Economía

La maquinita de imprimir billetes

Suele decirse que cuando el gobierno financia su gasto con dinero nuevo, emitido por el Banco Central, pone a funcionar la “maquinita de imprimir billetes”.

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FOTOGRAFÍA: FABIOLA FERRERO

Sin embargo, la imagen se ha hecho imprecisa en el tiempo, y puede acabar siendo engañosa. En 1811, por ejemplo, literalmente se utilizó una imprenta para emitir “asignados” como papel moneda. Pagar al ejército con papel y no con oro, pagar el pan con papel y no con plata no fue bien recibido, y esto en algo contribuyó a la caída de la Primera República.

Tanto es así, que al caer la Segunda, en 1814, el pirata Bianchi robó al Libertador parte del tesoro de las iglesias de Caracas y no una caja de asignados, que nadie pensó salvar durante la emigración a Oriente.

En nuestros tiempos ya no se usan oro o plata. La acuñación de monedas y la emisión de billetes no superan el 10% de la cantidad total de dinero que circula en la economía.

La mayor parte está constituida por depósitos creados por el sistema financiero, que al prestar los ahorros de sus clientes multiplican los bolívares creados desde el BCV.

El BCV, a su vez, crea dinero nuevo cada vez que PDVSA o el FONDEN le vende dólares para pagar a los gastos del gobierno. La causa principal de la emisión monetaria en Venezuela es el gasto público, y el grueso de esa emisión no se hace usando la “maquinita”.

El desarrollo de medios electrónicos de pago ha facilitado las transacciones utilizando tarjetas de crédito y débito, y transferencias por internet. La profusión de puntos de venta reduce la necesidad de utilizar billetes y monedas para quienes se encuentran bancarizados y disponen de medios y conocimientos necesarios para hacer uso de nuevas tecnologías. Sin embargo, para algunas transacciones y algunos individuos, las transacciones en efectivo siguen siendo la norma.

Para cumplir sus funciones, monedas y billetes deben satisfacer ciertas condiciones de cantidad, tamaño, durabilidad y denominación, por mencionar unas pocas.

La “maquinita” debe, por tanto, cumplir con ciertos requerimientos técnicos. La cantidad de piezas necesarias para representar un determinado monto de efectivo será menor mientras mayor sea la denominación de la pieza. Por ejemplo, Bs. 5.000 puede representarse con 1.000 billetes de Bs. 5 o con 1 billete de Bs. 5.000.

Para la “maquinita” no es lo mismo imprimir 1000 copias que una sola. Decidir las denominaciones es una tarea que las autoridades monetarias deben realizar teniendo en cuenta la distribución de los precios de los bienes y servicios y la tasa de inflación, entre otras cosas.

En Venezuela, el billete de mayor denominación se ha mantenido fijo en Bs. 100 desde 2007, a pesar de una tasa de inflación que desde entonces supera el 3.000%. La “maquinita” ha tenido que multiplicar los billetes aceleradamente. Sin embargo, no ha sido por eso que los precios han subido tan rápido. La presión sobre los precios no viene de la cantidad de billetes que circulan, ni de su denominación: viene, entre otras causas, de la velocidad a la que el gasto público empuja la expansión de los depósitos en los bancos y hace necesario disponer de mayor efectivo, como proporción de la cantidad total de dinero.

La expresión del efectivo en monedas y billetes responde a las decisiones de quienes deben actualizar el cono monetario. No hacerlo suma a los males que causa la inflación los perjuicios de tener que utilizar mucho papel para comprar muy poco.

Es difícil entender la relación de las autoridades con el efectivo. En la nueva versión del Decreto de Estado de Excepción, publicada en la Gaceta del 13 de mayo de 2016, vuelve a leerse un párrafo deficientemente redactado que indica que el Ministerio con competencia en el área de banca y finanzas podrá coordinar con el BCV la determinación de “límites máximos de ingresos y egresos de moneda venezolana de curso legal en efectivo, así como las restricciones a determinadas operaciones y transacciones comerciales y financieras, restringir dichas operaciones al uso de medios electrónicos debidamente autorizados en el país.»

Las restricciones sobre el uso del efectivo parecen responder a noticias sobre contrabando de billetes. Sin embargo, no solo usan efectivo los infractores de los controles arbitrarios impuestos por el gobierno. También lo usan los pensionados y jubilados.

La culpa del contrabando no es del efectivo. La culpa de la inflación no es de la “maquinita”. La culpa de una acelerada expansión monetaria y de la multiplicación absurda de billetes de pobre poder de compra es de las autoridades.

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