Cultura

La maldad en estado puro: Cruella de Vil y la nueva era de los villanos cínicos

El director Craig Gillespie usa a fondo la atmósfera cultural del  Punk rock que rodea la historia, ambientada en el Londres de 1970,  y concibe una versión subversiva de Cruella. Un ingrediente de pura sorpresa en un personaje icónico

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En una de las escenas centrales de la película “Cruella” (2021) de Craig Gillespie, Estella (Emma Stone), futura Cruella de Vil, está de pie frente a una audiencia que vitorea a la baronesa von Hellman (Emma Thompson). Estella, debutante y una virtual desconocida, sabe que debe robarse el show de miradas y la atención, si quiere triunfar en el futuro. De haber sido una película menos atrevida o incluso, con menos sentido del absurdo, lo más probable, es que Estella lo habría logrado con el recurso simple de ser visible.  Pero Gillespie está dispuesto a arriesgarse.

Gillespie usa a fondo la atmósfera cultural del  Punk rock que rodea la historia — ambientada en el Londres de 1970 — y logra que la escena sea impactante, con la combinación del recurso de la música y la puesta en escena retro con toques de inteligente ingenio. Hay algo subversivo, en esta Cruella antes de ser ella misma. Un ingrediente de pura sorpresa en un personaje destinado a ser un ícono pero que antes debe hacerse preguntas, sobre cómo quiere hacerlo. “Escúchame rugir, soy una mujer” dice Estella, espléndida en rojo, negro y blanco, una mujer que se sostiene en unos stilettos y permanece de pie para opacar al resto de la escena “Esto es lo que soy y lo que vengo a ser”.

La escena completa define el tono y el ritmo de la película, un proyecto en el que nadie tenía demasiada confianza. Después de todo, es el enésimo remake de Disney. Mucho menos, uno que al parecer tenía la intención de psicoanalizar a uno de sus personajes emblemáticos. Pero la película se aleja de la fallida densidad simbólica de Maléfica (Robert Stromberg — 2014), para reflexionar sobre la rebeldía y la maldad con una brillante mezcla de entusiasmo retro, que quizás es el elemento más llamativo de la propuesta.

La Cruella de Gillespie es una mujer que no intenta justificar su maldad — presente o futura — sino que se sostiene sobre una historia propia, que deviene con agilidad y un guion bien construido a una conclusión lógica. Estella/Cruella es la encarnación de la ambición y la codicia. También es una furia lenta que termina por crear una propia connotación de lo maligno a través del humor retorcido, el carisma y la capacidad del personaje para simplemente sostener un diálogo sobre lo inevitable de ser lo que deseamos. “Soy villana y me gusta serlo”, dice Cruella, maravillada por su propia cualidad para el caos, el desconcierto y en especial para ser el centro vivo de todas las miradas. Hay mucho de ingenio visual y de glam pop, para narrar una historia que en manos menos hábiles, habría sido un recorrido por traumas y dolores, hasta el éxito arrollador y caída en los infiernos de un personaje singular.

Gillespie sabe que Estella/Cruella es una reinvención moderna, cínica y con un retorcido sentido del humor de la villana de Disney por excelencia. Como si eso no fuera suficiente, también es la historia de contexto que deja a un lado la idea que Cruella sólo es una demente. Aspirante a diseñadora de Modas, en la Londres de la década de los setenta, Cruella es un icono pop a punto de nacer. Se trata de un cambio interesante, que sitúa al personaje en pleno revolución del Punk Rock y en especial en un momento histórico de ruptura.

El argumento es lo suficientemente atractivo como para que el guion no compita — no al menos de forma directa — con el apartado visual, elemento esencial del film ¿Demasiado para un personaje conocido por su odio a los cachorros dálmatas? Podría serlo, a no ser que Estella también representd la crueldad refinada y extravagante que hizo a la Cruella animada toda una figura de referencia.

Como si eso no fuera suficiente, Estella tiene toda la intención de enfrentarse a la Baronesa von Hellman, interpretada Emma Thompson. La confrontación entre ambas es el nudo argumental de la película y lo que llevará a Estella a su transformación final como una villana capaz de sostener un tránsito hacia algo más elaborado.

A diferencia de otros remakes, Disney asume de inmediato que su villana está dispuesta a todo en una batalla dispareja y una venganza sin demasiado sustento. De modo que la dota de una especial capacidad para la manipulación, el fraude, la crueldad refinada y la provocación. Todo mientras se hace evidente que lo maligno en Cruella es un juego de espejos que refleja su capacidad artística, su potencial como creadora y lo que es más significativo, su decisión consciente de lograr el triunfo con toda la habilidad tramposa de su sonrisa torcida.

