Venezuela

Lo mejor, lo ausente y lo incomprensible del pacto MUD-Gobierno

En un país que necesita reconstruir toda su institucionalidad, una Asamblea Constituyente podría ser una herramienta más útil que un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro.

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Diálogo gobierno y oposición
Foto: EFE

1) El acuerdo que debió haber estado en el pacto anunciado este sábado por Ocariz-Jorge
“El Gobierno Nacional, principal responsable de una inflación de cuatro dígitos y de una caída sostenida del PIB, se compromete a acatar de inmediato las recomendaciones dictadas por un panel de cinco expertos económicos, dos designados por la oposición, dos por el gobierno y un restante sugerido por el Vaticano”. Preferiblemente un ganador del Nobel, que para algo deben servir los contactos en el Whatsapp del Papa Francisco. Por supuesto, toda política económica es más política que económica y ningún gobierno serio debería dejarse imponer una, pero este gobierno no es serio ni funcional.

2) Lo mejor del pacto
Habría al menos una elección a corto plazo: la legislativa del estado Amazonas, si es que acaso hay que repetirla (por las palabras de Ocariz se da como un hecho, pero eso no es estrictamente lo que dice el documento). La posibilidad, con un papel firmado, de concretar finalmente la mayoría calificada en la Asamblea Nacional y de regresar a un mínimo de racionalidad en la relación entre poderes públicos, así como de contar con un CNE realmente imparcial (que lamentablemente no llegó a tiempo para el RR). Lo que faltó: un acuerdo para recuperar la majestad del TSJ y sustituir a los magistrados nombrados de manera irregular en diciembre de 2015.

Importante recordar el artículo 348 de la Constitución Nacional: “La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrá hacerla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de la dos terceras partes de sus integrantes; los Consejos Municipales en cabildos, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; y el quince por ciento de los electores inscritos y electoras en el Registro Civil y Electoral”.

En un país que necesita reconstruir toda su institucionalidad, una Asamblea Constituyente podría ser una herramienta más útil que un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro.

3) Lo incomprensible
¿Qué hace el Esequibo metido en el pacto? En medio de la situación actual, con el dólar paralelo disparado y todas las consecuencias nefastas que eso desencadena en la economía cotidiana, la única manera que el venezolano común se acuerde del Esequibo es que pongan en la radio la canción aquella del grupo Témpano: “El Esequibo es mío, es tuyo, es nuestro”.

4) El gran ausente
El referéndum revocatorio. Estés de acuerdo o no con la MUD, estés de acuerdo o no con dialogar con el gobierno, puede ya darse como un hecho: ha fallecido cristianamente el RR, sus restos están siendo velados en la Funeraria Vallés.

Por supuesto, las posibilidades de activar el RR no eran demasiado elevadas. La oposición carecía de algo extremadamente sólido para negociar a cambio del RR: no tiene hoy el control de gremios o sindicatos que le permitan paralizar efectivamente el país; no parece poseer tampoco una enorme influencia sobre la oficialidad media de la Fuerza Armada; el único poder que domina, la Asamblea Nacional, ha sido emasculado por los restantes; ningún ejército internacional está alistando tropas para restablecer el Estado de Derecho venezolano; Almagro no puede aplicar él solo la carta democrática de la OEA, que tampoco es la carta para ganar la serie mundial de póker; tampoco existe una capacidad de movilización ilimitada para sacar a 20 millones de venezolanos a todas las calles, incluidas las adyacentes a Miraflores, y hacerlos que pernocten allí o pisen duro el asfalto al unísono hasta que Maduro caiga.

El gobierno no está más débil que hace unos meses, por el simple hecho de que ha permanecido, y aunque suene a herejía, Maduro hasta parece mejor orador. La situación económica es extremadamente crítica, pero no necesariamente derivará en una explosión social múltiple y simultánea, sino quizás todo lo contrario: la lucha por la supervivencia desmoraliza, desmoviliza y, tristemente, también animaliza.

El gran dilema ético: ¿ser idealista o pragmático? ¿Se debió abandonar de inmediato la mesa porque no se consiguió ni pío con el RR? ¿O quedarse porque peor es nada y obtener algunas concesiones probablemente útiles a largo plazo? En todo caso, había que decidir.

El gran tema es: no habrá RR. Se murió como el Ratón Pérez. Los dirigentes de oposición tendrán que convencer a la base que percibe el pacto del sábado como una traición, que no necesariamente es la mayoría, aunque sí la que hace más presencia en redes sociales (lo que tampoco la convierte automáticamente en prescindible, radical o bruta). Estoy seguro de que, si se hace una encuesta hoy, Capriles o Ramos Allup siguen estando por encima de María Corina, y probablemente la mayoría de la población (opositora-chavista-niní) se siente satisfecha de que haya habido algún tipo de diálogo/acuerdo y de que el gobierno y la oposición “dejen la peleadera”.

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