De Interés

La privatización socialista

Ahora sí, ahora que la cosa está mal, me cambian el mensaje. Después de casi cuatro largos y gravosos lustros con el empalagoso discurso de la propiedad colectiva y la propiedad del Estado, la oligarquía revolucionaria se cambia el chip mental y me dice que un bien público fundamental, como la energía eléctrica, debe ser, por lo menos en ocasiones, privatizado.

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Ahora, entre la una y las tres de la tarde y entre las siete y las nueve de la noche, los centros comerciales, aunque no estén preparados, deberán generar su propia energía. Nunca antes el ministro de energía eléctrica, Luis Motta Domínguez, se pensó a sí mismo tan actual y moderno, pero eso de proclamar como urgencia socialista que aquellos que tengan un consumo alto de energía deben suplir sus necesidades a través de la autogeneración es un canto dulce a los oídos capitalistas.

De eso se trata, ¿no?, de individuos que, persiguiendo su propio interés, produzcan los bienes que necesita la sociedad. El socialismo bolivariano, por extraños caminos, comienza, entonces, a defender la privatización. Si un bien público como el agua corriente no llega a tu apartamento, perfora un pozo de agua en el jardín trasero de tu edificio.

Si los crímenes y los secuestros te hacen la vida insoportable, construye una garita que impida el acceso por la vía pública y paga vigilancia privada. Si en los hospitales no hay fármacos ni insumos médicos, cómpralos como puedas y llévate los que consigas para la operación. El Estado es incapaz. Cuidad de ti mismo.

Estamos ante la imposición, por la fuerza de las circunstancias, de un nuevo orden social que está ocurriendo en todo lugar, ante la realidad inapelable que muestra la incapacidad del Estado como generador y prestador directo de servicios y ante la urgencia de que el Estado transfiera a la sociedad funciones que en el pasado se atribuyó como característicamente suyas.

Es la aplicación, a nivel social y político, de la ley de la variedad requerida de Ross Ashby. Los Estados son estructuras rígidas y centralizadas incapaces de proveer y satisfacer las infinitas necesidades de sociedades cada vez más populosas y complejas. Todo sistema de regulación necesita contar con una variedad de acciones equivalente a la variedad de comportamientos del sistema que pretende regular.

Las unidades de manejo centralizadas y de gran escala no tienen la variedad de respuestas suficiente para coordinar sistemas complejos. Requerimos sistemas de regulación policéntricos, estratificados, interactivos, es decir, una sociedad que se autoregule y autoorganice eficazmente a través de múltiples mecanismos muy distintos al Estado.

@axelcapriles

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