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Bolsonaro vence en la primera vuelta y pone a Brasil de cabeza

Los resultados de las elecciones de este domingo en Brasil impondrán a la centroderecha una profunda revisión, tras el durísimo varapalo asestado por Jair Bolsonaro, un radical que se ha apropiado de prácticamente todo el espectro ideológico conservador.

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FOTOGRAFÍA: MAURO PIMENTEL / AFP

Bolsonaro, un capitán de la reserva del Ejército que sin pelos en la lengua defiende la dictadura militar (1964-1985) o descalifica a homosexuales y negros, logró un 46,7% de los votos, con un 96% del censo escrutado, y deberá disputar el próximo día 28 una segunda vuelta con Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT).

Haddad recibió el 28,3% de los sufragios y tendrá cuesta arriba una segunda vuelta que en principio se presenta totalmente favorable al líder de la ultraderecha.

El resultado deja a Bolsonaro a un paso del poder, aunque las encuestas publicadas hasta el día antes de las elecciones dicen que, en caso de la segunda vuelta, ahora confirmada, estaría técnicamente empatado con Haddad en torno a un 45%, lo cual podría sugerir que al menos que ha llegado muy cerca de su techo.

Aún así, la amplia victoria de Bolsonaro en la primera vuelta ha sido un duro castigo a las fuerzas tradicionales de centroderecha, que han sido literalmente barridas del mapa por el candidato del Partido Social Liberal (PSL), formación que nunca gobernó un estado brasileño y que jamás ha tenido más de nueve de los 513 diputados.

La principal víctima del fenómeno Bolsonaro ha sido el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que acudió a estas elecciones con el exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alkcmin como candidato y que quedó en cuarto lugar, con un escaso 4,83% de los votos.

Fundado hace tres décadas, el PSDB gobernó el país entre 1995 y 2002 con el sociólogo Fernando Henrique Cardoso y hoy, por primera vez desde 1994, ha quedado fuera de una segunda vuelta.

En las últimas elecciones, en 2014, abanderado por el senador Aécio Neves, el PSDB fue derrotado en segunda vuelta por Dilma Rousseff, del PT, reelegida en esos comicios con un 51,6 % de los sufragios y destituida dos años después.

Neves, salpicado desde entonces por numerosas y graves denuncias de corrupción, llegó muy cerca y obtuvo un 48,3 %, pero aquel apoyo al PSDB se ha pulverizado en cuatro años y el elector tradicional de esa formación se ha volcado en peso al radicalismo de Bolsonaro.

La aparatosa derrota de Alckmin era esperada por los analistas, que en parte atribuían sus malos augurios al fuerte impacto de las acusaciones de corrupción contra el PSDB, que han minado su base de apoyo.

Muchos creen también que los socialdemócratas se equivocaron al apostar en Alckmin, político con mucha experiencia como gobernador de Sao Paulo pero de escasa proyección nacional, sin carisma alguno y con una bien ganada fama de «aburrido» que hasta él reconoce.

Otro error que se le achaca al PSDB es haber apoyado plenamente al gobierno de Michel Temer, que ha estado completamente ausente del proceso electoral y tiene una tasa de aprobación de un escaso 4 %.

Para estas elecciones, Alckmin construyó una amplia coalición con una decena de partidos de centro y derecha, pero ni eso sirvió para retener a un electorado conservador que, claramente desilusionado con la corrupción que campeó en el PSDB, fue captado por Bolsonaro.

Gracias a esa poderosa coalición, Alckmin tuvo el mayor tiempo de propaganda electoral en la televisión, pero cuando la campaña comenzaba, el candidato del PSL, que apenas tendría ocho segundos diarios para dirigirse a los votantes, fue acuchillado durante un mitin.

El atentado, por el que estuvo poco menos de un mes hospitalizado, le dio al capitán una enorme e inesperada exposición mediática que anuló por completo la ventaja que tendría Alckmin en la televisión, y en la coalición formada por el PSDB comenzaron a surgir grietas.

En las últimas semanas, mientras Bolsonaro subía incontenible en los sondeos, dirigentes de varios partidos que apoyaban al PSDB se acoplaron a la fórmula netamente militar que encabeza el líder del PSL, quien tiene como candidato a vicepresidente al general de la reserva Hamilton Mourao.

También abandonaron a Alckmin y a la centroderecha tradicional las influyentes y conservadoras iglesias evangelistas, que desde los templos adhirieron sin tapujos al candidato que tiene como lema la frase «Brasil encima de todo, Dios encima de todos».

Alivio en el PT

En un hotel en el centro de Sao Paulo, donde Haddad pidió un Brasil más democrático y recordó a su «padre político», el encarcelado Luiz Inácio Lula Da Silva, se escucharon gritos de júbilo y alivio al divulgarse los sondeos.

Las próximas tres semanas deben poner a prueba la resistencia del candidato ultra.  También lo coloca ante la obligación de conquistar aliados, pese a su alto índice de rechazo por sus propuestas de armar a la población para combatir la delincuencia, sus declaraciones misóginas, homófobas y racistas y su justificación de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985).

«Apoyo a Bolsonaro porque nuestro país precisa un shock de orden y él es el único hombre capaz de hacer eso por Brasil», dijo a la AFP Lourdes Azevedo, de 77 años, pedagoga jubilada.

El resultado «es un poco decepcionante. Esperábamos ganar en primera vuelta. Ahora es más difícil. La segunda vuelta es un riesgo», agregó.

Haddad empezó a tender puentes con otros candidatos.

La clave para que Haddad se acerque a los porcentajes de Bolsonaro reside en el centroizquierdista Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), que fue ministro de Integración Nacional de Lula y consiguió más de 125 de los votos.

Haddad recordó este domingo que como ministro de Educación de Lula trabajó junto a la ecologista Marina Silva y el centroderechista Henrique Meirelles, que presidió durante esa época el Banco Central. Ambos obtuvieron en torno a 1% de los votos, que a la hora de sumar pueden ser importantes.

Gomes, en declaraciones a la prensa, dijo que discutiría con los líderes del PDT la posición en la segunda vuelta, pero adelantó ya un posible apoyo: «haré lo que hice toda mi vida, que es luchar por la democracia y contra el fascismo», declaró.

Bolsonaro y Haddad son los vencedores y al mismo tiempo los candidatos con mayor índice de rechazo.

Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno (2003-2011).

Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.

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