Opinión

Las 3 cosas que el chavismo ganó con el coronavirus

El que de facto tengamos una gasolina dolarizada en el país, que se haya abierto la importación y comercialización a privados, habla no sólo de un cambio de paradigma en el chavismo, sino que deja en claro que se sienten afianzados en el poder

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A dos meses y medio de haberse iniciado en Venezuela la cuarentena por el coronavirus, el chavismo exhibe tres ganancias en su estrategia de atornillarse en el poder. Logró dominar la agenda pública y ganar legitimidad, torpedeó duramente a la alternativa que encabeza Juan Guaidó y aumentó el control sobre la sociedad.

La combinación de estos elementos le llevó a la decisión más arriesgada que haya tomado el gobierno de Nicolás Maduro: aumentar de forma significativa el precio de la gasolina en el país, un asunto que parecía tabú para la clase política venezolana. Para toda ella, sin distingo ideológico.

De esa forma, con el inicio de junio, Maduro anuncia el regreso a la “normalidad” sobre la que se mantendrá “la vigilancia y el control” por parte del Estado. Los venezolanos, en su gran mayoría, dedican su vida cotidiana a lidiar y resolver problemas diversos derivados del colapso de los servicios básicos, junto con una franja significativa de población que ni siquiera puede alimentarse adecuadamente.

Ciudadanos enfrascados en resolver la vida cotidiana, unos, y otros sencillamente en mengua por el hambre, difícilmente tendrán energía o disposición para la acción colectiva, menos aún sin liderazgos políticos democráticos con capacidad de entusiasmarlos y convocarlos.

Coronavirus devolvió tribuna al chavismo

Cuando se iniciaba la cuarentena, a mediados de marzo, revisábamos cómo el coronavirus le devolvía tribuna pública al chavismo. Dicha tribuna no tiene una finalidad sanitaria, por más que algún vocero se coloque una bata de médico, y en realidad han sido espacio para duros mensajes de política interna e internacional. La vocería oficial ha copado el espacio público.

En otro texto, nos paseábamos por la pregunta si el coronavirus representaba una tormenta perfecta para el chavismo, en su afán de controlar la sociedad.

Hasta ahora, para ser francos, la edición nacional de la crisis global por COVID-19 ha sido beneficiosa para quienes detentan el poder en Venezuela. Hay casos, pero están en un rango controlable; el número de fallecidos, según la versión oficial, es bajo y el miedo colectivo resulta un resorte apropiado para un régimen que pretender establecer un sistema de control social.

Aunque sin legitimidad de origen, debido a una elección que no fue reconocida por buena parte de la comunidad internacional, Maduro ha demostrado que el ejercicio del poder es un asunto fáctico. No hay ninguna señal de que el chavismo esté próximo a entregar el poder o a ser desalojado del mismo.

Los dos años de aquella elección, realizada el 20 de mayo de 2018, se cumplieron justamente en este período de cuarentena. Ningún actor político democrático ha reivindicado una bandera de lucha en torno a esta fecha oprobiosa. Discutir, después de dos años, la legitimidad de Maduro en su ejercicio en el poder, no parece estar en agenda. Esto, sin duda, constituye una ganancia para el régimen.

Un mal momento para Guaidó

En los días previos a la cuarentena en Venezuela, debemos recordar, Guaidó acababa de regresar de su exitosa gira internacional. Tras el espaldarazo de Occidente quedaba zanjado lo que el chavismo había tratado de lograr: poner en duda su legitimidad como presidente de la Asamblea Nacional.

Guaidó fue refrendado por la comunidad internacional para encabezar la transición, y al iniciarse marzo se preparaba una agenda de protestas de la mano de sindicatos, gremios profesionales y estudiantes universitarios.

La crisis del coronavirus, que colocó al joven presidente del parlamento en una posición reactiva con sus declaraciones y mensajes públicos, la propia agenda nacional abocada al tema de la pandemia y la cuarentena, y teniendo este nulo poder en las decisiones reales del país, todo se confabuló para opacar al liderazgo de Guaidó en este tiempo.

El escándalo de la fallida operación Gedeón, más allá de que haya indicios de que el chavismo penetró esta aventura –no cabe llamarle de otra manera-, en realidad terminó dejando muy mal parado a Juan Guaidó. Este mes de mayo ha cerrado con serias preguntas sobre si el tiempo de Guaidó, al frente de la lucha democrática, ya terminó.

Destruir la alternativa

La estrategia del chavismo fue clara desde el principio. Más que intentar recuperar el favor popular, en medio del rechazo que envuelve a los herederos de Hugo Chávez, se ha apostado a destruir a las figuras de la alternativa democrática.

No es nada nuevo, en realidad, ya que ha sido la misma estrategia seguida en Cuba y en otros regímenes dictatoriales. No se trata sólo de perseguir a los opositores, sino también de cooptarlos, corromperlos y desacreditarlos. En este tiempo de coronavirus, esto también ha sido ganancia para el régimen.

Finalmente, bastante tela se ha cortado sobre cómo el chavismo uso el coronavirus para ocultar lo que era la crisis verdadera: la falta de gasolina. La llegada de gasolina y aditivos desde Irán, tras largas semanas sin combustible en buena parte del país, que se usó intensificar el control social, terminó sirviendo la mesa para que Maduro tomase su decisión más arriesgada.

Al decidir aumentar de forma sustancial la gasolina en el mercado interno, Maduro rompe un mito que envolvía a la clase política, de izquierda o derecha.

El que, de factom tengamos una gasolina dolarizada en el país, que se haya abierto la importación y comercialización a privados, habla no solo de un cambio de paradigma en el chavismo, sino que además deja en claro que se sienten afianzados en el poder. El coronavirus ha sido beneficioso para el autoritarismo venezolano.

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