Opinión

Inteligencia emocional

El coach Ricardo Adrianza analiza por qué, con tanta frecuencia, tomamos las decisiones basándonos en emociones más que en análisis racionales y da claves para manejar la inteligencia emocional

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Foto Andrea Piacquadio / Pexels

Los recientes acontecimientos en Venezuela y las reacciones posteriores imponen recordar la influencia que tienen las emociones en la toma de decisiones. Los conocidos resultados de investigaciones nos indican que continuamente tomamos decisiones regidos por el sistema límbico (emocional), sin contar con el aporte de nuestro cerebro pensante.

La respuesta científica más significativa para esta conclusión diría que es aquella que se deprende de que del cerebro primitivo emergieron los centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante: el neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea una derivación de aquel, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.

En lo práctico, los estudios evidenciaron que solo 20% de los factores determinantes del éxito –felicidad, prestigio laboral– era aportado por el coeficiente intelectual. Entonces, resulta fácil predecir que el éxito no depende exclusivamente de la variable del conocimiento, sino que existen variables más influyentes, entre las cuales se presenta con mucha fuerza la inteligencia emocional.

Según se revela en Wikipedia, Inteligencia Emocional (IE) “es un constructo que se refiere a la capacidad de los individuos para reconocer sus propias emociones y las de los demás, discriminar entre diferentes sentimientos y etiquetarlos apropiadamente, utilizar información emocional para guiar el pensamiento y la conducta, y administrar o ajustar las emociones para adaptarse al ambiente o conseguir objetivos”.

A esta completa definición yo agregaría: la capacidad de motivarse a sí mismo y de perseverar en un propósito a pesar de los desencuentros, lo cual conlleva, contundentemente, a la consecución de una vida plena.

Foto Andrea Piacquadio / Pexels

Como ya hemos expuesto, si bien es cierto que en toda persona coexisten los dos tipos de inteligencia –cognitiva y emocional– es evidente que la inteligencia emocional aporta, con mucha diferencia, la clase de cualidades que más nos ayudan a convertirnos en auténticos seres humanos.

No en vano, es común leer opiniones esgrimidas por directores de investigación de reconocidas consultoras –head hunter– que han puesto de relieve que los CEO son contratados por su capacidad intelectual y su experiencia comercial, y despedidos por su falta de inteligencia emocional.

Ahora bien, en el entendido que una parte de estas habilidades pueden venir configuradas en nuestro equipaje genético y otras tantas se moldean durante los primeros años de vida, existe una abrumadora evidencia que demuestra que las habilidades emocionales son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse a lo largo de la vida.

Por lo tanto, conscientes de esta maravillosa noticia, es menester conocer las principales habilidades que se reúnen en este revolucionario concepto presentado a mediados de los años noventa por el psicólogo americano, Daniel Goleman, en su obra del mismo nombre:

Habilidad 1

Autocontrol. Supone un proceso que requiere de mucho entrenamiento. El autocontrol se refiere, básicamente, a la capacidad de contener el exceso emocional que muchas veces trae consecuencias nefastas.

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Foto Khoa vo / Pexels

Ya lo hemos visto, de allí la importancia de aprender a seleccionar la emoción que deseamos experimentar en un momento dado.

Habilidad 2

Autoconciencia. Es a lo que llamamos la habilidad para escuchar lo que sentimos.

Foto Pixabay / Pexels
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La capacidad de centrar la atención en tu propio estado emocional en cualquier situación y, en consecuencia, utilizar ese conocimiento para decidir qué hacer, evitando situaciones que se salgan de control.

Habilidad 3.

Motivación. Es el impulso que te permite utilizar tus emociones para lograr cambios positivos en tu vida.

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Foto Andrea Piacquadio / Pexels

Aquí, lo determinante, es el enfoque de nuestras emociones en lo positivo, el optimismo y la confianza.

Habilidad 4.

Empatía. Entendida como la capacidad de poder sentir lo que otra persona siente.

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Percibir el estado emocional de otro es la mejor manera de poder acercarse, influir en otros y guiarlos a un estado de positividad y optimismo.

Habilidad 5.

Capacidad en el manejo de las emociones de otros. Esta habilidad se refiere a la capacidad de saber gestionar las emociones de otros y hacerles sentir mejor, lo cual fomenta mejores relaciones y alto grado de compromiso en los equipos de trabajo.

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Aunque las bondades de la inteligencia emocional están muy atadas al liderazgo y éxito de las empresas, para mí es muy claro la importancia de reconocerla como pilar fundamental en la construcción de mejores sociedades.

Los estragos que la ineptitud emocional causa en las sociedades son más que evidentes. Solo basta con revisar las redes sociales para encontrar consignadas las formas de violencia y de degradación más aberrantes, que no parecen responder a ninguna lógica.

Afortunadamente, la abundante base experimental existente permite concluir que ni la naturaleza innata, ni la influencia de la temprana infancia constituyen determinantes irreversibles de nuestro destino emocional.

En consecuencia, el camino hacia la alfabetización emocional debe ser prioridad y responsabilidad común de todos quienes ocupamos cargos de influencia, y así suplir las deficiencias de la educación doméstica que se presenta en una inquietante estadística como el principal factor que cercena el camino al éxito de muchos jóvenes profesionales que quieren lograrlo en el entorno de su especialización.

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