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Libros artesanales, la apuesta de dos editoriales colombianas en la era digital

El libro artesanal es la apuesta de dos editoriales independientes de Colombia que decidieron, en plena era digital, hacer frente a las voces que daban por muerto el formato en papel con una apuesta de negocio diferente en el que prima la meticulosidad y el esmero.

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Frailejón expone estos días en la IX Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín sus colecciones conformadas por libros encuadernados artesanalmente, con tapas de tela cosidas a mano y firmados por los propios autores.

Al dueño de la empresa, Iván Hernández, le dijeron que «estaba más o menos loco» cuando hace tres años decidió emprender la aventura de publicar estos libros-objeto, en su mayoría de poesía, luego de haberse retirado de la editorial colombiana Norma. Hernández explicó que:

«La idea es hacer libros bonitos, que de algún modo le hicieran honor a lo que contuvieran dentro, es decir, que los libros y el texto de los autores sean muy cercanos el uno del otro».

El nombre de la editorial, Frailejón, formada por cuatro personas, tres de ellas artesanas, es una metáfora del momento por el que atraviesa el mercado editorial impreso, pues se trata de una planta andina con flor, que crece a partir de los 3.000 metros de altura y lucha por no desaparecer de los Nevados colombianos.

Las tiradas de las obras no superan en ningún caso las 500 obras, en la medida de lo posible están numeradas y firmadas por los propios autores para que el lector «sienta que tiene un libro con un cierto atractivo», agregó.

Lejos de demonizar el impacto que tiene internet con la aparición de los cada vez más populares libros electrónicos, Hernández considera que cuanto más se desarrolle la Web, mejor le irá a su negocio.

«El libro es un objeto bonito que vale la pena para acariciarlo y sentirlo un poco. No es un riesgo el libro electrónico, creemos que mientras más se desarrolla, más aprecio se tendrá por los libros que nosotros hacemos», comentó.

Los propios autores se han convertido en embajadores de la causa, pues la editorial les paga con sus propias obras ya encuadernadas para que las muestren con orgullo por el mundo, entre los que se encuentra la escritora española Susana Benet.

«No nos preocupa si un autor vende mucho, nos interesa que el autor sea muy bueno. Si haces una tirada grande hay que pensar en el mercado, pero ese no es nuestro criterio», reconoció Hernández.

Con esta misma filosofía nació la editorial Tragaluz, que decidió incorporar ilustraciones artesanales a sus obras, independientemente de si son libros infantiles o para adultos.

Los escritores colombianos Juan Carlos Restrepo y Pilar Gutiérrez, además de unir sus vidas sentimentalmente, lo hicieron en los negocios con Tragaluz, que también ofrece servicios editoriales bajo demanda para aquellos que deseen encuadernar sus creaciones literarias.

Gutiérrez aseguró a Efe que la empresa «es sostenible y rentable» independientemente de los avances de la lectura digital, práctica con la que «hay que convivir» porque «renunciar al formato papel sería muy loco».

Al igual que Frailejón, otra de las claves de Tragaluz, además de su cuidada encuadernación, es la selección «muy delicada de textos de calidad» con un espacio importante para los «géneros marginados», agregó Gutiérrez.

En este sentido, la poesía, el ensayo y los cuentos se convierten en el caballo de batalla de estas dos empresas de Medellín, conscientes de que la supervivencia pasa por convertir a los libros en tesoros únicos.

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