Internacionales

La era Trump

El espanto es intransferible. Lo que siente un venezolano que vive en Estados Unidos y ve a Donald Trump crecer en las encuestas es incomparable. Los errores humanos se repiten, y son indiferentes a la sociedad, la cultura, el idioma y el tiempo histórico en el que se producen. Y si no pregúntenle a los latinos que, como si fuera poca la calamidad, apoyan a Trump.

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Trump
AFP PHOTO / JOSH EDELSON

Tiempo convulso éste. Hace un año nos indignamos sin pensar que aquellas ofensas a los mexicanos se convertirían en un sistema de menosprecio e insulto permanente, que encima lograría tener éxito en el electorado.

Hace un año que no podemos escuchar ideas. Pasaron al basurero de la historia todos los logros que en sus gestiones como gobernador traía a la mesa Jeb Bush. Nadie supo sobre las valiosísimas propuestas de John Kasich, un fidedigno representante de la alta política republicana conservadora y tradicional.

Trump se ha encargado de pautar la agenda: y hemos terminado todos de sobresalto en sobresalto (¿les suena?): de salir de la OTAN a expulsar a los musulmanes, de llamar cara de puerco a una mujer candidata a mandar a golpear a un opositor en una de sus manifestaciones. “No te preocupes, que yo te defiendo en la Corte”. Y un larguísimo listado de escándalos que han pasado por las narices de todos.

Lo grave es el gusto que eso produce en millones de estadounidenses que, con la primitiva idea que Trump les vende de regresar a lo que “era” Estados Unidos (una idea imposible de lograr), se excusan diciendo que él es así porque está en campaña, legitimando la ausencia de conocimientos, opiniones especializadas, civilidad y planes abstractos para la conducción del futuro de este país, atributos de los que Trump carece.

Lo grave no es que Trump no tenga los conocimientos. Sino que le importa un bledo. Y con ese mismo cinismo arrasa con todo cuanto se le planta: confiesa sin estupor que ha utilizado las leyes para favorecer a sus empresas, amenaza a los republicanos con dividir al partido si intentan condicionarlo, pide a los rusos que se inmiscuyan en asuntos internos de seguridad y convoca la tortura y otros crímenes de guerra.

Todo eso en medio de balbuceos. Su idioma ágrafo, monosilábico. De frases cortas. Ideas inconexas con un solo propósito claro: llamar la atención. Ser visto. Sin formas. Sin límites. Sin reglas. Sin leyes. Mírenme a mí. Yo soy. Miren qué acostumbrado estoy al poder. Hago lo que me da la gana. Me cago en la convivencia, en la tolerancia, en las leyes, en el respeto al otro. Lo único que importa soy yo.

Nunca pensé que alguien me produciría más espanto que Hugo Chávez. Pero ya ven, la vida no deja de sorprenderte. Donald Trump es un fenómeno electoral que amenaza con llevarse por delante la economía, la estabilidad y la configuración de principios de este país. Y, lo peor, del planeta entero. No olvidemos que de ganar, “Donald”, como ahora le dice Hillary (recuerda a Capriles diciéndole “Nicolás” a Maduro), tendrá a su mando la fuerza militar más potente de la Tierra.

Por momentos no puedo explicar tanta estupidez. Leo teorías antropológicas que muestran que la evolución nunca es lineal. Y me da por suponer que se trata de una reacción a los últimos ocho años liberales que han marcado a Estados Unidos: un negro en la Presidencia, una mujer candidata, un socialista con un capital político insólito en un país anticomunista. Matrimonio gay con rango constitucional. Cambio en las relaciones con Cuba. Negociación nuclear con Irán. Regreso de decenas de miles de tropas de Oriente Medio.

De pronto los instintos reaccionarios de la sociedad se han activado.

Pero vaya activación. Trump y sus seguidores han acabado, en principio, con el partido republicano. Vamos a ver qué más logran.

Me deja estupefacto conocer de gente que es inmigrante o descendiente de inmigrantes (¿quién no?), ha ido a la Universidad, valora el conocimiento y disfruta de la pluralidad internacional, y apoya a Trump. El ser humano puede convertirse en gorila cada vez que lo desea.

Ésta luce como la prueba más decisiva que haya tenido este país desde su fundación. Sin ser un especialista en su historia, creo que ni siquiera con el macartismo su destino se jugaba tanto.

Ojalá sean vapores de la fantasía. Una prueba superada. Una anécdota que tiremos a la basura el próximo noviembre. La era Trump.

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