Opinión

Historia de las colas

Hay que estar muy alarmado por el efecto político de las colas para prohibir por decreto que las personas pernocten frente a los supermercados y tiendas para comprar alimentos, medicinas y otros productos básicos.

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La escasez y la crisis alimentaria parecieran ser una bomba de tiempo que ha convertido a las colas en el tema central del debate político venezolano. Mientras el ministro de Alimentación Yván Bello pide calma y colaboración, Henrique Capriles advierte que el pueblo “comienza a desesperarse y se le agota la paciencia”. Las colas, sin embargo, no deberían preocupar a un gobierno socialista. Son parte de su identidad, elementos inseparables de su existencia. Las interminables colas frente a las tiendas de comestible (otchered) son imágenes arquetipales de la Rusia comunista. La principal consecuencia de la colectivización fue la escasez crónica, el racionamiento y las hambrunas en toda la Unión Soviética por lo que las colas se convirtieron en una especie de institución permanente con reglas particulares que el homo sovieticus se acostumbró a seguir. Sólo las elites dirigentes tenían acceso a tiendas especiales bien surtidas.

Las colas son también signos distintivos de la historia del comunismo Chino. Cuando Mao Tse-tung lanzó el Gran Salto Hacia Delante produjo una de las más grandes hambrunas de la humanidad en la que murieron alrededor de 36 millones de personas. De 1958 a 1961 las colas formaron parte del paisaje chino tanto como los muertos a las puertas de los depósitos de grano. La gente gritaba, “Presidente Mao, Partido Comunista, sálvennos”. Las colas expresan un desequilibrio entre la demanda de un producto o servicio y la capacidad del sistema para proveerlos. Por eso es tan característica de los sistemas socialistas, porque el balance equilibrado y dinámico entre la oferta y la demanda es solo posible alcanzarlo de manera permanente mediante mecanismos de mercado. Como señaló Amartya Sen, Premio Nóbel de Economía en 1998, hambrunas como la rusa o la china nunca han ocurrido en países democráticos cuyos actores económicos trabajan bajo un clima de libertades. La economía de penuria o escasez a la que nos ha conducido la Revolución Bolivariana no es coyuntural ni es un efecto momentáneo de la caída de los precios del petróleo. Es el resultado anunciado de un sistema autoritario centralizado que impide el libre flujo de la información indispensable para alcanzar niveles de equilibrio. Las colas vinieron para quedarse. A menos que cambiemos el sistema.

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