Cultura

La meticulosa exploración de un Tomates Fritos oscuro

Sin mucha parafernalia Tomates Fritos llegó a dos décadas de vida. No hay celebración anunciada, más bien optan por hacer el lanzamiento de su quinto trabajo de estudio, un álbum homónimo de doce canciones con el se propusieron hurgar en la madurez compositiva y cambiar el rumbo de su propia historia.

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El líder y compositor de la banda, Reynaldo Goitia, sacó a relucir sus desilusiones, va tras la búsqueda consciente de su propio camino, se encuentra con el arrepentimiento y al final traza una línea entre esperanza y despecho.

Bajo la producción de Max Martínez, sus integrantes Kike Franco (Guitarra), Tony Maestracci (Batería) y Reynaldo aka Boston Rex, se toman la juiciosa libertad de explorar toda su vena ochentera sobre canciones inspiradas a partir de la introspección del teclado hasta darle forma final a guitarras estilizadas. Post rocknew wave sin deslastrarse del pop, se infiltran en la sonoridad de ésta placa. El rock and roll primario de sus antecesores se desvanece para darle paso a una nueva concepción, señales de un punto de quiebre en su discografía, tal vez una transición momentánea de lo que serán sus venideros años.

El álbum abre con la ligera «Multicolor«, un tema que prepara el camino oscuro y denso en el que se gesta este viaje: «Años buscándote en otros brazos, sintiéndome como extraño, no pertenezco a aquí» dice su coro, que finaliza con una atmósfera synthpop como esas que Coldplay le ha sacado provecho últimamente. «Yo no sé«, es desgarrada e íntima, capta la situación personal de su génesis.

La clave en este disco es la exploración y el riesgo, Tomates Fritos optó por darse una licencia consciente de su propia búsqueda. Sale de la zona de confort de sus experimentos anteriores pero aún así avanzan con la seguridad de la experiencia adquirida sobre el terreno sonoro que no le es desconocido. Antes ya habían dado muestras de su influencia de bandas como New Order o Depeche Mode.

«Calma» es un ejemplo de la transición que conlleva todo este transitar sonoro, una inflexión en la que se genera el juego entre sintetizadores y guitarras, con un enfoque razonable. Progresivamente, y en diferentes tracks,  se revela el uso del falsete en la voz de Reynaldo, como quien tantea gustosamente otra destreza reposada en su inconsciente.

 Tomates Fritos ya había lanzado el sencillo «Me veo sin ti«, donde avisaban que las cosas iban a ser diferentes. No necesariamente representaba el contenido total del disco, pero asomaban el vuelvo, hace match con «Me cansé«. Temas como «Yo estaba mal» (cuando nos taparon las salidas), «Hospital» (Canto porque no quiero escuchar, grito porque no quiero cantar) y «Huyendo de la tempestad«(Caí de nuevo y sin pensar seguí mi rumbo al sur), no solo son las mejor logradas, sino que aglutinan la esencia fundamental y semilla de esta aventura. El triunvirato podría coexistir como una mini-opera donde la denuncia, la apología y el destierro, congenian con el pensamiento y raciocinio social.

Hasta ahora es el álbum más arriesgado de Tomates Fritos, quizás por eso no tiene nombre, es su manera de presentarse como un ente maduro y ejemplarmente libre en sus tomas de decisiones. Lo que define a este quinto trabajo es su capacidad de exploración, se percibe lo meticuloso y se aplaude el logro alcanzado.

Aquí percibimos al Tomates Fritos menos alegre, el más consciente. En el recorrido la lucidez y discernimiento de dos décadas de formación, dan un resultado coherente. No necesariamente el del éxito comercial, a pesar de que el pop es innegable, sino el trabajo consciente de una agrupación perseverante en todo momento.

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