Venezuela

José Andrés, un nadador que faltó a un Mundial por una falla del Cencoex

A José Andrés le gustan las Chicas Polar y se inclina en una reverencia pícara al abrir la reja de su edificio a una vecina que sabe que está divina. Sueña con trabajar en la industria de Hollywood para comer muchas cotufas, y sobre su reproductor de DVD descansa una copia de Maléfica. Dice “mecado” en vez de mantecado, y cuando te cuenta que él toca la batería, a lo mejor te confundes y oyes la palabra “Thalía”, pero puedes entenderle si aprendes a ponerte en su sintonía. Colecciona revistas de automóviles y posee una habilidad excepcional para trazar los diseños de la Ferrari con su mano hábil, la zurda. Consiguió dos medallas para Venezuela en el Mundial de nadadores con síndrome de Down Taiwán 2010. No pudo viajar a su quinta cita mundialista en México debido a una demora del Cencoex.

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Fotos: Alexis Correia

De 22 años de edad y residenciado en el municipio San Diego, en el estado Carabobo, José Andrés Scarpitta Quintero —uno de los mejores tritones de pruebas de resistencia del planeta en su condición: su tiempo en los 1.500 metros de estilo libre, alrededor de 24 minutos, le habría servido para meterse en el cuadro de medallas de unos Juegos Olímpicos absolutos de hace 100 años— formó parte de la delegación de seis atletas con síndrome de Down, que junto con dos entrenadores, un médico y un directivo, se quedó varada en Cúcuta entre el miércoles 5 y el sábado 8 de noviembre mientras esperaba en vano la liquidación de las divisas para pagar los pasajes que les llevarían al séptimo Mundial DSISO, la organización internacional de nadadores con síndrome de Down. El campeonato, que se organiza de manera bienal, comenzaba el pasado viernes 7 en la localidad de Morelia.
Si hubo o no mala fe, no importa: fue un acto tan ruin como pegarle a la mamá. Para que le salgan cachos en la frente al responsable.

“El momento menos feliz de sus vidas”

“José Andrés es una bendición de Dios y todos los momentos de estos 22 años han sido felices, los he vivido con plenitud. Es un chamo carismático, sociable, echador de broma, le gustan mucho las chicas y estar a la moda. Es muy pavo. Pero el momento menos feliz ha sido este viaje que se acaba de frustrar”, admite Edda Quintero, docente jubilada, casada con el comerciante cabimero de plásticos José Scarpitta y madre del menor de ocho hermanos y medio hermanos. “Lo sentimos triste, dolido. No puede estar bien cuando todo el tiempo está pensando: ‘Mami, quiero ponerme la pinta para la fiesta que tenemos después de competir’. Me pregunta: ‘¿Mami, ya no voy a ir en avión?’. Y yo le tengo que decir: ‘No, mijo, vas a ir en autobús’. Porque tendrá que esperar otros dos años para volver a nadar fuera de Venezuela”.

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Sus compañeros del mal rato en Cúcuta fueron los carabobeños Eduardo Escalona y Betzabeth Barboza, la zuliana Krisbelly González, el anzoatiguense José Gregorio Oliveros y el larense Josué Escalona.

“Es un atleta de alto rendimiento con todos los méritos, ha cruzado dos veces a nado el río Orinoco y la bahía de Pampatar y estuvo antes en los Mundiales de Irlanda 2006, Portugal 2008 e Italia 2012, además de la plata en 1.500 metros libre y el bronce en los 400 de estilos combinados en Taiwán 2010. Jamás podríamos aplicarle eso de ‘pobrecito, tiene síndrome de Down’. Su atraso ha sido con las habilidades de lenguaje, pero gateó, caminó y se le quitó el pañal en los tiempos de un niño convencional. A los cuatro años lo metieron para lo más hondo de la piscina y jamás tuvo miedo. También ha destacado en gimnasia y kárate”, agrega Quintero.

Una rabia como para salir a quemar cauchos

Por si le sirve el dato, Krisbelly es la noviecita de José Andrés (gastan mucho en teléfono), y Betzabeth la de Eduardo. Los dos últimos también entrenan diariamente a doble turno en el Instituto de Deportes del municipio San Diego, de 6:00 a 7:30 de la mañana y de 5:30 a 7:30 pm con el entrenador Ronald Rojas, coordinador nacional de los nadadores con síndrome de Down. Betzabeth, de 25 años y habitante de Naguanagua, se desempeña como asistente de ventas en las tiendas Beco. “La metimos en natación a los tres años por recomendación médica, porque estaba sufriendo de las vías respiratorias. Todos los días es una corredera de la piscina al trabajo y del trabajo a la piscina, pero cuando yo me canso del trajín, me dice: ‘Mamá, si yo no entreno, no gano’. Es súper amorosa, colaboradora, responsable, no tolera del desorden, le encanta bailar e ir al cine. Pero en Cúcuta estaba muy brava. Se quejó de que les habían quitado la oportunidad de viajar y traer medallas. Imagínate tú, es una niña bastante tranquila, y le dijo al entrenador que cuando regresara a Valencia se iba a poner a quemar cauchos. Menos mal que se calmó cuando llegó: ‘Tranquila, mamá, Dios sabe lo que hace”, relata su madre, Aracelys Biord.

