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Las dos caras de la moneda vinotinto

La selección cayó derrotada ente Ecuador, pero no es el marcador lo que preocupa sino que en apenas un puñado de días, la madurez mostrada en Maturín se evaporó, no pudo ser sostenida y el grupo reincidió en conductas que lo alejan de la competitividad. 

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Es imposible hacer un análisis de un partido de fútbol que se sustente en el resultado. El resultado es indiscutible porque es un hecho que no puede ser modificado, no en vano quienes estudian este juego comprenden que lo que debe examinarse es el juego mismo. Y desde el juego, que no del marcador, Venezuela mandó algunas señales positivas en el duelo ante Bolivia que ante Ecuador desaparecieron, tales como la solidaridad, la paciencia para construir y la adaptación a los distintos momentos del encuentro. Es en el juego y no en el score en dónde encontraremos las razones y las correciones.

Fíjese si el fútbol es impredecible que todos los que medianamente seguimos la actualidad de selecciones en nuestro continente sabemos a qué va a jugar Ecuador, pero aún así, este deporte le pertenece a los futbolistas, y contra ellos, o mejor dicho, ante su capacidad de inventar y resolver cada situación de manera distinta, hay pocos antídotos. Asumieno como cierta la imposibilidad de prever el resultado de estos comportamientos colectivos, nos inventamos excusas para combatir el análisis de lo que realmente sucedió, y este es el caso de la selección venezolana. Venezuela no perdió por culpa de la altura de Quito, aún cuando ésta sea siempre un elemento influyente.

Durante los primeros minutos, la selección supo llevar el partido a una zona de igualdad. Entendió que la disputa del centro del campo era vital para alejar las intentonas rivales, así como para la construcción de respuestas ofensivas que no dependieran de grandes esfuerzos físicos, es decir, de largas carreras de sus atacantes. Esto trajo como consecuencia que los meridionales no estuviesen cómodos en el traslado de la pelota, más aún cuando Ecuador intentaba iniciar su juego por el centro del campo.

Esto obligó a los locales a promover el juego por los costados. Esta estrategia es natural en esta selección, pero pareció pronunciarse aún más a partir de las dudas de Alexander González y Ruberth Quijada. El lateral por derecha se mostró incómodo, indeciso al momento de atacar al futbolista que lo encarara, mientras que el zurdo, quizá por su espíritu de central, estuvo siempre más cerca de Mikel Villanueva que del rival que ocupaba su banda.

En fase ofensiva la Vinotinto volvió a apoyarseen Adalberto Peñaranda, pero a sus apariciones les faltó un socio cercano. A Quijada no se le puede exigir, tras apenas un par de entrenamientos, que comprenda y asimile el juego de su compañero, pero Jacobo Kouffati sí posee las horas necesarias para promover una mejor sociedad con el delantero de Udinese.

Cuando el partido se acercaba a los primeros treinta minutos de juego Venezuela perdió el control del mismo. El equipo de Dudamel, que había planteado bien el partido sin hacer grandes recorridos a alta velocidad, se dejó arrastrar por la tentación de tirar pelotazos para que Josef Martinez y Jhon Murillo corrieran en soledad. El juego es un continuum y no comprenderlo es no entender que la manera de atacar condicionará la forma de defenderse. Quienes creen que la estrategia adecuada en la altura es lanzar pelotazos a delanteros rápidos, olvidan que primero hay que tener la pelota y después encontrar espacios para que los pases largos o cortos, sean eficientes, es decir, lleguen a su destinatario.

Ese desorden de los criollos le permitió a Ecuador tener la pelota y olvidarse de las carreras, en favor de un ataque posicional que comenzaba en el centro, se desarrollaba por las bandas y buscaba su final al borde del área chica.

Uno puede concluir que la alineación de Dudamel, colocando como titulares a Peñaranda y a Murillo, buscaba justamente el aprovechamiento de esos espacios. Pero a diferencia del partido anterior ante Bolivia, no había en el campo algún futbolista con un criterioso manejo de la pelota, lo que trajo como consecuencia esta búsqueda incesante del pelotazo. Es pertinente aclarar que los espacios en el fútbol no son consecuencia exclusivamente del avance de los rivales, sino que en muchas ocasiones nacen del movimiento continuo de los propios atacantes. A partir de la tenencia de la pelota y su rápida circulación en búsqueda de jugadores del mismo equipo, se desordena al contrario y aparecen esos espacios que pueden ser atacados por futbolistas como los anteriormente mencionados. Esto es fundamental si lo que se desea es construir posibilidades ofensivas que no hagan previsible el andar del equipo.

