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La Vinotinto tiene luz propia sin Tomás Rincón

La transmisión deportiva de martes por la noche de Venevisión estuvo llena de acontecimientos curiosos. En los 15 minutos de descanso, el corresponsal venezolano en Buenos Aires mostró cómo se come carne asada en la capital argentina, lo que hizo temer por una suspensión inmediata de la amenazada concesión del canal del tigrito.

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FOTOGRAFÍA: ALEJANDRO PAGNI | AFP

Regresaba a los micrófonos el experimentado profesor Cristóbal Guerra, un solaz para los oídos fatigados por tanto comentarista de fútbol ramplón y sin visión panorámica del hecho humano.
Se asociaba en la dupla de toda la vida con el analista-entrenador de origen argentino Carlos Horacio Moreno, que en una anécdota tan extraña como un eclipse total de sol, le tocaba un Venezuela-Argentina en el que jugaba un hijo suyo vestido de vinotinto, Junior Moreno. Ambos estuvieron sobrios: el Moreno eficiente mediocampista y el Moreno elegante comentarista, que evitó hablar demasiado de su “junior”.
Por primera vez en la eliminatoria, Venezuela jugaba sin su suspendido general del mediocampo, Tomás Rincón (suspendido). No sólo sobrevivió, sino que arrancó un 1-1 del Monumental de Buenos Aires.
Apenas un puñado de días después del 0-0 contra Colombia en San Cristóbal, Venezuela mutó a una adaptación casi totalmente diferente de sí misma, una noticia casi tan reconfortante como el empate ante multimillonarios como Messi y Dybala.
Ninguno de los tres mediocampistas defensivos (Herrera-Figuera-Moreno) tiene el traslado o liderazgo de Rincón, por lo que fue un equipo más directo. De la defensa al ataque sin pararse para comer cachapas en la autopista Caracas-Valencia.
No voy a decir que fue una presentación perfecta de la Vinitonto. Sería dejarse llevar por la euforia. Cabría preguntarse si Salomón Rondón fue la elección más adecuada para las características del partido o si sólo jugó por prestigio. Víctor García combina lujos de atrevimiento con despistes defensivos como el del gol de Argentina, en el que Marcos Acuña (un tanquecito que, de manera conmovedora, sustituyó al lesionado astro Di María y se dedicó a driblar tanto o mejor) lo abrumó. Arquímedes Figuera llega a ¡tres! suspensiones por duplicación de amarillas en la eliminatoria.
Venezuela no aprovechó el contragolpe. Aparte del gol de Murillo, prácticamente no hubo otro disparo a puerta de los de Dudamel en 90 minutos. E igual el equipo fue de menos a más y fue tan Deskarado como el perfume de Kiara.
La albiceleste empezó con la sensación de que le pasaba por encima a la Vinotinto, pero la verdad es que no generaba demasiadas ocasiones claras y se fue apagando y volviéndose cada vez más obtusa de manera inversamente proporcional al desborde de testosterona del entrenador Sampaoli a un costado del campo. El ex seleccionador de Chile aquí no tiene a un híper-estimulado Arturo Vidal, su alter ego dentro del terreno.
Cristóbal Guerra hizo trova en Venevisión con el extravío, la melancolía y la impotencia de Messi, que en cualquier momento después del miércoles puede volver a decir como en la Copa Centenario: “Se acabó la selección argentina para mí”.
Al igual que contra Colombia, el empate alegra pero queda la sensación de que se desperdició una ocasión de algo tan memorable como el 3-0 en el Centenario de Montevideo.
El balance de la doble fecha: el portero Wilker Fariñez y el delantero externo Sergio Córdova (dos “importados” de la sub-20) fueron los mejores. Se consolida la nueva dupla defensiva Chancellor-Villanueva. El mundo no se acabó sin Tomás Rincón. Venezuela sobrevivió a un ataque de millones de dólares, desarrolló nuevos misiles continentales y prolongó el invierno nuclear en Buenos Aires.]]>

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