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Las futbolistas sub-17 norcoreanas y la anulación de los géneros

Corea del Norte es una Venezuela multiplicada por un millón, y probablemente jamás sabremos con exactitud lo que ocurre allí adentro.

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Selección de Corea del Norte

Los papeles de género acabarán desapareciendo: los hemos fabricado. Los seres humanos son seres humanos. El 99% lo compartimos. La raza es en gran parte una invención, y el género es casi todo una invención”. Estas palabras no son del entrenador de la selección sub-17 de Corea del Norte, el equipo femenino que este lunes le dio un baile 3-0 a la Vinotinto en la semifinal, y en el que no hay Deynas Castellanos: todas llevan el cabello corto, ninguna se pinta las uñas ni sobresale demasiado por encima del resto; parece que han pasado sus 17 años encerradas en un cuartel militar donde solo observan videos de Messi. Ninguna publica fotos en traje de baño en Instagram. Les ha sido extirpado quirúrgicamente todo asomo de coquetería.

Las palabras son de Gloria Steinem, una periodista estadounidense de 82 años que es un icono viviente del movimiento feminista, y que recientemente fue entrevistada por El País Semanal. Por cierto que, en la misma entrevista, Steinem se contradice un poco y admite que las mujeres son más cooperativas por naturalezaaunque ese es otro asunto para debatir.

Con frecuencia escuchamos denuncias acerca de la opresión de las mujeres en el fundamentalismo islámico, pero muy poco se habla sobre Corea del Norte, un régimen socialista radical en el que se ha pretendido exactamente lo contrario: la eliminación de toda distinción entre hombres y mujeres, más allá de sus roles en la reproducción, y todavía más lejos: la anulación de todo rasgo de individualidad.

“Crecí viendo cómo la gente se enfermaba y moría por alimentarse únicamente con hierbas. En la noche podía ver las luces de las ciudades del otro lado de la frontera e imaginaba que formaban parte de un país sumamente rico”. Estas palabras no son de una venezolana de San Cristóbal hablando de la vecina Colombia, sino de una joven norcoreana que desertó a Corea del Sur después de incursionar ilegalmente por territorio chino, y que fue entrevistada por National Geographic en 2009.

Por supuesto, se supone que las muchachas de la selección sub-17 no padecen un hambre atroz, o necesariamente están descontentas con su situación personal, o han sufrido un lavado de cerebro. Probablemente pertenecen a una elite dentro de su país, en este caso la de los deportistas de alta competencia, la habitual bomba nuclear propagandística de los regímenes socialistas (contando desde Sidney 2000 para acá, Corea del Norte es el país con mejor proporción entre atletas inscritos y medallas olímpicas). “Cuando era joven, creía que mi país era el mejor del mundo”, dice Hyeon-Seo Lee otra norcoreana entrevistada por el diario El País de España, que en su caso nos ofrece un punto de vista diferente, el de la denominada “casta de los leales”.

Lo más inquietante es que en Venezuela, que este lunes enfrentó en un campo de fútbol a Corea del Norte, se ensaya un socialismo que no es tan extremo, pero que en 17 años ha llegado a extremos que muchos dábamos por descartados. Todos hemos escuchado en los últimos días que las elecciones democráticas ya no son prioridad. Conocemos de los problemas que tienen las venezolanas para conseguir medicinas para sus hijos (no hablemos de toallas sanitarias, tintes de cabello o lápices labiales) y está claramente planteado que, por la vía del Estado, solo se repartan alimentos a los que demuestren lealtad hacia una ideología. Y memorizamos hasta la saciedad del discurso oficial en contra del Miss Venezuela o cualquier otro tipo de presunta “explotación capitalista” del cuerpo femenino. Hombres y mujeres iguales: iguales en la pobreza.

Corea del Norte es una Venezuela multiplicada por un millón, y probablemente jamás sabremos con exactitud lo que ocurre allí adentro: las informaciones que nos llegan oscilan entre la más descarada propaganda estatal y extravagancias exageradas para deleite de nuestro morbo, que con frecuencia son inventadas por el propio aparato comunista de inteligencia como parte de su propia guerra de despistaje, como aquella del ministro de defensa presuntamente ejecutado con un cañón antiaéreo.

Las futbolistas sub-17 de Corea del Norte, que ya se coronaron campeonas en el Mundial de la categoría de 2008 y quedaron subcampeonas en el de 2012, y que además de todo juegan un kilo (contrariamente a lo que pudiera pensarse, no basan su estilo solamente en una gran condición física, sino en un toque corto al mejor estilo del Barcelona), nos asoman a un experimento social inquietante: ¿qué pasa cuando el sexo femenino no es oprimido debajo un burka, sino inducido a una presunta igualdad absoluta con respecto al género masculino? ¿De verdad es tan importante la individualidad que se nos ha inculcado como valor supremo en la civilización occidental? ¿En el fondo hombres y mujeres nos parecemos mucho más de lo que pensamos, más allá de que del cuerpo nos guinden cosas diferentes? En lo personal, confieso que prefiero no enterarme nunca de la respuesta.  

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