El propio Dudamel, al minuto 42, le sugirió a Renzo Zambrano que no lanzara esos balones largos sin sentido sino que se dedicara a jugar, entendido esto como la calma y paciente búsqueda de un compañero cercano.

Hay que volver al tema de las sociedades. En el fútbol los jugadores se acercarán o se alejarán dependiendo de sus propias características, y en el caso de la vinotinto ante Ecuador, la sola salida de Otero cambió todo. Esto no se discute, aunque el caso criollo fse hizo sumamente evidente porque quien lo sustituyo en la alineación titular fue Peñaranda, un futbolista totalmente distinto al 10.

Con Kouffati, Murillo y Peñaranda, lejos de promocionar una versión que creciera partir de la pelota, el equipo tuvo tres atacantes dispuestos a correr, aunque esto significara que se alejaran entre sí. La ausencia de un futbolista que los acercara, como lo hizo Otero ante Bolivia, se tradujo en una nueva versión de “sacarse el balón de encima”, sin tener en cuenta que se jugaba en la altura ni lo explicado anteriormente en cuanto a los espacios.

En el minuto 75, Quijada se proyectó en ataque, llegó hasta la raya y lanzó un gran centro que estuvo cerca de convertirse en el empate transitorio. Es ventajista hablar con el resultado puesto, pero más allá de la derrota vale la pena preguntar ¿cuántas veces participó en ofensiva lateral izquierdo criollo? Cuántas veces construyó Venezuela ataques que privilegiasen la construcción paciente? Por ello insisto, la selección equivocó la estrategia; en todo momento se mostró como un equipo reaccionario antes que proactivo.

Existe un mensaje que confunde al público y uno no sabe si es inocente o si tiene algún interés escondido, y es aquel según el cual no perder es consecuencia de virtudes propias. Se puede empatar e incluso ganar un partido por errores o una mala presentación del contrincante. Venezuela sobrevivió el primer tiempo porque Ecuador no supo definir sus ocasiones de gol, y tampoco fue eficiente en un aspecto clave en su camino por esta eliminatoria: la llegada de futbolistas en búsqueda de rebotes del arquero. Aún cuando Dani Hernández se equivocó en algún rebote, los locales no encontraron rematadores en las inmediaciones del arco venezolano. El cero a cero temporal tras la primera etapa fue eso, una consecuencia de las equivocaciones en definición de Ecuador y una buena presentación del portero criollo.

El fútbol es movimiento. Entendido esto no se puede esperar que un futbolista reaccione como en un videojuego; sus respuestas dependerán más de lo que el partido le sugiera que de lo planificado, es por ello que uno hace tanto énfasis en la necesidad de que el jugador debe conocer e interpretar el fútbol. Hay errores normales que pueden ser corregidos, tales como las distracciones de Quijada, pero hay otros que nacen justamente del juego, del movimiento, de la picardía, del engaño, y esto es lo que hay que identificar para luego promover correctivos tácticos que atiendan directamente a la comprensión de la actividad. El primer gol ecuatoriano es producto de la dinámica de futbolistas que entienden perfectamente lo que es llegar al área y no quedarse en ella.

Por cierto, es sorprendente que la selección venezolana, contrario a las experiencias anteriores y lo que recomiendan los expertos, haya estado tres días en la altura, un tiempo que incluso puede  ser contraproducente para quienes no están acostumbrados a esta situación. Es más llamativo aún que el propio seleccionador nacional, en rueda de prensa, haya mencionado la imposibilidad de adaptarse a ella en tan poco tiempo, por lo que la decisión de estar varios días en Quito fue una sorpresa, sobre todo si se tiene en cuenta que lo aconsejable es repetir la logística que se hace cuando se viaja a jugar en La Paz. Pero hay silencios de silencios, y eso hace tiempo que quedó claro.

Tras la victoria ante Bolivia uno esperaba que el episodio en tierras ecuatorianas ayudar a tener una mejor comprensión de la ruta a Vinotinto. Pero no fue así; el duelo en Quito ni espantó fantasmas ni tampoco alimentó certezas de crecimiento o evolución. Obviamente la altura contribuyó a ello, pero también la fragilidad emocional del grupo, que ante cualquier adversidad decide refugiarse en su zona de confort: acercarse a su propio arco, amontonarse y apostar al pelotazo.

Nunca se es tan bueno como sugieren las victorias ni tan malo como se cree en las derrotas, pero tras el episodio en Quito, queda claro que Dudamel tiene mucho trabajo por delante si es que siente que debe modificar algo. Casi veinte situaciones de gol ecuatorianas así lo sugieren. Bien podría comenzar por hacerle entender a algunos que según cómo se ataque se defenderá y que de nada valen veinte minutos regulares porque los partidos de fútbol duran, cuando menos, noventa.

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