Quizá esto es un poco mejor que Idomeni, pero no es una solución», consideraba Nidal, de 29 años y también procedente de Alepo.

«Estamos en medio de ninguna parte», se quejaba Juan. «No tenemos ni conexión a internet. Yo tengo dos hijos de 8 y 11 años. ¿Van a ser escolarizados»?, se preguntaba preocupado.

De visita en Idomeni, el ministro adjunto de Interior, Nikos Toskas reconoció que «las condiciones aún deben mejorar» en los nuevos centros.

«Estamos trabajando en ello», indicó a la AFP una fuente gubernamental. «Hemos elegido estas instalaciones porque los propios migrantes querían quedarse cerca de la ciudad», alegó este responsable.

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