Opinión

La niñera venezolana

El de las niñeras ha sido un tema recurrente para el cine. Julie Andrews se lleva el premio de la niñera que todos los niños desearían tener, ya sea interpretando a Mary Poppins en el clásico de Disney o a María Von Trapp en “La novicia rebelde”. Robin Williams cautivó corazones cuando se disfrazó de mujer para cuidar a sus propios hijos en “Ms. Doubtfire”.

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Pero no todas las niñeras del cine son buenas. El cine de ficción ha encontrado en el tema una buena cantera. “La mano que mece la cuna” ha arrancado gritos y paralizado corazones desde su primera proyección. Antes de eso, Bette Davis había logrado los mismos efectos cuando protagonizó el thriller “The nanny” en 1962. También las versiones para el cine del famoso libro de Charlotte Brönte, “Jane Eyre”. Pero los venezolanos, siempre tan originales, tenemos nuestra propia historia y nuestra propia niñera.

La médula del libreto es la historia de una mujer aparentemente burlada en su buena fe, con interesantes sub tramas que la colocan a trabajar en la casa del encapuchado universitario más famoso, que descubrió, gracias a la “revolución de los pobres” lo rico que es ser rico. Historia trillada de la mayoría de los revolucionarios del mundo, que demuestra cuán hipócrita, cuán cínico y cuán desalmado se puede llegar a ser cuando se accede al poder.

Esta niñera venezolana viaja en avión privado, en los mismísimos que fueron tan criticados por las “colitas” que daban “antes de”. Acompaña a la suegra del ex encapuchado que dicen viaja a visitar a su hija hospitalizada en uno de los mejores hospitales de Brasil y de América del Sur. Suspendida en el aire queda la pregunta de por qué la empleadora de la niñera no fue hospitalizada en uno de los extraordinarios centros de salud “logros de la revolución”… ¿Será porque se enteró de que no hay anestesia y escasean los analgésicos?… ¿O quizás no quería esperar tirada en el piso -como tienen que hacerlo muchos- en las emergencias a lo largo y ancho de nuestro país?… O tal vez fue por miedo de que entraran los malandros a ajustar cuentas y quedar atrapada en el medio de una balacera… En fin… ¡hay infinitas razones para no querer ir a un hospital venezolano! Sin embargo, procedería dar el ejemplo con la conducta, ¿verdad?… Por no hablar del peculado de uso…

Pero me estoy desviando del tema de la niñera: ya estaba montada en el avión privado de la compañía estadal. Quizás pensó en lo afortunada que era… Hasta que llegaron a Brasil y pasó la maleta por la máquina de rayos x (en los thrillers venezolanos siempre hay una maleta o un maletín). “En esta maleta hay un arma”, dijo el funcionario. “Yo no tengo armas”, respondió cándidamente nuestra niñera, cuando recordó “el” maletín. “Ese maletín no es mío, es del ministro”… El funcionario sonrió con la ironía de “cuéntame una de vaqueros”. Llaman a la embajada venezolana y a la Cancillería en Caracas. Mutis por el foro. La protagonista de nuestra historia enfrenta entre 4 y 8 años de prisión. Esta historia continuará…

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