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La renuncia del “Lobo” Guerra: una sensatez de prioridades

Mientras Venezuela celebraba el oro de Yulimar Rojas en el mundial de atletismo de Londres, destronando nada menos que una de las figuras icónicas de este deporte, la colombiana Catherine Ibargüen, el fútbol criollo recibía una también sorpresiva noticia: Alejandro Guerra renunciaba a la selección nacional de fútbol.

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El jugador criollo con mejor actualidad en el extranjero, decidió no embarcarse más en la ruta Vinotinto, dando un paso al costado justo cuando está en la plenitud de sus facultades y condiciones. Desde Sao Paulo, el “Lobo” argumenta su renuncia en una nota de prensa emitida por la Federación Venezolana de Fútbol en la que hace una declaración extensa de motivos por los cuales tomó esa decisión tan sorpresiva como controversial.
Sin embargo, Guerra sale al paso de cualquier especulación especificando, primero, que no existe ningún conflicto con sus compañeros ni el cuerpo técnico. Evitar suspicacias es importante al asumir esta medida y él prefiere alejarse de la selección en el momento más dulce de su carrera sin dejar espacio a conflictos que no existen. Irse por la puerta grande.
El primer punto es que ya no le ambiciona jugar con la selección. No teme a decirlo y tampoco hay que condenarle por ello. Entiende que los pocos partidos que le quedan al combinado Vinotinto de cara a la culminación de la eliminatoria servirán para darle oportunidad a otros jugadores y que, a su edad (32 años) es muy poco probable que pueda estar en la próxima cita mundialista a la que Venezuela pueda aspirar acudir, Qatar 2022, año en que el flamante campeón de Copa Libertadores de América con Atlético Nacional cumpliría 38. Lógico.
Sin embargo, esgrime en su amplia entrevista, con evidente desilusión, que su paso por la selección no fue el más destacado. Y es que con la Vinotinto puesta, Guerra pocas veces llegó a saberse indiscutible en los llamados. Jugó 45 partidos en más de diez años de estadía interrumpida, porque solo fue tomado en cuenta con relevancia en los recientes procesos de Noel Sanvicente y Rafael Dudamel.
Inexplicablemente fuera del foco de César Farías, cuando era el mejor futbolista del campeonato nacional y la selección atravesaba su momento más dulce, su protagonismo en el combinado nacional llegó tarde, justo cuando los conflictos agobiaban el camerino del equipo patrio y los resultados negativos eran el punto de ebullición negativo.
Siempre quedará esa espina clavada en la órbita Vinotinto: ¿cómo el mejor representante del fútbol venezolano en el exterior no llegó a despuntar en la selección? Y es que no es un caso que lo individualice a él: la mejor generación quedó fuera de carrera del Mundial de Rusia temprano. Todos, Salomón Rondón, Roberto Rosales, Tomás Rincón, Oswaldo Vizcarrondo, Luis Manuel Seijas. Los conflictos internos y el manejo técnico inadecuado provocó un ambiente terrorífico que transformó esa pasión por defender la camiseta de la selección, como pasaba en épocas recientes, en un tormento de incomodidades.
Por eso, no es casual que algunos jugadores élites con edad para seguir compitiendo al más alto nivel, ya no estén entre los convocados (léase Fernando Amorebieta, Oswaldo Vizcarrondo, Luis Manuel Seijas y, por mera decisión técnica, Roberto Rosales). Ya la Vinotinto no mueve la fibra como otrora, al menos, para quienes han sufrido el retroceso en cuantos a resultados se refiere. Ese prestigio se perdió y está en pleno intento de recuperación.
Guerra se retira por la puerta grande. En el pico más alto de su carrera, sabe el de Lomas de Urdaneta que es el mejor momento para ceder el testigo y centrarse en lo suyo, en lo meramente personal, que hoy es competir en un club prestigioso como Palmeiras.
Y esa debe ser la principal razón por la que el “Lobo” decidió no seguir: una convocatoria a la selección le obligaría a ausentarse del equipo paulista en un campeonato que no para en fechas FIFA y, ya con 32 años, no puede darse el lujo de ceder terreno en el plantel para que su ausencia por atender llamados a la Vinotinto pueda ser aprovechada por algún compañero para hacerse con su puesto, indiscutible por demás hoy día, en el once que dirige el conocido DT Cuca.
Hay otras cosas por las que Guerra debe centrar su cabeza en el club que pagó uno de los traspasos más caros de los últimos años en el fútbol sudamericano y con el que lo vincula un importante contrato: tranquilo en Sao Paulo, una ciudad que no le idolatra como Medellín, pero en la que ha podido vivir con absolutas comodidades, ya le obliga a pensar más en un futuro que en el presente y dedicarse exclusivamente a su equipo le permitirá evitar desconcentraciones que últimamente, eran solo dolores de cabeza cuando se ponía la Vinotinto.
¿Por qué no renunció al terminar la eliminatoria? Es preferible retirarse a que no lo retiren. En medio de una seria lucha por alcanzar el título de la Libertadores con el club brasileño (para eso lo llevaron a Palmeiras) no debe haber otra distracción que eliminar primero a Barcelona de Guayaquil para seguir el camino llano desde los cuartos de final hacia el título continental. Ahí, sin nada que jugarse ya con Venezuela, había que tomar una decisión, al añadido del paso que vienen pidiendo los más jóvenes. Y tiene razón.
Guerra con la selección no alcanzó las mismas glorias que con sus clubes en el extranjero. Quizá esa puerta cerrada en la Vinotinto en sus tiempos de Anzoátegui y Mineros de Guayana le habrían otorgado otro rol más protagónico dentro de la historia del seleccionado. Él lo admite y quizá muchos no le conmueva tanto el hecho de que el único campeón de Libertadores venezolano ya no libre batallas por Sudamérica vestido de Vinotinto.
Sin embargo, nadie puede ocultar que el camino que siga la selección, continuará sin los servicios con el jugador criollo con mejor actualidad, el de mejor rendimiento. Si fue o no su paso por la selección destacado no debe ser un debate que opaque el privilegio de haber podido disfrutar de sus detalles individuales magistrales con Venezuela.
¡Gracias, “Lobo”!
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