Opinión

La fórmula de la felicidad

Después de advertir que la felicidad es un concepto muy personal, Ricardo Adrianza ofrece aproximaciones para lograrla

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la felicidad
Foto de portada: Skitter Photo / Pexels

Definir la felicidad no es nada fácil y menos aún establecer una fórmula que nos funcione a todos. La felicidad es un concepto personalísimo que considero va gestándose con el paso del tiempo y con la madurez que nos va regalando la conjunción de momentos y experiencias que nos enriquecen.

Su búsqueda, es tarea obligada para muchos que pretenden surfear los momentos duros que se nos presentan en el camino de la vida. Es muy claro que la representación gráfica de la vida se dibuja en subidas y bajadas – unos más que otros – de allí, que caer y levantarse sea cosa de todos los días.

Al contrario de lo que muchos piensan, la felicidad en modo alguno es ausencia de dolor. Pero siendo más conscientes de las situaciones que lo genera, nos proporciona un escudo para construirla. Lo hermoso aquí, es que nuestro norte sea entregarnos al proceso de la vida respetando los códigos de valores que nos harán buenas personas, y eso querido lector, tiene un valor incuestionable para transitar este sendero.

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Foto: Juan Méndez / Pexels

Para Sócrates – filósofo griego – y para la mayoría de los filósofos de aquella época, la búsqueda de la felicidad es el propósito principal de la existencia. Al contrario, yo pienso que la felicidad no se busca, pues la vida misma es un regalo que debemos valorar en todas sus facetas, juntando las tristezas y decepciones, para convertirlas en experiencias y aprendizajes valiosos que nos hacen crecer como personas.

La clave: anclarse en el disfrute pleno de lo que hemos conseguido y despegarse –prudentemente – de las expectativas perversas que nos generan tanta ansiedad.

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Con lo anterior no pretendo decirte que no tengas aspiraciones y que trabajes duro para conseguirlas. Solo pretendo alertarte que, si te enfocas en las sensaciones que te dejan los objetivos no alcanzados o si a pesar del esfuerzo los sigues mirando de lejos, seas consciente que eso es parte del proceso. Entonces, evita alimentar esa diferencia que hay entre tu realidad vivencial y tus expectativas. Eso, te aseguro, te dará un plus para vivir más lineal y aterrizado en lo que es realmente importante: ¡el momento presente!

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Foto: Hassan Ouajbir / Pexels

Como todos, tengo una opinión muy personal con relación a este concepto, y en las oportunidades que he podido desarrollar mi reflexión con relación a este fundamento mi respuesta nunca ha cambiado: Para ser feliz, simplemente hay que Ser, ¡haciendo el bien y pensando bien!

Quizás la simpleza de mi sentencia los sorprenda y piensen que mi enunciado no tiene sentido. Pero les pido que me dediquen un par de minutos más para ampliarles mi reflexión.

Esquematizando lo anterior, tenemos entonces que la felicidad es igual a Ser buena persona – representado en mayúscula – multiplicado por la humidad, y a ese resultado, sumarle pensar en positivo. En conclusión: F = (SER*h) + P+.

¿A que me refiero con Ser? No pretender ser otra persona. Esforzarte en ser otra persona, te genera angustias y te resta autenticidad. En todas tus actuaciones debe prevalecer tu esencia. Ser significa dejar el pellejo y tu sello en los afortunados que lleguen a conocerte. Situarte del lado de tu esencia te permite ser “humano” y entender que el camino de la vida está construido para que nos equivoquemos, no para ser perfectos.

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Para redondear esta primera parte de la ecuación, te pido que multipliques el SER por la virtud de la humildad. La humildad es la sabiduría de lo que somos. Conociendo el poder de la humildad, estarás consciente de tus imperfecciones y eso te permitirá conocer tus debilidades, y con ello, estar dispuesto al aprendizaje. Con el aprendizaje, te convertirás en tu mejor versión. Siendo tu mejor versión, podrás influir en otros (círculo de influencia) y sembrar el gen de los valores que, en definitiva, llegará a influir en la sociedad en general.

Foto: Daría Schevtsova / Pexels

Por último, nos queda el pensar bien (P+). Este elemento en la fórmula cobra una importancia vital para la construcción de la felicidad. El pensamiento – interpretación de los acontecimientos – tiene un efecto demoledor, bueno o malo, sobre nuestras emociones.

Si pensamos bien (positivo), tenemos buenas emociones. Por el contrario, si pensamos mal, estaremos en problemas.

De allí la importancia de deshacernos de los pensamientos distorsionados e identificarlos, mirando los acontecimientos de una forma positiva y con ojo crítico.

Una buena forma de cuestionarlos es aceptando lo que nos sucede y preguntarnos conscientemente que es lo peor que nos puede pasar. Desde ese podio, te garantizo que se abrirán varios escenarios y podrás interpretar de mejor forma las situaciones que se presentan, o al menos, sacudirás buena parte de las sensaciones negativas que se producen.

Si no concuerdas con lo que expreso, al menos anímate a disfrutar la vida de la forma en que la entiendes, sin arrepentirte de cómo la has vivido. ¡Esa es su magia!

Foto: Edu Carvalho / Pexels

Lo que sí es insustituible, es el valor de Ser una buena persona: redondeará una vida plena de agradecimientos y eso, querido lector, tiene un valor infinito cuando nos acercamos al ocaso de nuestra existencia.

Ese sentimiento de plenitud te acompañará en el cierre de tu vida y te dará la dicha de que, cuando la mires por el visor de la vejez, puedas disfrutarla por segunda vez.

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