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Llegó la hora de la necesaria reinvención vinotinto

Venezuela sigue de capa caída. Ante Brasil no hubo mayores sorpresas y los errores no forzados fueron nuevamente protagonistas en el andar criollo. Quedan apenas ocho partidos de eliminatoria mundialista, lo que significa que sino se asume de una vez el carácter experimental de estos, es muy probable que el futuro termine pareciéndose a este triste presente. Si no es ahora, ¿cuándo?

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(AP)

A la selección de Rafael Dudamel se le acumulan las dudas de la misma manera que le pasó a Noel Sanvicente. Si el entrenador se resiste a coger el toro por los cuernos y promover las transformaciones necesarias, esta dinámica insoportable puede terminar devorándoselo.

Venezuela aún no encuentra la fórmula para manejar los partidos. No lo hizo con César Farías, tampoco con Sanvicente y todavía no lo logra bajo la batuta de Dudamel. Estos tres entrenadores tienen poco en común, por lo que más que cuestionar sus ideas, vale la pena preguntarse si los intérpretes son los adecuados, no en vano muchos de ellos han protagonizado esos ciclos sin que, a pesar de la concepción del fútbol que define a cada uno de esos entrenadores, existan muestras de la necesaria adaptabilidad táctica que permita competir en igualdad de condiciones.

Al no controlarse el juego, las ocasiones en las que los futbolistas están en posesión del balón se caracterizan por la rapidez con la que se busca el espacio, o por la necesidad de sacarse la pelota y tirarla lo más lejos posible. Está claro que esa ansiedad, enemiga de la construcción pensada del juego, no hace más que potenciar una confusión que influye negativamente en la toma de decisiones y en la ejecución de las mismas. Los errores de definición son la consecuencia de eso que se explica.

Esos juicios equivocados explican la pobre actuación de los criollos en el premundial. Pero a estas alturas, más que buscar culpables individuales, se hace impostergable dar comienzo a la etapa de ensayos, porque de lo contrario, este barco, que ya está a mitad de su naufragio, se va a llevar consigo a todo lo que tenga cerca.

¿Cuales deben ser las respuestas a esta crisis? Las variantes, así de sencillo. Ejemplos sobran, y para agregar posibilidades a la discusión, digamos que ha llegado el momento de que, ante los problemas de Oswaldo Vizcarrondo y Wilker Ángel, sea Rolf Feltsher quien ocupe ese puesto, y es que al fin y al cabo esa su demarcación natural; es la oportunidad de darle a Mikel Villanueva seis partidos consecutivos para que se determine seriamente si está o no capacitado para hacerse dueño del lateral izquierdo. Como estas opciones hay miles, pero ponerlas en práctica no depende de usted o de mi sino del liderazgo de Rafael Dudamel.

Si no se apuesta decididamente por la experimentación, no sabremos nunca como se relacionarían Rómulo Otero, Añor y Adalberto Peñaranda, jugando todos por detrás de Salomón Rondón, o asociándose con Josef Martínez, el futbolista que mejor los comprende y que no por casualidad ha sido el más regular de los nuestros en esta primera vuelta de las eliminatorias. Insisto, estos no son más que un par de sugerencias; esta selección tiene las miles de posibilidades a explorar.

Da la sensación de que cuesta y duele aceptar la realidad. Un prueba de ello es que tras el segundo gol de Brasil, Añor abandonó la cancha para darle ingreso a un futbolista que no modificaría en demasía lo que viene proponiendo esta selección. Claro que Alejandro Guerra es un extraordinario jugador, pero lejos de proponer nuevas respuestas ante emergencias que se reiteran, el equipo recibe las mismas instrucciones y los mismos impulsos, y como consecuencia de ello, el juego colectivo no termina de desarrollarse sino que se sigue afincando en las reacciones individuales de quienes componen el colectivo.

Según la teoría del caos, pequeñas modificaciones en las condiciones iniciales producirán grandes cambios. Si entendemos que el futbolista es sinónimo de esas propiedades iniciales que menciona esa corriente, se potencia aún más la idea de sumar nuevos protagonistas. Insisto, si no se promueven ensayos raramente llegará la competitividad que tanto se anhela.

El fútbol también se explica desde la autoorganización. La profesora Carlota Torrents la define como consecuencia de «interacciones energéticas entre las condiciones externas e internas sin que exista a priori una orden específica«. Esta cualidad la poseen todos los sistemas dinámicos, y un equipo de fútbol es eso, un conjunto de elementos que interactúan y producen sinergias. Los futbolistas son esos entes que se relacionan y se ven influenciados por esas relaciones a las que pertenecen, y por ello, como parte de un equipo, se pueden enteneder como sistemas abiertos dinámicos, ya que, según Torrents, «su comportamiento puede describirse mediante leyes que dependen del tiempo… todo sistema abierto se mantiene en continua incorporación y eliminación de materia«.

Hablando claro, no basta con que el entrenador tenga ideas claras, se necesita que la convivencia y las relaciones de los futbolistas entre sí las haga válidas, y que de esas interacciones nazcan nuevas soluciones.

Lo que se pide, siempre desde la comprensión de estos conceptos que llegan a través del Pensamiento Complejo y de la Teoría General de Sistemas, es la búsqueda de posibilidades distintas a las que ya conocemos. Si no se aprovecha este escenario y se insiste en creer que la única manera de competir es a través de la repetición de pautas sin mayor estudio ni reflexión, apaguemos la luz y establezcamos eso que llamamos «ligar» como deporte nacional, declarándonos incompetentes en la comprensión de los procesos evolutivos que condicionan el avance de cualquier actividad humana.

No hay tiempo para dudar. Llegó la hora de los cambios. Negarse a la evidencia sería alimentar esta agonía que consume lo poquito que se logró en los últimos años y entregarnos al apagón que hoy, casualmente, decoró el final del partido ante Brasil.

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