Emma Stone, además, brinda a su personaje todo lo que necesita para sostener una historia que tiene como principal objetivo deslumbrar. Su forma de interpretar el personaje — a la mitad de una arrogancia medida y una vulgar necesidad de atención — lleva a Cruella a sus mejores momentos. Además de, por supuesto, emparentar el tono y el ritmo del film con la Londres brillante, desprejuiciada y rupturista de una década de cambios.

Por primera vez, Disney toma la consciente decisión de crear un personaje que no complace a nadie — no del todo — sino que se sostiene de algo más poderoso: la capacidad para ser un símbolo. Si la adaptación encarnada por Glenn Close del ’96 era una versión animada de la Cruella en dibujos animados, Gillespie tiene libertad creativa para pintar un lienzo amplio sobre la subversión y lo exagerado. Y lo hace con buen pulso y mejor idea sobre la noción del héroe en desgracia, la condición de lo moral y el punto objetivo del cual se sostiene la película entera. Cruella es malvada, disfruta siéndolo y lo hará sin ningún tipo de prejuicio — o preguntas — sobre su comportamiento.

De modo que esta villana para el nuevo milenio, que escucha “Their Satanic Majesties Request” de los Stone hasta “London Calling” de The Clash, está enfurecida, tiene un pasado dickensiano, pero también es una mujer con un sentido de su poder asombroso, es un personaje más poderoso que cualquier otro que Disney haya mostrado en sus Live Action hasta ahora.

Stone disfruta de mostrar cómo la rivalidad con Thompson (una versión elegante y más idealizada de la Miranda Priestly de Meryl Streep), la convierte en fuente de una divertida capacidad para contravenir, contradecir y salirse con la suya. Todo es rebeldía en esta reencarnación de una villana impenitente, segura y lo que resulta más sorprendente, más transgresora de lo que parece en primer lugar.

Una sonrisa malvada que vale por dos: de Cruella al Joker

En el 2018, Craig Gillespie tomó la historia de un ídolo norteamericano roto y lo convirtió en una extraña película. La versión del director sobre la infame y caída en desgracia Tonya Harding sorprendió al público y a la crítica. No se trataba de una aproximación sencilla a un personaje controversial.

Gillespie se hizo las preguntas correctas y junto a la actuación de Margot Robbie, logró una espléndida mirada sobre la maldad. Pero no una estereotipada, sino con múltiples capas sobre la codicia, la envidia y al final, la ruptura del llamado American way of life. El film se convirtió en un éxito sorpresivo y dejó claro la habilidad del director para personajes ambiguos.

Por supuesto, Cruella no es Tonya Harding, pero si tiene algo de un tipo de maldad codiciosa y voraz que Gillespie podría utilizar a su favor. De la misma manera que el Joker de Todd Phillips (con el cual se ha comparado esta versión de Cruella, tiene una extraña versión sobre la reivindicación, el poder y la venganza.

Sin llegar a la dureza del Joker encarnado por Joaquin Phoenix, Stone otorga a la excéntrica Cruella un sentido del propósito novedoso. ¿Por qué está obsesionada con matar perros? ¿Por qué su estilo es tan marcado y forma parte de algo más siniestro? Mientras que Glenn Close explotó el melodrama en estado puro de la versión animada, Stone encuentra un punto de maldad extravagante que se sostiene sobre interrogantes más estimulantes que sólo el mal por el mal.

Cruella y la fuerza ¿demasiado feminismo?

También, otros de los temas que ha levantado polémica alrededor de la adaptación, es lo que parece ser un rasgo definitivamente reivindicatorio. O que pareciera serlo. En realidad, no es del todo cierto. La Cruella que pantalla está basada en el personaje de la novela de Dodie Smith de 1956 Los Cien y un Dálmatas. El personaje es una combinación de una villana inquietante y algo más siniestro, con toques de humor ocasional.

La combinación permite a Gillespie construir una villana poderosa, que no dependa por completo de su adaptación animada. Además, claro, de abrir una brecha en las adaptaciones live action, que hasta ahora han tenido una acogida tibia y más o menos exitosa en el público. Pero Cruella tendrá una combinación de la poderosa personalidad de su versión literaria y sin duda, mucho del comportamiento extravagante de la animada.

Gillespie logra una obra curiosa, al margen de un universo mayor, del cual se apropia y al que reinventa con mano firme y buen gusto. Lo más probable es que sea el gran objetivo de una película que por ahora rompe el paradigma de trasladar, cuadro a cuadro historias populares. Con su aire de ruptura, extraño y potente, al menos Cruella de Gillespie ha logrado antes de estrenarse atraer el interés del público. ¿Llegó la época de los villanos cínicos a Disney? Quizás sí.

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