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"Kingdom", la apuesta de Netflix a las artes marciales

La vida ordinaria de peleadores dispuestos, como dijo Hemingway, “a cambiar su vida por un buen espectáculo de violencia”, es narrada desde un drama familiar que evoca tanto al yonqui de Burroughs, el realismo sucio de Bukowski y lo grotesco de Palahniuk, en una serie deportiva que, quizás, terminó demasiado pronto

"Kingdom"
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“Kingdom” (2014-2017) es una serie que merece ser vista y reivindicada, aunque -en apariencia, solo en apariencia- tenga cuatro contras:

1-El nombre. “Kingdom” compite directamente con “Animal Kingdom” (2016- ), producción de TNT, “The Kingdom” (1994-1997) tótem de Lars Von Trier; la coreana (y muy aclamada) “Kingdom” (2019) y “The Kingdom” (2007), thriller de acción encabezado por Jamie Foxx y Chris Cooper. Así las cosas, la ficción de los peleadores profesionales tiene muy cuesta arriba resaltar entre títulos homónimos.

2-Las sinopsis faranduleras afirman que “Kingdom” es un show sobre MMA (por las siglas en inglés de Artes Marciales Mixtas) protagonizado por una estrella pop: Nick Jonas. Estrategia de marketing no solo fallida, sino injusta con la complejidad del resto de sus personajes.

3-Ninguno de los tráilers, léase bien, ninguno, le hace justicia a la trama.

4-Dicho lo anterior, no es de extrañar que, luego de tres temporadas y con un déficit de audiencia bárbaro, se decidiera cancelar la serie. Hasta 2020, cuando el gigante del streaming hizo de las suyas.

Netflix al rescate

El 22 de junio Entertainment Weekly reunió –vía Zoom, claro- a Byron Balasco, creador de la serie, y al elenco, para anunciar que desde el 1 de julio, las tres temporadas estarían disponibles en Netflix.

La noticia estuvo a cargo de Frank Grillo, el mismo actor que interpretó al entrenador de MMA Frank Campana en “Warrior” (2011) y que, en “Kingdom” brilla en sus verdaderos colores al interpretar al legendario, alcohólico e irredimible peleador, Alvey Kulina.

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La historia está protagonizada por Alvey, su pareja, hijos y pupilos.

Alvey Kulina es un veterano ex peleador de MMA quien administra, junto a su pareja, Lisa Prince, el gimnasio Navy Street, dedicado a entrenar a peleadores profesionales. Entre la jaula de pelea, las pesas, protectores bucales y mucho whisky, Alvey asiste a terapia y le confiesa a su psicólogo cuán contenta está Lisa con el hecho de haber incorporado a su disciplina hablar de sus problemas con un profesional.

Si bien “Kingdom” es una serie donde abundan las escenas de entrenamiento y combate, la apertura de varios de sus episodios inicia con monólogos de Alvey, ya no el ex veterano peleador profesional, sino el hombre, padre de dos hijos; iracundo; alcohólico y depresivo, que busca en terapia apaciguar, al menos por un rato, sus varios demonios.

En cada sesión el peleador se revela mediante monólogos agresiva y armoniosamente construidos, como un hombre más próximo a la animalidad que al raciocinio; administrando sus neurosis con sesiones de sparring, botellas de whisky y antidepresivos, permitiéndole a Frank Grillo desplegar un talento actoral poco aprovechado en el pasado.

En junio, la revista Forbes calificó a Frank Grillo como un Mogul (término para referirse a alguien poderoso en la industria cinematográfica) del cine de acción, siendo “Kingdom” el relato de más largo aliento que le permite a Grillo marcar distancia de la mayor parte de sus personajes, sin perder el protagonismo propio del género de acción.

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Joyas Kulina

Alvey es el padre de Jay y Nate Kulina (Jonathan Tucker y Nick Jonas, respectivamente).
Jay, el mayor, es, por mucho, el personaje mejor escrito y construido de la serie: peleador superdotado y de carácter extrovertido que, por momentos, recuerda al peleador y entusiasta de la marihuana, Sean O’Malley, siendo Jay Kulina un hombre familiar, sensible e iracundo, en permanente batalla contra sí mismo, por su adicción al alcohol y a las drogas duras.

