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Lara desafía amenazas y sale a protestar: teme más a la miseria que al coronavirus

La ciudad de Barquisimeto y todo el estado Lara son una síntesis de las recientes protestas contra el colapso energético y de servicios públicos que sacuden a toda Venezuela. La falta de gasolina, gas, agua y electricidad desborda la paciencia de los pobladores y dispara manifestaciones espontáneas. El gobierno afirma que los reclamos son parte de un plan de desestabilización y persigue a los inconformes.

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Ramón Véliz

Las autoridades tienen cada vez más difícil mantener el control social sobre los pobladores de las ciudades de Barquisimeto, Cabudare y de varios municipios de Lara, el estado encrucijada de caminos en el occidente de Venezuela. Aunque no hay combustible ni transporte público para desplazarse, no cesan las protestas iniciadas hace una semana. Son espontáneas, focalizadas y simultáneas con los mismos reclamos: basta de apagones, piden gas de cocina, gasolina y que sea flexibilizado el confinamiento porque el estómago ya no resiste la cuarentena.

La gobernadora Carmen Meléndez, una almirante retirada, atribuyó las manifestaciones a “líderes tóxicos”, que según la versión oficial pretenden calentar la calle con aglomeraciones que ponen en riesgo la salud.

“La inteligencia del estado y la comunal están activadas y sabemos quiénes están buscando generar desestabilización, quiénes pagan y organizan protestas”, advirtió.

En ciudades y poblados de buena parte de Venezuela se han multiplicado las protestas en su mayoría pacíficas en los últimos días.

Pero el drama de la escasez de energía y el colapso de los servicios públicos mantiene desde hace meses irritada a la población venezolana, en medio de una profunda depresión económica y una feroz hiperinflación.

Los habitantes de la tradicional urbanización Bararida desatendieron advertencias y amenazas. Sin conducción visible de un líder o tendencia política, resumieron en Nicolás Maduro la responsabilidad del caos en servicios públicos, el deterioro de su calidad de vida y la escasez de alimentos y medicinas. Se reunieron alrededor del emblemático monumento La Botella, que desde hace 65 años es referencia inequívoca en plena avenida Libertador, y sacaron sus carteles y gritaron sus consignas con voces que no pudieron ser opacadas por las mascarillas.

Dijeron temer más a morir de hambre que del coronavirus, porque no pueden comprar alimentos.

Lo que ocurre en Bararida se repite en toda la geografía de Lara: arreciaron los cortes eléctricos que, impredecibles, duran 3, 6, 8, 10, 12 horas  y roban el sosiego mientras castiga el calor tropical. Tampoco hay gas y en muchos hogares de cocina a leña; las neveras se descongelan, el teletrabajo se detiene, se va Internet, no funcionan los datos, no funcionan los puntos de pago en los comercios, el negocio se cierra. Se sobrevive.

Barquisimeto es la cuarta ciudad más grande de Venezuela y Lara uno de los estados agroindustriales más importantes. Pero al igual que el resto del país, su economía, su industria, su comercio y hasta la emblemática agricultura marchan a un cuarto de máquina.

Más al este, vecinos de las urbanizaciones Los Cardones y La Rosaleda pasaron la madrugada de este martes de cuarentena fijando pancartas en sus portones exigiendo luz, gas doméstico para cocinar y quejándose de la hiperinflación. No quieren más dosis de “patria” (la consigna oficial del chavismo para justificar las carencias).

El señor Ramón los deja sin luz

En redes sociales, algunos habitantes drenan su indignación, lanzan un reclamo al aire y pusieron nombre para, al menos, dirigirse a un causante humanizado del racionamiento y los apagones de luz. Alguien empezó a llamarlo “el señor Ramón”, y ahora es el amigo ¿o enemigo? imaginario de muchos. De facto, existe, es quien cumple la tarea de “bajar el suiche” para “sacar” cada zona de servicio.

El señor Ramón puede ser cualquier despachador de carga de la Corporación Eléctrica que recibe lineamientos del Centro Nacional de Distribución. En algunos estados, baja el suiche o “la cuchilla”, pero en otros, como Lara, el proceso automatizado hace que baste hacer click con el ratón de una computadora.

Se comunica en clave con algunos periodistas, pero no accede a afirmar o negar si es cierta la especie de que quitan la electricidad en el interior para mantener con energía a Caracas.

Reconoce que en Lara podría administrarse energía por bloques de carga y así establecer un cronograma de cortes, pero no queda personal capacitado o no hay voluntad para hacerlo. Casi todos los técnicos e ingenieros emigraron del país o renunciaron para dedicarse a otros negocios. Preguntado por lo temible, un apagón general, solo respondió: “muy inestable el sistema”.

Carora ya se cansó ya

En un giro idiomático regional típico de los larenses, que consiste en repetir el adverbio al principio y al final de la oración, los caroreños dicen que «ya están cansados ya». Los residentes de Torres, el municipio más extenso de Lara, célebre por su homónimo tipo de ganado vacuno y limítrofe con el estado Zulia, se lanzaron a la plaza El Néctar de Carora con similar grito a los de Bararida: “Fuera, Maduro”.

La falta de combustible tiene a los productores sin poder sacar sus cosechas ni rubros terminados, a enfermos varados sin traslados a centros de salud. Tampoco tienen agua potable ni gas doméstico. En otro punto, un grupo de personas cerró el tráfico en la carretera Lara – Zulia, a la altura del sector Puricaure, para protestar por la escasez de combustible.

La falta de combustible obliga a la pernocta de ciudadanos que forman hileras interminables de vehículos alrededor de las gasolineras. Las filas se prolongan por semanas, muchas superan los treinta días. En la estación de servicio La Granja, en la avenida Pedro León Torres con calle 60, en el oeste de Barquisimeto, conductores exigieron suministro de combustible. No estaban conformes con el recientemente implementado plan «Pico y Placa», que consiste en racionar el combustible según el número de matrícula.

En Sarare, capital del municipio Simón Planas, colindante con Portuguesa, el pueblo también protestó y eliminó la “cola VIP” de la estación de servicio Brisas del Río, donde los civiles y militares incluyentes se saltaban la larga espera para conseguir el combustible más rápido.

Transporte público: 90 % de la flota usa gasolina

La semana pasada, transportistas de la zona norte de la ciudad arrebataron a los denominados colectivos (bandas civiles armadas del chavismo) el control de la bomba del kilómetro 7 de la vía a Duaca. Se impusieron incluso a la Guardia Nacional y, con el resguardo de una cadena humana de civiles, lograron echar gasolina con la única gandola llena que llegó en días.

En una experiencia inédita, los “guerreros del volante” de los sindicatos bolivarianos y los del independiente sindicato automotor, se unieron en una misma causa.

Carlos Arroyo, presidente del Sindicato Unido de Trabajadores Comprometidos y Organizados, desde la plaza Bolívar de Barquisimeto, le dijo a “la Almiranta” que así no se hace una “gestión perfecta”, lema de la administración de la oficial de la Armada que lleva el timón de Lara.

Documentar este cuadro de emergencia y precariedad ha sido convertido por las fuerzas policiales y militares en un delito. Este martes, un video registró la golpiza que uniformados de la Policía Nacional Bolivariana le dieron a un hombre de 57 años de edad por grabar con su celular una manifestación contra la crisis en los servicios básicos en la urbanización La Hacienda, de Cabudare, municipio Palavecino. Allí los vecinos también clamaron por agua, que reciben por tubería una vez por semana durante solo 6 horas. También piden gas doméstico, que no les llega desde enero. El caos de los servicios públicos y la falta de gasolina son el acelerante de una situación altamente inflamable.

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