Opinión

La popularidad fatal

La popularidad es uno de los grandes males de nuestro tiempo. Es contagiosa, infecciosa. Sea en las formas de los populismos políticos que hoy amenazan a tantos países, en la energía mediática volcada sobre las celebridades o en las modas del consumo frenético, las exigencias de la popularidad están causando daños fatales para el desarrollo de la humanidad y de la cultura.

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Las propuestas populistas se distinguen por dar respuestas falazmente simples a problemas complejos. Lo que hace que una persona, un líder, un partido o un producto sea popular es un misterio, pero, por lo general, el gancho tiene mucho que ver con simpleza y superficialidad. La popularidad contemporánea no es heredera de la idea de la fama en la Antigüedad clásica, en la Edad Media Castellana o en el Renacimiento. Pensemos en las celebridades instantáneas que captan la atención de los medios de comunicación de masas. ¿A qué deben su popularidad? No se sabe a ciencia cierta ni tiene verdadero asidero. Lo fundamental de la celebridad contemporánea es el hecho mismo de ser celebrado, ¿Celebrado por qué? ¿A cuenta de cuáles logros? Eso no importa, lo importante es ser celebrado.

Del sesgo clásico antipopular hemos pasado a un elaborado culto por lo popular. La asistencia multitudinaria a una marcha, el número de seguidores en Twitter son prueba y razón suficiente de calidad. La realidad, sin embargo, nos muestra que las multitudes pocas veces escogen con discernimiento. Así como los seguidores de los líderes carismáticos populares han hundido a sus naciones apoyando propuestas inviables, los efluvios de la moda producen daños a la inteligencia humana. En cierto momento sentí curiosidad y me propuse leer el popular libro 50 sombras de Grey. Quería conocer los intríngulis de una obra que había producido tal euforia en la literatura erótica y que interesaba con tanta intensidad a las mujeres. La redacción y el lenguaje me parecieron tan escandalosamente malos que por más que intenté varias veces leerlo, no pude.

Unas de las más amenazadoras irrupciones de lo popular son los populismos que buscan por encima de todo sintonizar con las angustias y las necesidades de la gente aunque para ello falseen la realidad y promuevan políticas que, sin duda, agravarán los problemas que los convirtieron, paradójicamente, en alternativa. Volvemos a uno de los problemas planteados por Bernard Crick en «En defensa de la política»: el peligro del “mayoritarismo” como alternativa contraria a las virtudes políticas de la conciliación, el compromiso y la variedad.

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