Opinión

Juan vino de visita

"Una vez leí que un amigo es alguien con quien se puede pensar en voz alta. Es alguien para quien un gesto dice más que mil palabras", reflexiona Carolina Jaimes sobre la amistad

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juan

Ayer vino de visita Juan. Juan a secas, así, sin apellido, porque para nosotros los Jaimes Branger, cuando hablamos de Juan, nos referimos al mejor amigo de infancia de mi hermano Ricardo, quien pasaba tanto tiempo en la casa, que se convirtió en otro hermano.

Juan nació en Cuba y llegó chiquito a Venezuela. Aquí ha vivido toda su vida, la mayor parte, en el interior del país. Teníamos tiempo sin vernos, pero vino a Caracas y nos reunimos. ¡Es asombroso cómo, con los amigos queridos, el tiempo no pasa! Fue tal cual lo mismo que nos hubiéramos visto ayer. Es lo maravilloso de la amistad, que uno reconecta de inmediato.

Juan entró recordando. Por lo primero que preguntó fue por los equipos de música de mi papá, un melómano impenitente, y se sorprendió al ver que conservamos las maravillosas cornetas donde escuchábamos música a todo volumen.

Nos sentamos a conversar como cuando éramos adolescentes. De aquella época cuando éramos felices ¡y lo sabíamos! Nosotros tuvimos la fortuna de haber crecido en aquella Venezuela idílica, donde no había mayores problemas, el país más promisorio de América Latina. Llevamos a pasear la memoria hacia aquellos tiempos. Nos reímos a carcajadas. Revivimos momentos entrañables. También hablamos de algunas situaciones que nos entristecieron y de cómo las solventamos. Del presente, sólo dijimos que “Juan es ciudadano de dos países comunistas, Venezuela y Cuba” y nosotros, “ciudadanos de un país comunista”, vuelto leña, dañado, pero a pesar de todo encantador, nuestra Venezuela. Quedarnos aquí fue una decisión pensada, y aquí seguimos, haciendo bien lo que hacemos, resistiendo como los capitanes de los barcos…

Una vez leí que un amigo es alguien con quien se puede pensar en voz alta. Es alguien para quien un gesto dice más que mil palabras. Es alguien que puede entenderlo todo, porque no está ahí para juzgar, sino para apoyar y fortalecer (y estas palabras son robadas a Juan, quien me escribió eso por el Whatsapp).

En este año tan difícil, la mayor lección que me queda es que mi tesoro son mis afectos. Que necesito muy pocas cosas materiales. Que no hay mejor regalo que una tarde con los amigos de toda la vida. Que perdemos mucho tiempo preocupándonos por cosas irrelevantes.

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La vida, en ocasiones, nos hace regalos. A mí me regaló otro hermano, por allá por 1965… Tengo otros hermanos de vida, tan importantes como mis hermanos, porque yo los escogí. Por eso creo más en los nexos del espíritu que en los de la sangre. La familia es un azar. Buena, mala, mejor, peor… es la que nos tocó. Yo tuve la suerte de tener hijas, padres, abuelos y hermanos maravillosos. Pero los amigos los escogemos. Por eso son tan nuestros. Por eso son para toda la vida.

“Dejamos pendientes muchas cosas”, me dijo Juan. ¡Por supuesto que dejamos muchas cosas pendientes! Nunca es suficiente el tiempo que se pasa con un buen amigo. Lo bueno es que tenemos el firme propósito de no dejar pasar tanto sin reunirnos de nuevo. Cuando uno es joven siente que es dueño del tiempo. A medida que pasan los años, cada vez se siente más que el tiempo es lo que más nos falta. Por eso atesoraré la visita de Juan, porque además de que fue una alegría enorme, fue un tiempo precioso.

Si tienen algún amigo a quien no han visto en mucho tiempo, no le den largas a reunirse con él. Hay muchos obstáculos en nuestra Venezuela hoy, siendo quizás los mayores la pandemia y la gasolina. Pero el que Juan haya venido de visita ha sido el cierre bueno de un año malo.

Lo mejor para 2021, queridos lectores.

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