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Horacio Blanco: Los tragos más amargos llegaron en años recientes

"Si nos van a seguir robando, al menos cámbiennos los ladrones", dice una canción de la banda venezolana Desorden Público que en 30 años de recorrido ha encontrado en el ska un vehículo para la denuncia social y la reflexión.

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Por Gerardo Guarache

Criticar la corrupción y la demagogia, repudiar la criminalidad y señalar las injusticias ha sido una constante en la carrera de este puñado de músicos que se reunió en el oeste de Caracas en 1985 para emular, bajo el sol del trópico, el sonido de sus ídolos británicos.

Desde su primer concierto en julio de 1985, con aires de punk, cantaron «Yo quisiera que los políticos fueran paralíticos», un coro que poco después censuraría el gobierno de Jaime Lusinchi (1984-1989).

Los roces con el poder han generado tempestades, que según el vocalista Horacio Blanco, letrista de sus siete álbumes de estudio, lograron sortear gracias a un discurso coherente en sus letras

«Desorden Público no ha sido de ningún bando político ni de una sola ideología. El arte rebelde logra trascender las barreras de la división partidista y las diferencias ideológicas», declara a la AFP Blanco en su sala de ensayo, rodeado de afiches e instrumentos musicales.

El artista confiesa que «los tragos más amargos» llegaron en años recientes, producto de la polarización política que creció en tiempos de Hugo Chávez (1999-2013), en los que recibieron «andanadas de odio» a través de las redes sociales.

Aún así, la banda no ha dejado de presentar piezas como el bolero-ska «Llora por un dólar», que describe el sufrimiento del venezolano por procurar divisas cada vez más inasequibles en un país que padece un férreo control cambiario desde 2003.

El promocional más reciente es el enérgico y sarcástico «Todo está muy normal», que describe como «¡Una maravilla!» la realidad del país, agobiado por la inseguridad, una profunda escasez de productos básicos y una inflación de 68,5% en 2014.

– Rebeldía y reflexión –

«Yo aspiro a que Desorden siga siendo ese periódico del momento. Que en cada disco siga diciendo cosas divertidas de la vida, pero que siga tirando piedras a quien se las merece», comenta a la AFP el bajista ‘Caplís’ Chacín.

En los años 90 cantaban: «Con el tetero de petróleo, lo único que crece es su círculo vicioso». Se referían a los vicios detrás del ‘boom’ petrolero en Venezuela, que cuenta con la mayores reservas de crudo del mundo.

También bautizaron como «Valle de balas» a Caracas, capital del país más violento del planeta, según la ONU, con un índice de homicidios 53,7 por cada 100.000 habitantes en 2012.

«En las canciones se menciona el pecado, mas no el pecador», dice a la AFP el percusionista Oscar Alcaíno, que desde su ingreso generó una fusión rítmica con especies caribeñas que distingue a Desorden Público de otras propuestas.

El bajista Chacín añade que el «sentido crítico» de sus obras no sólo apunta a las temáticas sociales y políticas, sino que extiende su «burla» hacia la estética.

Mientras Venezuela estaba sumergida en el pop romántico de artistas como Ricardo Montaner y Franco de Vita, ellos coreaban: «No sé si mi amor se lo llevó el viento, o si se lo llevó tu mal aliento».

Blanco agrega que han buscado explorar nuevas construcciones literarias en sus canciones. En 1994 editaron la fábula «La danza de los esqueletos», que en el fondo es un tratado contra toda forma de discriminación. Y más tarde, crearon el personaje «Simón Guacamayo» para ilustrar el universo de lo mágico-religioso en El Caribe.

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