Venezuela

Los caciques y la historia menuda que pocos conocen

El cambio de nombre de la Autopista Francisco Fajardo a Cacique Guaicaipuro seguramente es otra maniobra del régimen para distraer. Pero no deja de traslucir una tremenda ignorancia sobre la historia de Venezuela.

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Fotografía: Otilca Radio

Los regímenes totalitarios necesitan su épica y si no la tienen, la construyen. Y sobre la épica venezolana conozco bastante. Sobre todo, de la historia menuda. De ésa que se queda en casa. ¡Pues ya está, llegó la hora de echarla a la calle!

El pintor Pedro Centeno Vallenilla era tío abuelo mío. Muchos lo conocen, simplemente, como “el pintor de los caciques”, porque sus caciques fueron los usados por Italcambio para las monedas que aún venden para los numismáticos, o simplemente, para quienes quieran tener un recuerdo bello y fácil de llevar o guardar.

Pues bien, mi tío Pedro –que vivió muchos años fuera de Venezuela, primero en la Italia de Mussolini y luego en los Estados Unidos- se impresionó con la simbología fascista. No sólo con el “fasces”, el símbolo de poder de la antigua Roma, sino también con la parafernalia de los uniformes militares, los “camisas negras”, los himnos y la heráldica. La mayor de mis tías abuelas (y hermana del pintor) contaba que cuando Tío Pedro se encontró en Roma con su amigo Arturo Hellmund Tello, ambos compartieron la idea de crear una “mitología venezolana” basada en las leyendas de los aborígenes.

De la pluma de Hellmund salieron “Leyendas indígenas del Bajo Orinoco”, “Kai-Hía-Mal (vida de los guaquiríes a la llegada de Colón), “Leyendas indígenas parianas”, “Leyendas indígenas guajiras”, “Luces y sirenas” y otros títulos, casi todos con portadas de mi Tío Pedro. De hecho, el primer Guaicaipuro que él pintó fue en Roma, siendo agregado cultural en la Embajada de Venezuela ante la Santa Sede, en 1935 y expuesto en el Palacio Doria.

Al regresar a Venezuela Tío Pedro se reunió con Antonio Reyes, otro apasionado de construir una “épica” venezolana… y entre él, Reyes y Hellmund lo lograron. De hecho, Francisco D´Antonio, en la biografía que hizo sobre mi tío, cita las declaraciones de éste en 1943:

“Empezaré pronto a pintar una serie de caciques aborígenes, inspirados en la estupenda obra de Antonio Reyes (Caciques Aborígenes Venezolanos). Mi interpretación del cacique no será exclusivamente de índole heroica. El cacique era hombre y como tal, sentía, amaba y era lírico… Antonio Reyes me documentará para ajustarme estrictamente al asunto histórico”.

Y aquí está el quid del tema: que el “asunto” tiene muy poco asidero “histórico”. A Guaicaipuro, por ejemplo, sólo lo menciona Oviedo y Baños, quien ha resultado tener graves omisiones, imprecisiones y errores históricos. La leyenda de que era el gran jefe de una confederación de tribus, hasta donde yo sé, ha sido imposible de probar. Lo que sí parece ser cierto es que opuso feroz resistencia a los españoles que llegaron a Los Teques, a diferencia de casi todos los demás, que se entregaron sin resistencia. La épica la construyeron entre tres venezolanos ansiosos de darle un asidero de gloria a un pueblo carente de ella… y Chávez, entre muchos, se la creyó. Y si no se la creyó, la usó.

Nosotros somos, ciertamente, una interesante mezcla de razas. Pero quizás de la raza que menos tenemos, es de la indígena. Porque en el territorio conocido como Venezuela la mayoría de los indígenas fallecieron a consecuencia de las enfermedades típicas de las regiones tropicales, como el paludismo, de enfermedades traídas por los españoles, como la sífilis y porque simplemente, no eran muchos. Y lo que hace que una raza prospere, es la mezcla. Las mutaciones surgen cuando hay endogamia.

Uno de nuestros primerísimos mestizos fue Francisco Fajardo, una muestra de cómo desde el comienzo de la conquista los españoles se unieron a los indígenas. Fajardo fue pre-fundador de Caracas, luchó contra Lope de Aguirre en Margarita y fue ahorcado por los españoles. Yo me siento orgullosa de pensar que alguien como él pertenece a la historia de mi pueblo.

De manera que las leyendas que el chavismo ha usado no fueron sino las ideas de unos jóvenes apasionados por darle una consistencia mítico histórica a un pueblo que carecía de ella. Claro, para muchos es preferible pensar que la fulana “resistencia indígena” se dio. En algunos casos, sí. En otros, la mayoría, sucedió lo que repetimos como si fuera un chiste: cambiaron oro y perlas por espejitos.

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