Cultura

Kong ya no escala rascacielos para impresionar

Un buen monstruo es una tentación para Hollywood y, claro está, para el público. Pasaron 12 años para que, luego de aquella adaptación de Peter Jackson, en Kong: La isla calavera, volviéramos a ver a este gigante en la gran pantalla.

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Corre el año de 1973, en pleno ocaso de la guerra de Vietnam, un grupo de exploradores, apoyados por el gobierno, y regidos por el Comandante Preston Packard (Samuel L. Jackson), se acercan a un archipiélago al sur del Pacífico hasta ahora inexplorado. Algo no se muestra en los mapas y están dispuestos a saber qué es. Uno a uno son derribados luego de bombardear el suelo entre los peñascos… y este es el primer encuentro de nuestros protagonistas con esta icónica bestia.

A lo largo de la cinematografía, un desfile de rubias bellezas ha pasado por las manos de King Kong, desde Fay Wray, en el clásico original de 1933, hasta Naomi Watts en 2005, sin dejar de mencionar a Jessica Lange casi desnuda en 1976. Este 2017, Brie Larson, cómodamente mejor vestida para intercambiar conmovedoras miradas con el gorila y que poco tiene de aquellas divas, se une al equipo de expedicionarios que alborota a la bestia, interpretando a una fotógrafa de espíritu libre y guerrera.

Ella, junto a los sobrevivientes del ataque de Kong -un teórico de las conspiraciones (John Goodman) y un sospechosamente atractivo mercenario (Tom Hiddleston)- se toparán con Hank Marlow (Jonh C. Reilly), un soldado de la Segunda Guerra Mundial que ha estado varado en la isla desde 1944 y que será el guía de la tripulación hacia el lado norte de la isla, donde tienen solo dos días para encontrarse con un equipo de rescate. Desde entonces las armas y la acción marcan un ritmo dinámico y divertido durante las casi dos horas de película (una hora menos que lo que duró la última versión, la de Jackson).

No han sido pocos los que han ido a comparar las escenas iniciales con la Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola, o los que hallen en el papel de Hiddleston una suerte de Indiana Jones, que llega a solapar inclusive al gigante negro. Lo cierto es que con guiños al cine clásico de (acción + fantasía), y muy especialmente al primer King Kong de 1933, Kong: La isla calavera es una honesta opción para quienes disfruten el cine fantástico, sin ánimos o intelectualismos de andarse cuestionando que una sarta de gigantes bestias se peleen entre sí.

¿Un Jurassic Park / Jurassic World pero con un gorila y otras criaturas descomunales? Es una válida comparación, pero ¿quién no disfruta eso? La carencia de nuevas ideas en Hollywood, tan criticada desde hace rato, aún no ha mermado significativamente la taquilla. Esta vez la carnicería roza límites de extravagancia, neutralizada por un elenco de primera y un excelente repertorio de chistes cortesía de Reilly. Una inesperada mezcla de aventura, acción, suspenso y comedia, para no pensarla mucho. Si usted necesita una lógica para adecuarla a una película con un gorila gigante, se equivocó de título.

En esta séptima versión de la película original, la del director Jordan Vogt-Roberts, Kong vuelve a levantarse cuando siente una amenaza, noble y violento al mismo tiempo. Con un tamaño mucho más grande que en sus versiones anteriores pero con el mismo temple de caballero al rescate que lo ha hecho inmortal en la cultura popular, ahora se ahonda en su propio territorio. Una mitología más allá del monstruo rodea a la bestia y por fin la vemos, irónicamente, en una de las versiones menos puristas de la historia.

Queda claro que esta es la segunda película de una franquicia de grandes monstruos que Warner Bros. empezó a hilvanar con Godzilla en 2014. Un nuevo universo que se expande en el cine, tal como el pionero de Marvel y los posteriores de DC Comics y Universal Pictures, con sus propios monstruos, así que los fanáticos de estás monumentales aventuras, luego de este precedente, pueden empezar a esperar la próxima entrega, que podría ser sobre Mothra o Gihdora.

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