Venezuela

La epidemia de depresión

La verdad es que el venezolano nunca había sido particularmente dado a la depresión. Por lo menos, en la psicología colectiva. Entre el cheverismo y la gozadera, el depresivo siempre había sido visto como el aguafiestas.

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FOTOGRAFÍA: ARCHIVO | AP

A diferencia de otras latitudes y épocas que vieron con respeto y arrobo la melancolía, el spleen y el abatimiento, el Caribe nos hizo más afines a la bullanga y el jolgorio. Con toda la ironía de quien revisa las alegrías y miserias humanas, Tu país está feliz, la obra de teatro dirigida por Carlos Giménez y que dio origen al grupo Rajatabla, destapó con agudeza las apariencias y superficialidades de la sociedad venezolana de los años 70.
La obra era extensible a todo el siglo XX. Como decía mi analista y amigo, Rafael López-Pedraza, uno de los grandes abogados defensores de la depresión, el primer obstáculo que uno encontraba al ejercer la psicoterapia en Venezuela era que de entrada el analista se enfrentaba con “una psicología de merienda y piñata”. Por alguna razón atada a la cultura, la experiencia no tocaba fondo, como si una capa superficial hiciera que la reflexión rebotara antes de tiempo. No había ni consciencia de fracaso ni consciencia trágica. La vida parece, ahora, habernos puesto de cabeza. La depresión nos ha tomado por la espalda.
La depresión es algo muy serio, está llena de símbolos y significados, y no puede ser comentada de manera general. Le pertenece a una vida con todas sus complejidades. Pero si miramos alrededor y nos atenemos a cualquier manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales nos encontramos con que muchos de nuestros conocidos y amigos, gran parte de la sociedad venezolana, cumple con los criterios diagnósticos.
En principio, la depresión mayor y los trastornos distímicos se identifican si la persona muestra, entre otros síntomas, (1) un estado de ánimo depresivo o triste la mayor parte del día, (2) baja autoestima (3) disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en las actividades, (4) sentimientos de desesperanza, (5) insomnio, (6) sentimientos de inutilidad, (7) falta de energía o fatiga, (8) disminución de la capacidad para concentrarse o tomar decisiones. Algunos manuales afirman que la característica esencial es que la persona tenga durante al menos 2 semanas un estado de ánimo desesperanzador, triste, que se sienta desanimada, que piense que no hay salida, o que ésta está muy lejos, y que le parezca haber caído en un pozo.
En los últimos días he sabido de varios dolorosos e inesperados suicidios. La muerte es un misterio que le pertenece a cada quien y cada persona la asume de manera individual, pero independientemente de las peculiaridades y complicaciones de la historia personal, hay situaciones colectivas que facilitan y estimulan ciertas experiencias mentales.
Además de todos nuestros males políticos y sociales, más allá de los problemas de subsistencia, la escasez, la inflación, la pobreza, podemos afirmar que en Venezuela hay, hoy por hoy, una epidemia de depresión profunda. Y como toda, epidemia, la enfermedad es contagiosa.

Para las grandes masas populares, el corazón del trastorno es que la revolución bolivariana quebró las esperanzas, resultó un colosal fraude. Y si desde el punto de vista individual, y como decía López-Pedraza, la única forma de entender el significado de la depresión es respetando sus lentitudes, su tiempo y su proceso, desde el punto de vista colectivo, lo único que puede sembrar nuevas ilusiones es seguir luchando.
@axelcapriles]]>

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