
Yo estoy convencida de que fueron separados al nacer porque sus coincidencias de vida y acciones paran los pelos de punta. A Donald su primera esposa le decía “The” Donald. A Goofy lo llamaron así sus compañeros de la Escuela Militar.
“The” Donald fue criado por un padre frío y distante. A Goofy sus padres lo dejaron atrás en el pueblo con su abuela, cuando el resto de la familia se fue a vivir a la capital del estado. Los padres de “The” Donald creían en la superioridad de la raza blanca y así se lo inculcaron a sus hijos. Yo no sé si los padres de Goofy creen que hay razas superiores, pero definitivamente para Goofy había unos más iguales que otros.
Ambos fueron a la Academia Militar y ambos manifestaron el deseo de ser beisbolistas. “The” Donald cree que de haber sido beisbolista hubiera llegado a las Grandes Ligas. Goofy creía que por haberse puesto a conspirar no llegó, pero cumplió su deseo de picharle a Sammy Sosa. Tal vez “The” Donald haga algo parecido. Y es que ambos se caracterizan por gastar más dinero que un borracho.
“The” Donald tuvo como mentor a Roy Cohn, un abogado de extrema derecha famoso por las audiencias durante el macartismo. Goofy tuvo como asesor a un militante del Partido Comunista, la extrema izquierda.
Los estereotipos de “The” Donald son Clint Eastwood, James Bond y Hugh Hefner, los de Goofy fueron Simón Bolívar, Fidel Castro y Ezequiel Zamora.
Los dos personajes se destacaron por su racismo. “The” Donald detesta todo lo que no sea blanco. Goofy detestaba a los blancos. “The” Donald desde muy temprano en su carrera de corredor inmobiliario fue demandado por discriminar inquilinos negros. Aunque perdió el juicio, lo promocionó como una victoria. En eso Goofy era también un experto: convertía sus reveses en triunfos, Goofy se burlaba (pero hasta donde yo sé nadie lo demandó) y ridiculizaba a sus adversarios. Como “The” Donald. Los dos, grandes bullies y hostigadores, jamás han admitido que se equivocaron en algo.
“The” Donald, a pesar de haber nacido en una familia adinerada, nunca fue aceptado por la élite. Ahí comenzó su resentimiento. Me imagino que algo parecido le pasó a Goofy, porque esos odios no son gratuitos.
Ambos han sido expertos en involucrarse en temas polémicos, aunque sean mentiras. “The” Donald pagó una página entera para rechazar con toda su fuerza la violación y asesinato de una joven en Central Park. Fueron acusados cinco jóvenes negros que pagaron prisión por años hasta que se encontró al verdadero culpable… “The” Donald jamás se disculpó por las calumnias que les había levantado.
Ninguno de los dos aceptan críticas… quienes critican son acusados de traidores y amenazados. Tal fue el caso de Marvin Roffman, un empleado de muchos años que anticipó la estrepitosa quiebra del casino Taj Mahal de “The” Donald en Atlantic City. Según Roffman, “The” Donald “no parece saber ni de contabilidad ni de finanzas”. Goofy tampoco, por eso llevó a su país a la quiebra. “The” Donald jamás ganó ni un centavo para sus inversionistas y jamás pagó a los empleados que dejó colgando. Goofy se dio el tupé de despedir a los veinte mil mejores empleados de su compañía insignia sin que le temblara el pulso.
Ambos decidieron entrar en la política y cuando arrancaron sus campañas, nadie apostaba por ellos. Pero como “The” Donald, apodado el “P.T. Barnum del siglo XXI”, Goofy se apoyó en sus cualidades de comunicador. Los dos usaron discursos agresivos que apelaron a los instintos más básicos de los votantes. Y los dos ganaron las elecciones.
El resto es historia. Quienes padecimos a Goofy la sabemos de la peor manera: por experiencia. Los norteamericanos apenas comienzan la pesadilla. Y es que los parecidos entre ambos NO son meras coincidencias…