Opinión

3 a 1

Ricardo Adrianza advierte que la tristeza es de las emociones más duraderas. Supera, con creces, los efectos de emociones como la alegría, en una relación aproximada de 3 a 1

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La teoría del bienestar PERMA –por sus siglas en inglés– desarrollada por Martin Seligman, considerado la mayor referencia en el campo de la psicología positiva, reconoce que las emociones positivas son uno de los elementos fundamentales para sentir bienestar.

Mantener tu vida alineada a emociones positivas te permite lidiar mejor con los baches que a todos se nos presentan en el camino de la vida y formarían un escudo para cuando las tristezas –que tanto abundan– nos visiten. Y precisamente esto último es lo que quiero destacar, ya que se ha demostrado que las emociones negativas –como la tristeza y el odio– tienen un efecto demoledor en nuestro bienestar, con el agravante que su secuela dura mucho más.

Un experimento llevado a cabo por psicólogos belgas dio fe de esa afirmación y demostró que no todas las emociones tienen el mismo impacto y que algunas duran mucho más que otras. En este particular, la tristeza encabezó el ranking de las emociones más duraderas y superó –con creces– los efectos de emociones como la alegría, situando una relación aproximada de 3 a 1. De allí que el título de este artículo tenga esa particular denominación.

Esta aterradora estadística es un alerta que nos obliga a profundizar en llevar la vida de mejor manera, y enfrentarla día a día, organizando nuestra propia competencia: Por cada emoción negativa, debemos generar tres alegrías. ¡Sencilla la ecuación, difícil es resolverla!

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Múltiples sucesos se nos presentan a diario, que entorpecen el camino para equilibrar la carga emocional. Nadie, por más capaz, está exento de tenerlos. Pero, por lo general, somos nosotros mismos los que propiciamos los desencuentros por alguna mala interpretación, o por cometer el grave error de la suposición. Recientemente fui protagonista de uno de esos.

Hace poco más de una semana pedí un favor a mi hija Daniela, ante mi escasa destreza en el manejo de las redes sociales. Obviamente, mi urgencia no era la de ella. En uno de nuestros contactos, con voz regañona, le reclamé su poco interés en ayudarme. Daniela –en respuesta– con voz calmada y un letal toque de ironía, me dijo: «¿Papi, todos esos consejos tan bonitos que escribes, los practicas?». Ante esa pregunta, mi estresada reacción se tropezó con el poder de su tenue sonrisa y todo terminó.

Recordarlo me causa gracia, pero al instante de su respuesta mi reacción fue distinta. Lo que sí es indudable, es que ese bofetón de tranquilidad desarmó mi impulso. Solo me quedó decir: «Hija, no todos los días son iguales».

Ese común episodio demuestra cómo le damos cabida a emociones negativas sin un pretexto válido y ejemplifica los continuos retos que forman parte de nuestros días. Además ratifica que la felicidad no es en modo alguno ausencia de tristezas o enojos, pero sí entender que para construirla debemos –a diario– volcar la balanza de las alegrías a nuestro favor e intentar ser nuestra mejor versión.

Soy fiel defensor de la propuesta de que la vida es maravillosa si entendemos cómo vivirla. Tal vez, una manera simple de entenderla, supondría hacer una pausa de segundos antes de responder a cualquier cuestionamiento.

Imagino que –como muchos– antes de leer este artículo no conocías esta fulminante estadística, pero ahora que estas informado no tienes excusas. Te propongo que enfiles todas tus ganas en evitar ser víctima de tus emociones negativas, y revertir esa tendencia a tu favor. Claro que habrá tristezas, es válido, ¡lo que no es válido es estar triste siempre!

Se consciente que depende de ti sumar al equipo del bienestar. Si quieres empezar por buen camino oblígate a ponderar la fórmula del 3 a 1 y vislumbra la armonía en todo lo que hagas, aun si esto se antepone a tus deseos personales. Estoy seguro que desde esa visión, estarás construyendo a diario tu mejor versión.

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