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Su pareja Eduardo, de 26 años y también medallista en mundiales, trabaja transcribiendo textos, archivando documentos, sacando fotocopias y haciendo trámites del seguro social en una empresa consultora en Valencia, y además, habla inglés básico. Jamás se acuesta por las noches sin antes haber arropado a su mamá, Amarilys de Escalona, que detalla: “Empezó a nadar en un tanquecito que teníamos en la casa. En su oficina lo tienen como un ejemplo, porque llega impecablemente enfluxado todos los días. Se sabe hacer él solo su nudo de corbata. Su jefe siempre dice: ‘Eduardo llegó acá para enseñarnos’. Y Eduardo quería viajar para llevarle medallas a su jefe”.

Autogol con los recursos del Estado

El entrenador carabobeño Ronald Rojas, uno de los integrantes de la delegación que viajaría a Morelia y que desde hace un cuarto de siglo prepara a nadadores con síndrome de Down, asegura que ya desde octubre de 2013 se había pasado al Ministerio del Deporte —a través de Fevepodin, la federación que agrupa a aproximadamente un centenar de tritones y sirenas con esta condición— la solicitud para el viaje al Mundial. El despacho que dirige el ministro Antonio “Potro” Álvarez aprobó el presupuesto de 15.000 dólares por el costo de los boletos a México, y todos los trámites se hicieron en los plazos fijados.

Es pocas palabras: en este caso, el Estado se anotó un autogol en cuanto al manejo eficiente de sus propios recursos.

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“La primera irregularidad es que como venezolanos tengamos que adquirir pasajes en divisas. Cuando fuimos a hacer la compra del boleto para salir desde Maiquetía, cada boleto ya no costaba 1.200 dólares como la semana antepasada, sino que en la agencia querían cobrarnos 4.400 dólares. Se prendieron las alarmas. No podíamos agarrar esa deuda. Conseguimos el mismo pasaje para salir desde Cúcuta en 1.200 dólares. Viajamos por tierra a Colombia para picar adelante, porque desde el Cencoex nos habían notificado que se había aprobado la solicitud. Pero pasaron los días y ni el miércoles 5, ni el jueves 6 ni el viernes 7 se liberaron las divisas asignadas.

Tuvimos que devolvernos y pernoctar en San Antonio del Táchira pues ya no teníamos más recursos, hasta que como jefe de delegación decidí que nos devolviéramos a Valencia el sábado. Responsabilizamos a la vicepresidencia de Administración de Divisas de Asuntos Especiales del Cencoex, que gestiona las cuentas de las delegaciones que viajan. Creemos que fue un caso de simple burocracia. Esta denuncia no tiene nada que ver con política. Es más, si me preguntas a mí, yo sí creo que hay guerra económica, porque una agencia que te sube los boletos de 1.200 a 4.400 dólares una semana después hay que multarla o cerrarla. Eso es especulación. ¿Qué me han aportado a mí los atletas con síndrome de Down durante 25 años como entrenador? Calidad de vida. Cada uno es distinto al otro y todos los días te enseñan un poquito. Te ayudan a ver la vida con otra perspectiva. Este mundial era su evento tope. En Cúcuta vivimos una situación de mucho estrés. Por supuesto, entre ellos ha habido manifestaciones de rechazo, frustración y desánimo. Pero ellos son los primeros que se te acercan y te dicen: ‘Tranquilo, profe, siempre hay una próxima vez y nos vamos a seguir preparando”.

Se mancha la generación dorada

Los nadadores con síndrome de Down —cuyos padres y representantes están gestionando una audiencia para elevar una queja formal ante el Ministerio del Deporte— son emblemáticos, pero no han estado solos. La trilogía del mal de crisis de boletos aéreos, las restricciones cambiarias y los recursos presupuestarios ha enturbiado la leyenda de la generación dorada de logros deportivos que exhibe la administración gubernamental. Algunos de los atletas que hicieron preparación en altura antes de los actuales Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014, como las selecciones de waterpolo, también incluyeron periplos obligatorios desde Cúcuta y Bogotá. Deportes de relativo poco peso mediático como el velerismo, la lucha y el levantamiento de pesas no cumplieron sus cronogramas de compromisos internacionales previos a los Juegos Olímpicos de la Juventud Nanjing 2014 (categoría sub-18). De lo mismo se ha quejado de manera pública y notoria Daniela Larreal, ciclista cinco veces olímpica. En el fútbol profesional, el Caracas FC se tomó cinco días, cuatro escalas aéreas y dos traslados por tierra para llegar a última hora a su compromiso en Ayacucho con el Intigás peruano en la Copa Sudamericana, el pasado agosto.

“A un hijo con síndrome de Down hay que recibirlo como a los demás niños”, recomienda Edda Quintero. “De repente con más dificultad, pero va a evolucionar igualito que otro. A José Andrés, por ejemplo, lo que más le altera es que le repitas las cosas muchas veces. Le gustan mucho los helados y las tortas, pero él sabe que como atleta no puede excederse. Yo me aferré mucho a Dios, a la parte espiritual. Como familia de clase media, nos resultan extremadamente costosas las terapias de lenguaje y sicopedagogía, pero la estimulación debe ser continua, no puede detenerse. Lo que le pasó le frustra a él y a nosotros, porque se había preparado mejor que nunca. Dejó los estudios para dedicarse 100 por ciento a la natación. ¿Si se va a desmotivar? ¡No, mijo! Los sueños de esos chamos no se los va a quitar nadie. Son demasiado inocentes. No tienen ninguna malicia en su cabeza para pensar que eso les puede pasar de nuevo”.

¿Cómo era que se llamaba aquella serie de televisión? Corky, la vida continúa.

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