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La política está extraviada en Venezuela

El periodista y doctor en temas de comunicación Andrés Cañizalez aborda los desatinos de los políticos venezolanos y su desconexión de la realidad que viven los más humildes. Mientras, las protestas en toda Venezuela se han multiplicado, en medio de cuarentena y de la parálisis obligada por la pandemia del nuevo coronavirus

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Busquemos un hecho político real en Venezuela

Tomamos en préstamo el título de la obra de Andrés Stambouli, “La política extraviada. Una historia de Medina a Chávez”, que fue editada en 2002 por la Fundación para la Cultura Urbana. Si aquella obra repasa la degeneración que vivió el sistema político democrático, el extravío de la clase política actual termina siendo dramático, dado el contexto de crisis generalizada que se registra en Venezuela.

Quienes ejercen el poder en Venezuela perdieron la brújula, Ya no muestran ningún interés en desempeñar una gestión de gobierno mínimamente efectiva. La lógica de permanecer en el poder ha reducido su acción a tres esferas principales: represión, propaganda, y desinformación y control de la población, vía distribución de alimentos.

El chavismo está extraviado. No tiene el carisma que en su mejor momento lo conectó con las mayorías venezolanas. Ya no es únicamente la muerte del padre político, Hugo Chávez, sino la propia ausencia de herederos políticos que logren conectarse con la promesa que en su época encarnó el chavismo. Quienes ejercen el poder en nombre del pueblo dejaron, hace bastante tiempo, de ser pueblo.

Nicolás Maduro es líder en tanto ocupa un cargo, y esa misma lógica se aplica a todos los rostros que conforman hoy el polo político chavista. Se ocupa el poder, sin duda, pero hay una notable ausencia de liderazgo, si entendemos por líderes aquellos que tienen la capacidad de convocar a una sociedad o una parte mayoritaria de ésta, en búsqueda de un objetivo compartido.

Y ese chavismo extraviado seguirá aferrado al poder, no tiene otra opción. Figuras como Maduro, Diosdado Cabello o Delcy Rodríguez difícilmente tendrían respiración política propia si hay un cambio en Venezuela, y dejan de ocupar el poder.

La agonía del tigre

Agónico, sin duda, el chavismo seguirá aferrado al poder hasta que deje de estarlo. Se vive su ocaso, pero su existencia no dependerá exclusivamente de él, sino que esta permanencia en buena medida se relaciona con la (in)capacidad de otros actores para desencadenar el cambio.

Para la comunidad internacional no parece haber dudas, Juan Guaidó encarna el liderazgo político democrático. Internamente, sin embargo, tanto Guaidó como otros actores que se identifican como opositores al régimen de Maduro, están igualmente extraviados.

Unidos en su extravío, aunque separados en sus estrategias y visiones sobre el cambio, en Venezuela existen tres corrientes principales. Guaidó, a lo interno, en Venezuela, dejó de tener la capacidad de ser el referente exclusivo. Sobre el joven presidente de la Asamblea Nacional pesa el desgaste, el paso del tiempo, sin que se desencadene la transición prometida.

Y extraviado está Guaidó, al mostrarse errático en sus comunicaciones por las redes sociales, sin capacidad de construir nuevamente un discurso creíble, que conecte con las mayorías. Aunque sigue siendo visto como líder por muchos, luce perdido en decisiones administrativas de nula o difícil ejecución, atrapado en una trama sin pies ni cabeza a la que no puede catalogársele de otra forma que como un fantoche.

El «timing» de Guaidó

¿Habrá pasado el tiempo de Guaidó? Hay muchas señales de que el timing del joven está expirando. Apelamos al anglicismo «timing», muy usado en cuestiones políticas. No es exactamente sinónimo de tiempo, sino de la capacidad de usarlo. En política, se suele entender el timing de esta forma: medir los tiempos y los pasos necesarios para que un proyecto político se lleve a cabo.

La dependencia de Guaidó de Estado Unidos, con un arrebatado Donald Trump –en campaña además para su relección-, provocan un extravío en relación a qué puede esperarse. La política alejada de sus actores principales, en Venezuela, y colocada en manos de otro país. Y ese otro país, entretanto, está ocupado en atender la pandemia del coronavirus, ya que es el principal foco mundial de la enfermedad.

Actores políticos como María Corina Machado o Henri Falcón reducidos a la emisión de mensajes en Twitter. Extraviados de la política, sin conexión con la gente en este momento álgido. Pongo un ejemplo que me resulta sintomático de la desconexión que se vive en Venezuela.

Las protestas en el país, aun en medio de la Cuarentena, no han cesado. Muy por el contrario, se han multiplicado. Y es natural: los problemas de la vida cotidiana, por el caos en los servicios, se han incrementado en este tiempo.

De acuerdo con las estadísticas del Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social, durante este mes de abril, en medio de la cuarentena y el confinamiento, se registraron 23 protestas diarias. Ninguna de esas protestas estuvo conectada con los liderazgos políticos del cambio. O, dicho de otra forma, los liderazgos estuvieron desconectados del malestar popular, al menos en este contexto.

Las imágenes de esas protestas nos muestran a no pocos ciudadanos, en su mayoría humildes, recibiendo ráfagas de represión. Ellos también están huérfanos, extraviados.

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