Cultura

Los 5 discos indispensables del rock latinoamericano de los años 60

La primera etapa de "Indispensables" fue un viaje con Félix Allueva desde los años 60 por las grabaciones esenciales para entender la evolución del rock y otras variantes musicales tanto en Venezuela como en el mundo. Hoy arranca otra ruta, ahora por los sonidos de América Latina

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A menudo en el ecosistema del pop rock latinoamericano se debate sobre cuál fue el primer país del subcontinente en dar un paso adelante con el rock and roll. Hay claras discrepancias entre los que apoyan, por ejemplo, a Cuba, México o Argentina. Igual sucede con las posiciones relativas a quién es “el padre” del rock latino: largas disputas entre artistas y sus clubes de fans encienden los cafés y las redes sociales.

En esa diatriba van apareciendo los emprendimientos culturales que han prosperado en las naciones de la región, sus industrias musicales, y en particular, la identidad del rock labrado, más o menos original, más o menos vernáculo, más o menos con características propias.

En esta nueva temporada de los “Indispensables” muchas de estas dudas serán afrontadas, pues rastrear cuáles son los cinco discos del pop rock latino imprescindibles de cada una de las últimas seis décadas nos ayuda a vislumbrar origen, desarrollo e impacto actual del rock latinoamericano, el rock que habla en castellano y registra nuestra idiosincrasia.

Dispongan sus oídos pues nos vienen semanas de mucha música de acá.

Los Locos del Ritmo: Rock! (1960) México

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Desde mediados del siglo pasado en México se producían películas vinculadas al fenómeno del rock and roll, la primera, “Juventud desenfrenada” de José Luis Morales (1956). En los años cincuenta se realizaron cerca de veinte filmes sobre el género: “Los chiflados del rock and roll”, “La locura del rock and roll”, “Al compás del rock and roll”, “Paso a la juventud”, “La rebelión adolescente”, “Melodías inolvidables”, “Quinceañera”, etcétera.

México, “tan lejos de Dios y tan cerca del rock and roll” comienza a desarrollar una industria centrada en la nueva expresión. Para 1960 cuenta con un catálogo de bandas rockanroleras que sirven para la invasión a toda Iberoamérica, las más conocidas: Los Teen Tops, Los Rebeldes del Rock, Los Black Jeans, Los Hooligans, Los Sonámbulos o la banda que cautiva nuestra atención, Los Locos del Ritmo.

Rock! es el álbum debut de Los Locos del Ritmo. Fue grabado a finales de 1958, pero por mala gerencia de la disquera, salió al mercado en 1960, cuando era evidente e imparable el negocio del rock and roll en nuestra región.

Con limitantes como la falta de experiencia en la producción de un Long Play de rock o detalles netamente musicales, tipo afinación y destreza en la ejecución de algunos de los instrumentos, Rock! es un trabajo pionero en su género al interior de nuestras fronteras latinoamericanas. Con logros indiscutibles: cantar rock en castellano y hacerlo bien, la mitad de los temas de autoría propia y la otra mitad versiones adecuadamente amoldadas al idioma e idiosincrasia mexicana, adaptaciones de canciones popularizadas por Elvis Presley y Buddy Holy (“Baby I Don´t Care” – “Nena no me importa”-, “A Big Hunk Of Love” – “Un gran pedazo de amor”), Ricky Nelson (“Grow Of Love” – “Crecidito para amar”) o Jack Scott con la canción “Geraldine”.

Sobresalen dos himnos generacionales en México y otros países de la región: “Tus ojos”, soft rock que daría pauta a gente como Sandro de Argentina, Los Ángeles Negros de Perú o Los Terrícolas de Venezuela. El otro, “Yo no soy rebelde”, declaración de principios adolescentes con estructura rockanrolera.

Haber sido editado con un año de atraso le da un toque especial a Rock!. Para 1960 ya el rock and roll original, rebelde, apegado a la cultura afroamericana, comienza a ser “descafeinado” por la industria de la música y aparece el rock transmutando a pop, la llamada música para teenagers. El trabajo de la banda mexicaba en esencia es rock and roll, del “viejo”, el original, es parte de su grandeza. Contiene una colección de virulentas canciones, con la energía propia del r&r: “Morelia”, “El mongol”, ambos con avasallantes punteos de guitarras y batería al frente de los micrófonos.

