Opinión

Las licencias

a Héctor Torres y Hernán Zamora, los amables  

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Cuando nos suscribimos a redes sociales deberíamos atender si estamos dispuestos o no a compartir nuestras sombras. Es decir, si aceptamos o no las licencias de la miseria, bajeza u oscuridad espiritual que se activan y nos acechan desde el instante en que los deseos de ser un sujeto de redes comienzan a seducirnos. Nada nos exigen. Es una invitación simple para el ejercicio de la facultad de la ignorancia y sus derivaciones emociones e intelectuales. Es la fiesta donde sentimos que no arriesgamos nada; donde la certeza de que no perdemos nada domina los discernimientos personales. No estamos satanizando las bondades del uso de las redes sociales. Nadie con sentido común, ese sentido en crisis o despreciado por la vanidad, negaría las potencialidades de las mismas en el tráfico humano contemporáneo. Las redes son necesarias e inevitables. El peligro es la ausencia de prudencia y racionalidad predominante en los intercambios que ellas propician y desarrollan. En su seno también  suceden los míseros despliegues humanos. Allí dejamos las larvas de nuestra oscuridad. Y lo larvario, genéticamente, está constituido por el inevitable espejo o instrumento delator de nuestra facultad de destruir: el lenguaje. Nuestras larvas están hechas de palabras, las nuestras; las que elegimos para construir, reconstruir o destruir nuestros alrededores.

La seducción de la licencias de destruir casi siempre triunfa. Emprender una cruzada para combatirla es una empresa cuya misión, visión y filosofía descansan en el fracaso. Reconducir dicha seducción hacia lo amorosamente civilizado nos exige forjarnos una educada pasión por lo amable; nos obliga a sostener nuestros días sobre las columnas del respeto por lo semejante y lo diferente. Consiste en elegir, en honor a Victoria Camps, filósofa española,  las licencias que nos permiten conducirnos desde/con lo que merece ser amado. ¿Y qué es lo que merece ser amado? Todo aquello que suscita, propicia y garantiza la alegría de vivir.

Pensando en Giorgio Agamben, filósofo italiano, si elegimos ser contemporáneos, entonces es una alta opción comprender los mecanismos invisibles de la oscuridad, subyacentes a la fascinación de las luces de las redes sociales. Es simple: cada uno de nosotros elige lo que vaciará de sí en las redes. Si lo gobierna la imprudencia e irracionalidad, lo elegido es lesionador de sí y de los demás. Si el gobierno es el de la prudencia y discernimiento, el diálogo, el respeto y la convivencia anularán las licencias de la sombra.

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