Internacionales

La arriesgada vía de la represión en Israel

Judíos ortodoxos asisten al funeral de Moshesh Twersky -uno de los asesinados hoy en la sinagoga. Luego de los sucesos en Jerusalén Oeste, el primer ministro  de Israel prometió que aplicará una "mano de hierro". Netanyahu ordenó la destrucción de la vivienda de los asaltantes. Además acusó directamente a Hamas del atentado. 

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Fotografía de AP

Tras el sangriento atentado cometido en una sinagoga, Israel ha prometido más mano dura contra los palestinos, pero esa política corre el riesgo de incendiar un ambiente que ya se convirtió en explosivo, advierten los expertos.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, reaccionó rápidamente con la promesa de que aplicará una «mano de hierro», tras la muerte de los cuatro judíos a manos de dos palestinos, abatidos luego a balazos por la policía.

Esa declaración deja presagiar una reacción muy dura, aunque el primer ministro no dio detalles por el momento.

Según Daniel Nisman, experto israelí en seguridad, «la policía se prepara para un despliegue más importante» en Jerusalén y en particular en la parte palestina ocupada y anexada. «Otros hablan de que el ejército patrulle en los barrios de Jerusalén Este, pero eso no fue ni confirmado ni validado».

La Ciudad Santa entró en ebullición a partir de julio, con el asesinato de un adolescente palestino quemado vivo por extremistas judíos en represalia por la muerte de tres jóvenes israelíes, secuestrados y asesinados por palestinos.

La sangrienta guerra en la Franja de Gaza acabó de enrarecer el clima y luego se sucedieron los atentados, que ahora también afectan a Tel Aviv y a la Cisjordania ocupada.

Medidas de doble filo 

Daniel Nisman explica por qué aplicar medidas contra los palestinos es tan arriesgado:

«Para que cesen esos ataques lo único que se puede hacer es acordonar los barrios [palestinos], pero esa es una medida de doble filo: aplicarla implica agravar las tensiones con sus habitantes, cuya mayoría rechaza sin embargo una escalada».

Para Mark Heller, politólogo israelí en el Instituto de Estudios para la Seguridad Nacional (INSS), «no hay solución milagrosa».

«No existen medidas que permitan impedir el paso al acto de ‘lobos solitarios’ que se despiertan un día y deciden pasar a la acción», asegura. «Está claro que el gobierno endurecerá sus posiciones, pero eso no resolverá el problema», predice.

Netanyahu ordenó la destrucción de las casas de los dos asaltantes, una medida controvertida y que fue suspendida hace cerca de 10 años por el ejército que la consideraba «contraproducente».

Cuatro familias de presuntos autores de atentados en Jerusalén en las últimas semanas ya han sido víctimas de esas medidas punitivas, pero la justicia debe aún dar su veredicto al respecto.

«El gobierno israelí piensa que son métodos eficaces, pero toda medida tiene sus inconvenientes», advierte Nisman.

Kobi Michael, otro investigador del INSS, estima que el atentado del martes «podría dar un vuelco a la situación», ya que después de este ataque en un lugar de culto -hecho rarísimo- «todo el mundo está muy nervioso».

Israel no podrá reforzar indefinidamente un dispositivo legal y de seguridad, que ya alcanzó casi sus limites, a juicio de este experto.

«Cuantas más fuerzas de seguridad haya [sobre el terreno], más fricciones y posibilidades de sufrir ataques existen, que llevarían a una escalada que ninguna de las partes quiere», explicó Michael.

Netanyahu ha imputado al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abas, y al Hamas islamista la responsabilidad «directa» de este ataque.

El canciller israelí , el ultranacionalista Avigdor Lieberman, acusó a Abas de haber «deliberadamente transformado el conflicto en un conflicto religioso entre judíos y musulmanes», una recriminación que también utilizan los responsables palestinos.

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