Opinión

La perversidad del cinismo

¿Nos hemos convertido en una sociedad cínica y deshumanizada? La articulista Carolina Jaimes Branger percibe señales de que el proceso es galopante

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Médicos Unidos de Venezuela
Daniel Hernández / Archivo

Una de las maneras de dominación más efectiva que tienen los comunistas es la de llevar al pueblo dominado a un estatus de supervivencia, porque, como ya he escrito en otras oportunidades, los pueblos que están en ese estado solo se ocupan de sobrevivir: el almuerzo del día y si acaso, la cena de la noche. No tienen ni energías ni tiempo de ocuparse de otras cosas.

Otro método de sometimiento es más sofisticado, pero rinde excelentes resultados: es la propaganda constante y consistente para convertir a personas usualmente buenas, en personas cínicas, a quienes nada ni nadie, exceptuando su círculo más cercano, les importa. Es un proceso de deshumanización galopante. Y eso ha pasado en Venezuela. El cinismo es un aliado del statu quo.

Cada día nos enteramos de historias de abusos, atropellos y tragedias que nos pasan por encima, como si nada. Nosotros, aquel pueblo bueno, solidario y amiguero, nos convertimos por obra y gracia del chavismo en un pueblo indiferente y egoísta. Hace años supe de una señora que tenía un quiosco de revistas en la parte baja de la Cota 905, que “solo” les exigía a los malandros que no mataran a sus víctimas cerca de su quiosco “porque las revistas manchadas de sangre no se las compraban”. Esta es una de las manifestaciones de deshumanización más grotescas que jamás he escuchado. Y eso fue más o menos en el 2008. Imagínense cuánto habrá subido ese nivel de indiferencia e insensibilidad.

Hoy en día, lo vemos en el proceso de vacunación. Los representantes del “pueblo”, esos diputados de pacotilla, sintieron que ellos eran tan importantes (no sé para quiénes), que debían vacunarse primero que nadie. Que el personal de salud, incluso. Escribo este artículo el 14 de junio de 2021 y me consta que todavía hay mucho personal de salud sin vacunarse. Ahhh, pero los diputados chavo maduristas, sus familias, sus amantes y sus amigotes están todos vacunados. Todos los que han ido a un centro de salud los han visto entrar, saltándose las colas, pasando por encima de ancianos y minusválidos que llevan horas esperando y que, probablemente, se queden sin vacunarse ese día y les toque regresar a hacer una cola igual o peor de larga, sin garantías de llegar a ser vacunados.

Ni hablar de quienes se roban las vacunas y de quienes se prestan a ponerlas. En Venezuela se hace negocio sobre la desgracia humana. Hay que ver el dineral que se ha gastado en la defensa de Alex Saab, quien se encargó de traerle a Maduro comida “para los más pobres” de pésima calidad y con un sobreprecio increíble. Por supuesto, no quieren que abra la boca si llega a los Estados Unidos. Así también está pasando con las vacunas. Las rusas cuestan aproximadamente 10 dólares cada una. ¿Por qué cuando las venden cuestan 80, 150, 380 y hasta 600 dólares? ¿Quiénes sustrajeron esas vacunas? ¿Quiénes son sus cómplices?

Hay un gentío haciéndose de un montón de dinero que está lleno de muerte y tristezas. Ladrones, sinvergüenzas, cómplices de asesinatos. Las vacunas que les roban a unos, se las quitan a otros, que sencillamente no las pueden pagar. Y no es cierto que haya quienes tienen más derecho que otros a vacunarse. ¿Tener dinero acaso entraña un derecho?

Podrá suceder, como está sucediendo, pero no porque sea un “derecho”. Y la Fiscalía mira para otro lado, en vez de investigar quiénes están detrás de esos negocios. Porque si no investigan, son cómplices. Eso está sucediendo todos los días en muchas partes. A una sola prueba me voy a remitir: personas que han tenido trasplantes y que están inmunosuprimidas –que además del peligro de contraer el coronavirus se pueden enfermar de cualquier otra cosa- han hecho largas colas sin poder vacunarse y al llegar a la “meta” se enteran de que “las vacunas se agotaron”.

Quienes se han prestado a ese negocio tienen las manos llenas de sangre. Y los vacunados ni siquiera tienen la certeza de estar protegidos, a pesar del dinero que pagaron por vacunas robadas, porque ¿quién garantiza que se mantenga la cadena de frío?…

Pero en esta Venezuela cínica e indiferente, a nadie le importa…

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