Opinión

López Obrador y Evo Morales tratan de revivir las iniciativas de Chávez

Mientras Bolivia apuesta a una instancia subregional, con una clara bandera ideológica como lo refleja el discurso de Morales, quien ha dicho que se propone “consolidar la lucha antiimperialista”; en el caso de México, el plan de AMLO se trata de reflotar a la debilitada Celac, que según analistas parece desfasada en el actual contexto regional

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Hablar de relanzar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) o generar una instancia paralela a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en este tiempo, básicamente apunta a dejar a Estados Unidos por fuera. A diferencia de Chávez, ni Andrés Manuel López Obrador, ni Evo, tienen la petro-chequera de la que dispuso el difunto gobernante venezolano y que usó para potenciar la influencia del chavismo en la región.

Casi que, en simultáneo, pero sin aparente conexión, México anunció su intención de relanzar la Celac como parte de su estrategia diplomática. Morales, teniendo un disimulado apoyo del actual presidente de Bolivia, Luis Arce, presentó una instancia que palabras más, palabras menos, busca sustituir a la Unasur.

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Ambos entes recibieron dinero de Venezuela. A fin de cuentas, son entidades que promovió y financió en su momento el régimen de Hugo Chávez con el fin de tener una agenda regional que anulara a la OEA, a la que la izquierda latinoamericana acusa de estar controlada por Estados Unidos.

Todo esto es de días recientes, sin embargo, tal vez debe conectarse con un hecho de cuatro meses atrás. Cuando el mandatario boliviano, Luis Arce, visitó México, junto a AMLO dio una inusitada declaración en la que los dos jefes de Estado cargaron contra la Organización de Estados Americanos (OEA). En ese momento, por ejemplo, catalogaron como injerencia a las misiones electorales de este órgano con sede en Washington.

Este 4 de agosto se conoció que el expresidente Evo Morales, con el respaldo del gobierno de Arce, quien fue su estrecho colaborador, lanzó la iniciativa llamada como Runasur, que apunta a construir la “América Plurinacional”, junto a movimientos sociales y partidos políticos de izquierda latinoamericanos, como respuesta a la extinción de Unasur.

La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) nació en 2008, impulsada por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, y apuntalada por otros líderes regionales como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva; el exmandatario argentino también fallecido Néstor Kirchner; y los entonces gobernantes de Ecuador, Rafael Correa, y Bolivia, Evo Morales.

Esta iniciativa entró en severa crisis a partir de 2017. Varios países dieron un paso al costado y el financiamiento de Venezuela hizo aguas. La guinda fue la decisión de Ecuador de recuperar el edificio sede del organismo para destinarlo a una institución educativa indígena.

Mientras Bolivia apuesta a una instancia subregional, con una clara bandera ideológica como lo refleja el discurso de Morales, quien ha dicho que se propone “consolidar la lucha antiimperialista”; en el caso de México, el plan de AMLO se trata de reflotar a la debilitada Celac, que según analistas parece desfasada en el actual contexto regional.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fue impulsada y financiada por Venezuela en 2011 básicamente para generar una instancia regional, en teoría de integración, pero que en la práctica tenía por agenda incluir a Cuba y tomar distancia de la OEA.

“La iniciativa de México de reactivar la Celac, en términos más pragmáticos, más que con una visión política, es una iniciativa interesante. Sin embargo, la crítica de la OEA que se hace al presentar esta iniciativa no me parece del todo adecuada”, me comenta desde Buenos Aires Andrés Serbin, presidente de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES).

Aunque Serbin reconoce que la OEA ha quedado rezagada en su capacidad de responder las derivas autoritarias que se han vivido en la región, como son los casos de Venezuela o Nicaragua, este analista destaca el rol positivo del organismo como espacio para la interacción hemisférica entre América Latina, el Caribe y Estados Unidos.

“La propuesta es, ni más ni menos, que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, nuestra realidad y a nuestras identidades. En ese espíritu, no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie”, manifestó AMLO el pasado 24 de julio.

México organizó una reunión de cancilleres de la Celac, celebrada en esa fecha, y anunció que en septiembre celebrará una cumbre de jefes de Estado. La diplomacia mexicana le da reconocimiento al régimen de Nicolás Maduro, que está execrado de diversos foros internacionales. Vale recordar que incluso la OEA sigue reconociendo como “presidente interino” de Venezuela al opositor Juan Guaidó.

Aunque pueda lucir viable crear un organismo regional sin Estados Unidos, hasta ahora no se ha logrado una convergencia de voluntades políticas como para avanzar. Ni tampoco ningún país, salvo la excepción del Chávez nadando en dólares, ha querido financiar lo que implica por ejemplo crear una infraestructura, tener personal fijo, etcétera.

De hecho, estas iniciativas de Unasur o Celac, apalancadas por los petrodólares del chavismo, se desdibujaron a partir del fallecimiento de Chávez y con la ausencia de financiamiento de Caracas.

Así que ahora, en una América Latina de discursos grandilocuentes, la pregunta es si México o Bolivia le darán financiamiento estable a lo que hasta ahora son anuncios.

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