Opinión

Las muertes y resurrecciones de Linda Loaiza

Linda López emergió como Linda Loaiza tras el cautiverio que vivió. Según el testimonio de las primeras autoridades que la vieron, tras la pesadilla en manos de Carrera Almoina, literalmente ella estaba al borde de la muerte, tras esos cuatro meses de cautiverio y abusos continuados

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El 27 de marzo de 2001 fue secuestrada en una calle de Caracas la joven Linda López por Luis Carrera Almoina, hijo de quien ese entonces era el rector de la Universidad Nacional Abierta (UNA), Gustavo Carrera Damas. Tras cuatro meses sometida a violaciones y abuso sexual, torturas y privación de su libertad, en aquella dura vivencia falleció Linda López, pero ésta resucitó en Linda Loaiza, un nombre que ha devenido en símbolo de la Venezuela que no ceja en su lucha por los derechos humanos.

Hace pocos días tuve el privilegio de estar en una conversación virtual con esta insigne venezolana, a propósito del libro “Doble crimen. Tortura, esclavitud e impunidad en la historia de Linda Loaiza”, preparado a cuatro manos entre ella y la activista Luisa Kislinger. Aunque mediaba la tecnología, no fue un encuentro cara a cara por las restricciones de este tiempo de pandemia, quedé muy conmovido de esta conversación que agradezco haya organizado la editorial de Sergio Dahbar.

La conversación tuvo lugar tras leer este libro. Como me ha sucedido con otros volúmenes de esa casa editorial, “Doble crimen” pasa a ser testimonio que documenta aristas dolorosas de la vida venezolana. Son lecturas que te remueven, como en este caso. 

No hay odio ni revanchismo. Hay templanza en esta mujer, para resucitar como ciudadana después de tan trágica vivencia y enfrentarse a varias muertes, literal y simbólicamente.

Cuando perdiste todo, lo único que sabes que te queda es la dignidad, comenta ella muy serenamente en la conversación. Y las resurrecciones que ha vivido Linda Loaiza la hacen digna, sin duda alguna.

Linda López emergió como Linda Loaiza tras el cautiverio que vivió. Allí ocurrió ya una primera resurrección. Según el testimonio de las primeras autoridades que la vieron, tras la pesadilla en manos de Carrera Almoina, literalmente ella estaba al borde de la muerte, tras esos cuatro meses de abusos continuados.

De allí emergió Linda Loaiza, tuvo ya una primera resurrección. Por azares su segundo nombre, Loaiza, pasó a ser su apellido. Así se le comenzó a reseñar, así se le conoce hoy, dos décadas después de haber estado en el infierno y haber resucitado.

La primera muerte de Linda no fue sólo física, ya que su captor literalmente la destruyó físicamente, sino que también fue una muerte simbólica. La familia de Carrera Almoina, así como amigos y relacionados, sencillamente invisibilizaron a la joven merideña. Miraron para otro lado y se hicieron de oídos sordos. Aquello fue otra manera de matarle.

La primera resurrección la convierte ya en Linda Loaiza. En aquel 2001, siendo periodista de una agencia internacional de noticias, recuerdo claramente haber reseñado este horroroso suceso. Escribí como tantos, sobre su salida del infierno. Como ella misma, esperaba que su tortura acabara entonces. Que se hiciera justicia. Nos equivocamos.

Al salir viva de su cautiverio, siendo ahora Linda Loaiza, padeció luego la segunda muerte. La falta de respuestas del sistema de justicia. La red de complicidades que emanaron del poder cultural y simbólico de la familia Carrera. No sólo fue violentada físicamente, sino que fue ultrajada como ciudadana de Venezuela. La justicia no le atendió, una y otra vez; se difundieron las más bellacas versiones para desacreditarla y que su voz de denuncia no fuese tomada en serio. Humillada ella, humillada su familia.

La segunda muerte de Linda fue larga, varios años tocando puertas, llevando documentos, contando lo que había padecido. Años de intervenciones quirúrgicas, de terapias, de construir su voz. Una voz serena pero firme. Una voz que con el paso de los años no se alimentó del odio personal contra su agresor, sino que fue una voz que se documentó, que estudió y preparó el camino para la segunda resurrección.

Esta resurrección, jubilosa sin duda, provino de un ente externo dada la falta de respuesta por parte del sistema de justicia en Venezuela. El 16 de septiembre de 2018 se publicó por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos una sentencia histórica. El caso de Linda Loaiza sirvió para que este excelso tribunal sentara jurisprudencia en materia de violencia contra la mujer.

La Corte Interamericana estimó que el Estado venezolano no podía ser considerado responsable directo de los actos sufridos por Linda Loaiza (estos habían sido cometidos por un particular), pero sí asentó que tenía una responsabilidad dada “la reacción insuficiente y negligente de los funcionarios públicos que no cumplieron con la debida diligencia para prevenir e interrumpir” los sucesos, de los cuales tenían conocimiento y hasta identificación del agresor.

Con 38 años en este momento, siendo obviamente una joven y ahora preparada defensora de derechos humanos (en el ínterin de estas dos décadas se hizo abogada y curso postgrado) me atrevo a decir que ya Linda Loaiza nos dijo como sociedad el mensaje que traía para nosotros. Ella es hoy no sólo una mujer que sobrevivió, Linda Loaiza es símbolo de la insistente lucha de la voz femenina en Venezuela.

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