Reseña aparte, “Blues tempo”, instrumental de espíritu blusero, de lo mejor del disco, un atrevimiento rock que nos habla del gusto de Los Locos del Ritmo.

Los músicos del álbum, Toño de la Villa (voz), Jesús González (guitarra líder), José Negrete (piano), Rafael Acosta (batería), Álvaro González (guitarra rítmica) y un contrabajista de sesión del cual aun no se tiene certeza del nombre. Como buenos mexicanos, el regionalismo brota de manera espontánea y así concurrimos al mestizaje en títulos como “La cucaracha” o “Un vasito con agua”.

Otro logro, la versión absolutamente rockanrolera del famoso tema “Peter Gunn” de Henry Mancini, que de su formato original rock and roll con jazz, pasa a través de Los Locos del Ritmo a guitarras con un groove muy particular, además de pisar el acelerador.

Caracas disfrutó de Los Locos del Ritmo en el año 1961, nos visitaron e hicieron “vacilar sin ton ni son”.

Los Gatos: Los Gatos (1967) Argentina

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Los primeros acordes los da la guitarra, continuan bajo y batería marcando el tempo, para finalmente unirse el teclado:

“Estoy muy solo y triste acá en este mundo abandonado
Tengo una idea: es la de irme al lugar que yo más quiera.
Me falta algo para ir, pues caminando yo no puedo.
Construiré una balsa y me iré a naufragar”.

Un repique de batería da pauta para la entrada del coro:

“Tengo que conseguir mucha madera,
tengo que conseguir de donde pueda.
Y cuando mi balsa esté lista partiré hacia la locura.
Con mi balsa yo me iré a naufragar”.

Iniciando el coro, la guitarra deja claro, con un punteo, que estamos escuchando rock. Se viene el puente instrumental, con un teclado que nos recuerda al primer álbum The Doors salido seis meses antes de este registro latinoamericano.

Esto sucede a mediados de 1967 en Buenos Aires, a partir de esta canción llamada “La balsa”, se empieza hablar de rock argentino. Se populariza el formato “grupo rock”. Los jóvenes músicos se la juegan con composiciones propias, no más versiones de gringos y británicos. Desarrollarán una manera de abordar el rock desde el castellano. Ya no estamos en rock and roll, entramos a la fase pop rock. Los responsables de esta nueva etapa del rock latinoamericano son los integrantes de la agrupación Los Gatos y la partitura es su homónimo álbum debut.

Al principio fueron Wild Cats, luego Los Gatos Salvajes, hasta llegar a Los Gatos. En esa metamorfosis que comienza en la ciudad de Rosario y finaliza en Buenos Aires, coexistieron con otras expresiones del naciente rock and roll celeste, Sandro y los del fuego o los Beatniks del pionero Moris. Pero son Los Gatos y el single “La balsa” los que logran la magia de crear un himno para la juventud y luego para la sociedad.

Era momento de dictadura, un general (Juan Carlos Onganía) acababa de dar un golpe y el sector estudiantil, juvenil y rockero era duramente reprimido. Si se lee entre líneas, «La balsa» era toda una declaración de principios. Se notaba inestabilidad política, identidad de un movimiento, resistencia a un pensamiento único, y un inminente peligro. También puede interpretarse como huida, escapar de una opresiva situación. La composición sirvió para nuclear a un amplio sector social. Exito comercial, pero también un símbolo.

La ópera prima de Los Gatos fue piedra fundacional de lo que con el tiempo sería un gran movimiento, una música que se convertiría en identidad nacional. Félix Francisco “Litto” Nebbia fue para Los Gatos, lo que Gustavo Cerati a Soda Stereo. Ideólogo y diseñador de un estilo, Nebbia, trasladó su manera de concebir el rock vernáculo a banda. Por su manera de cantar, no era precisamente el típico cantante de rock, ese de onda blusera con voz oscura: la suya era una voz más clara, si se quiere, pop. Las melodías le brotaban de forma natural, lo que llevó a Los Gatos a ser una banda con un gancho baladístico fresco.

Sus letras iniciales eran ingenuas, y esa manera de componer marcaría al rock de los siguientes años en Argentina. Litto venía de una familia de músicos “callejeros”, mamó del tango, bolero, la canción popular, por eso no era de extrañar el tipo de composiciones que confeccionaba.

