Deportes

La renovación en Venezuela después de la Copa América

Venezuela fue competitiva. Los amistosos previos, sobre todo aquel contra Jamaica, generaban dudas. Pero bajo todo pronóstico, la Vinotinto luchó hasta el último minuto por trascender. El esfuerzo, sin embargo, no rindió frutos y aquellos que celebraban la clasificación en el primer partido hoy piden cambios radicales. ¿Es posible una renovación en la selección nacional?

Publicidad

¿Qué nos deja la Copa América? Lo principal, una imagen de lo peleada que será la eliminatoria. Salvo la goleada de Chile a Bolivia, los resultados mostraron una paridad sorprendente. La mención de honor fue para el grupo de Venezuela. Tampoco aparece un equipo que enamore a la vista y se muestre invencible. No hay selección que haya salido invicta contra las críticas. Venezuela perdió dos juegos por la mínima diferencia y hasta en el último segundo del torneo tuvo en sus pies (o en la cabeza de Miku) el pase. Ese grupo C se definió por final de fotografía. Aún así, muchos no se sienten satisfechos y es entendible.

Hay un emparejamiento de calidad y esfuerzo entre las selecciones que se mantendrá en la clasificación a Rusia. Y es en esa paridad que el cuerpo técnico debe pensar para hacer un mapa de los elementos disponibles. La eliminatoria es una carrera de largo aliento, todo lo contrario a la Copa América. Si me preguntan si Juan Arango (35 años) puede ayudar en algún partido, no dudaría en afirmarlo. Pero siento que su peso y presencia impide la renovación de una selección que necesita nuevos nombres y caminos. Repito, no discuto la calidad del 18 ni lo hecho en este torneo. Sin embargo, lo comparo con el caso del «Pibe Valderrama» en Colombia. Su tardía jubilación entorpeció una transición hacia nuevos modelos de juego.

Con muy poco tiempo para responder tras su contratación y tomando en cuenta los ocho meses perdidos, Sanvicente optó por sumar muy pocos nombres propios. En la convocatoria, salvo Murillo, Guerra y Gelmin Rivas, los jugadores que vimos son herencia del proceso anterior. Y esa herencia se nota en la cancha cuando el partido necesita creatividad. Crear cuesta más que destruir. Por eso, planificar que un equipo tenga cierta solidez en la primera zona es menos complicado que pulir las restantes.

Diego Latorre, quien fue jugador profesional y ahora escribe para El País de España, dibuja el párrafo anterior así: «El sistema de competición en los torneos de selecciones penaliza a los más ambiciosos, los que quieren ofrecer un fútbol más elaborado. Porque para ensayar determinados conceptos se necesita el apoyo del entrenamiento. A menor ensayo, menor afinidad colectiva. Para tener la pelota y manejar variantes hacen falta más consignas, más sofisticación, y más tiempo de preparación». Y subrayo sus siguientes líneas: «Para situar dos líneas de cuatro defensas no hay misterio. Para desarrollar el juego con pelota se precisa un extra. A más nivel de riesgo, más nivel de entrenamiento. Si el riesgo no se entrena te conviertes en un temerario».

Días antes de comenzar el torneo, hablando con una persona que conoce muy bien cómo van las cosas en la Vinotinto de «Chita», quedó claro que la selección, por los momentos, se iba a olvidar de la bendita «presión alta». No hubo manera de que los jugadores pudieran trabajar con intensidad lo solicitado. Eso, entre otras cosas, llevó a que el equipo fuera un modelo tradicional y juntara sus líneas, no muy lejos del portero Baroja. No ayudó, tampoco, la ausencia de Rómulo Otero y la falta de amistosos.

Revisemos el mediocampo que Venezuela mostró en esta Copa. Si clasificaran a Rusia 2018, llegarían a la competencia con estas edades: Rincón (30 años), Seijas (31), Arango (38 ), Guerra (32) y Vargas (31). «Maestrico» González, el cambio que refrescó a un equipo estático, tendría 35. Si miramos hacia atrás, la defensa también arribaría con una edad que, según los expertos en actividad física, establece el declive competitivo del futbolista: Vizcarrondo (34 años); Túñez (31), Amorebieta (33) y Cichero (34). Solo Rosales rompe la tendencia por nacer en 1988. En Brasil 2014, la selección anfitriona fue la más «vieja», con un promedio de edad de 28,4 años. La más joven fue Australia, con 24,6. La campeona, Alemania, resultó con 25,5 y Argentina, que quedó segunda, acumuló 27,1.

La edad más productiva de un jugador, según los parámetros actuales, oscila entre los 25 y los 26 años. Aunque cada cuerpo es diferente, la madurez llega a los 28 y el bajón después de los 30. Durante la eliminatoria, Venezuela tendrá a varias de sus figuras en ese filo entre la madurez y el bajón. Y hoy es visible en la cancha. Cierto, existe una velocidad mental que es tan importante como la física. Aún así, sin nombres que releven a este importante grupo, será muy complicado que la Vinotinto consiga un cupo entre los mejores de Suramérica. Ya vimos, por ejemplo, las consecuencias cuando Amorebieta o Túñez no están en su día. Al complicado panorama se suma que no hay suplentes, en lo inmediato, para los dos centrales.

No pretendo jubilar a esta generación, que ha hecho de Venezuela un equipo competitivo. La mía, no es más que una simple opinión. Es tarea de los técnicos evaluar lo disponible y asumirlo para un fin. Sanvicente fue competitivo con un grupo ya conocido. Pero la exigencia, cuando asumió, era otra: convertirlo en ganador. Y para eso, es necesario enriquecer y mucho el plan de vuelo actual. Escoger a los nuevos jugadores que deben contribuir a ello generará un nuevo cisma nacional.

Publicidad
Publicidad