Opinión

La revancha de los pobres

El país respira en relativa calma. Luce que los venezolanos nos hemos acostumbrado a vivir en escasez, en inflación, en violencia continuada.

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El uso de la Fiscalía y del aparato judicial para perseguir penalmente a los principales líderes de la oposición ha rendido su réditos y el resto de la debilitada MUD no logra sacar partido de una situación de arbitrariedad y penuria que en otros lugares hubiera levantado tormentas. Con los electrodomésticos chinos del programa Mi Casa Bien Equipada, los venezolanos pasaremos, aparentemente, una navidad feliz. Pero, ¿será igual en el 2015?

Es probable que con el refinanciamiento chino y la venta de Citgo, el gobierno pueda obtener recursos para lanzar migajas y seguir comprando paz social. Pero más allá de los paliativos del momento, Venezuela enfrenta una situación inédita: la revolución de la energía del esquisto. A pesar de las reiteradas advertencias sobre los efectos del cambio en el patrón energético mundial, el gobierno no tomó las previsiones necesarias. Dependiente más que nunca del petróleo, la sociedad venezolana del siglo XXI volverá a ser pobre, como lo fuimos en el siglo XIX. Vivimos las turbulencias del cambio de una psicología de abundancia a una psicología de escasez, pero una población que durante casi 100 años se acostumbró a vivir de la dádiva del Estado rico no cambia sus actitudes de la noche a la mañana. ¿Cómo reaccionará el venezolano, de ahora en adelante, pobre?

En su desencarnado ensayo sobre El pobre, Georg Simmel señala que: “el deber de asistencia puede entenderse como simple correlato del derecho del pobre. Sobre todo en países donde la mendicidad es un oficio regular, el mendigo cree que tiene derecho a la limosna, cuya denegación considerará como sustracción de un tributo que se le debe.” Para que el pobre no se convierta en un enemigo activo tiene que ser perennemente asistido y es en las grietas del sistema de asistencia en las que se incuba la revancha de los pobres. Hasta ahora, en un ambiente donde más del 80% de la población piensa que el país va de mal en peor, lo único que había mantenido la paz social era el sentido de pertenencia e identidad de los pobres con el chavismo. La autodefinición como chavista está hoy en 28% pero la curva marca una caída en picada. La identidad afectiva entre pobreza y chavismo empieza a descalabrarse. Y es que como señala Simmel: “desde un punto de vista sociológico, es pobre únicamente aquel cuya necesidad acaba siendo asistida.”

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