El parecido entre Alvey y Jay, su primogénito, mantendrá una relación armoniosamente tensa entre ambos personajes a lo largo de la serie, destacando Jay como un personaje consciente de sus debilidades y adicciones y, en contraparte, Alvey, el padre quien no acaba de asumir las tendencias autodestructivas que lo componen como individuo.

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Nate Kulina, el menor, es en cambio un tipo disciplinado e introvertido, que se escuda entre sesiones de sparring, levantamiento de pesas y maniobras de jiu jitsu, para evitar su cada vez más latente homosexualidad, siendo este el secreto mejor guardado de toda la serie, cuyo abordaje de la agenda LGBTTIQ invita, desde un entorno en apariencia machista y exclusivamente heterosexual, a repensar el concepto de inclusión y nuevas masculinidades.

Jay y Nate fueron abandonados por su madre, Christina (Joanna Going), prostituta y heroinómana, eventualmente rescatada por Jay, quien se encarga de rehabilitarla e incluirla en su vida y la de Nate. Desde entonces, la familia como soporte será el ancla que mantendrá a Jay alejado de la aguja, hasta una nueva recaída.

Mientras esto ocurre, Lisa, también administradora de Navy Street y figura de afecto para los hermanos Kulina, debe asumir el regreso de Christina (aún casada con Alvey) y las implicaciones morales y afectivas que su presencia representa.

No hay personajes secundarios

Como los miembros de Navy Street “nunca pagan a tiempo”, Alvey recluta a Ryan Wheeler (Matt Lauria), ex pupilo y ex prometido de Lisa, quien reaparece luego de cuatro años de prisión, tras haber dejado a su padre cuadripléjico en un arranque de ira.

Si bien la complejidad del cuadro de los Kulina se lleva una gran parte del conflicto, la figura de Ryan Wheeler ex presidiario y peleador redimido, abarca una buena porción del relato de las familias disfuncionales, violentas e irredimibles.

Indigente y en libertad condicional, Wheeler ingresa a un centro comunitario donde comparte habitación con Keith (el entonces desconocido Paul Walter Hauser, hoy protagonista de Richard Jewels, la última cinta de Clint Eastwood), un paranoico esquizofrénico, afecto a copular con frutas y quien, a pesar de sus carencias emocionales y delitos que lo execraron paulatinamente de la sociedad, nunca dejó de brillar como un personaje noble y fiel a Wheeler.

Así, Ryan asume el papel de hermano mayor de Keith, en una dinámica que mantiene una permanente sensación de ternura y suspenso, ante la inocencia criminal de un personaje carente de lucidez en gran parte de la historia.

A pesar de la amenaza constante que Keith representa, Ryan no deja de ser un peligro para sí mismo y para la sociedad, transgrediendo y violando la ley, desde la torpeza de quien no calcula si podrá, o no, salirse con la suya.

Distintas lecturas

En “Kingdom” abundan buenas y sangrientas escenas de acción; hombres fuertes haciendo ejercicios y dándose puñetazos. También hay larguísimas líneas de coca y secuencias yonquis a lo William Burroughs. Pero quizás, lo que más pesa de su capacidad narrativa, es el tránsito, a lo largo de la segunda temporada, de una madre primeriza después un aborto espontáneo en avanzado estado de embarazo.

La escritura de Byron Balasco (escritor cuya belleza narrativa evoca la estilística de Hemingway; al realismo sucio de Bukowski y lo grotesco de Chuck Palahniuk) logró prescindir y colocar de fondo las pesas, los guantes de box y las jaulas de combate, obligando con maestría, tanto al elenco como a la audiencia, a transitar por el síndrome post-aborto y sus afectaciones emocionales y afectivas.

Como en “The Fall” (2013-2016), serie que a pesar de girar en torno a un asesino en serie, nunca dejó de ser profundamente femenina, “Kingdom” cimenta gran parte de su narrativa en las historias de sus personajes femeninos, como el de Alicia Méndez (Natalie Martínez), una peleadora entrenada en Navy Street, quien pasa de vivir en su carro a triunfar en las grandes esferas de las Artes Marciales Mixtas.

“Kingdom” es una serie que merece ser rescatada porque, además de haber sido hecha con muy poco presupuesto (esto se nota en ciertos movimientos de cámara y detalles de fotografía), siempre mantuvo distancia de la tendencia efectista del cine de acción, enfocándose en problemáticas cotidianas y marginales de un sector de la sociedad dedicado a la práctica de un deporte, todavía, mal visto por diversos sectores de la sociedad, como lo es el MMA.

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