Los doce tracks que conforman el álbum Los Gatos son rock de los 60 atravesado por el pop y el sentir argentino. Conseguiremos acercamientos al soul (“Ya no quiero soñar”), orquestaciones melosamente pop (“El vagabundo”), cierto hippismo proveniente de la costa oeste de Estados Unidos (“Madre escúchame” y “El rey lloró”), gustos personales de Litto, bossanova coqueteando con el pop (“¿Qué piensas de mí?”), hasta llegar a propiamente rock al estilo “Me harás pensar en el amor”, donde veía su pasado inmediato, cuando tocaba versiones de The Animals y otros británicos.

Los Gatos, una banda que se fogueó en el “en vivo” de un local porteño llamado La Cueva y que antes de grabar su primer disco ya tenía decenas de temas compuestos, hizo de la grabación un proceso rápido y sincronizado.

Dato curioso, en Venezuela la agrupación Las Cuatro Monedas, hizo una versión de “La balsa”.

Os Mutantes: Os Mutantes (1968) Brasil

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1968, en Brasil reina una típica dictadura militar de república bananera, profundamente represiva, anti comunista, controladora de la libertad expresión y monitoreada por Estados Unidos. En ese contexto, sectores juveniles y clase media tratan de buscar alternativas que den respiro al asfixiante ambiente cultural. Las vanguardias artísticas se enfocan en una propuesta integracionista que indaga, partiendo de las raíces de lo nacional, engranar con lo universal. Nace el Tropicalismo. Los referentes musicales del vistoso movimiento fueron, entre otros, Gilberto Gil, Caetano Veloso, Gal Costa, Tom Zé y la tendencia más radical, Os Mutantes.

Trío compuesto por la diva Rita Lee (voz, percusión y flauta) y los multi instrumentistas Sérgio Dias y Arnaldo Baptista. Sirvieron de banda soporte a las propuestas de Gilberto Gil (entre el africanismo y The Beatles). Fueron el ala pro anglo del Tropicalismo, acechando las músicas de Inglaterra y el avant pop cosmopolita. Os Mutantes, nombre que adoptaron por ser unos anómalos en el movimiento, se convierten en la inclinación psicódelica, una de las más audaces de toda Latinoamérica.

Resulta agotador afrontar la exploración del álbum pues la abundancia de géneros musicales, nacionales e internacionales que se juntan liberan exceso de información. Ya Brasil en sí es un continente musical. Os Mutantes incorporan samba, candomblé, baiao, fado, bossa y comarcas intermedias. Conseguiremos jazz, rock, pop, claro está, psicodelia, vodevil, chanson francesa. Este bebistrajo es aderezado con recursos técnicos del estudio de grabación, libre orquestación, música concreta y pare de contar.

El primer trabajo discográfico de Os Mutantes es la respuesta brasileña a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Se necesitaría un libro completo para ser diseccionado. No es casual que importantes músicos de la escena actual como Flea (Red Hot Chilli Peppers), Beck, Devendra Banhart, Estereolab, Sean Lennon y muchos más, tengan como artistas de cabecera a estos brasileños.

Algunas composiciones y líricas de los grandes del Tropicalismo son abordadas y transformadas por la visión psicodélica de Os Mutantes. “Panis et Circenses”, original de Gilberto Gil y Caetano Veloso, gira a una intro circense, quiméricos cantos pop, uso de distorsión y ecos, orquestación, mutación de tempos, efectos sonoros. La banda del Sargento Pimienta se muda a Sao Paulo. “Baby”, otro texto de Veloso que el trío lleva a blues piscodélico, embelesado con la voz Rita Lee, a mitad de la canción se entra en territorio rock con fastuoso final.

Están los temas propios, absolutamente narcóticos, “O Relógio”, oda al reloj, precoz dream pop con apariencia sonora de Nico (la cantante alemana de Velvet Underground). “Ave Gengis Khan”, momento clave, jazz, blues, rock, ritmos brasileros. Nada que envidiar a Frank Zappa. Guitarras hard rock bien ejecutadas con puentes oníricos para regresar a riff modo rock.

Hay que leer entre líneas este manifiesto tropical psicodélico anti dictadura, que les permitió a los integrantes del proyecto no recibir directamente la censura y represión del régimen, a diferencia de Gil, Veloso o Chico Buarque. Un metalenguaje que venía decorado con la promiscuidad sónica de la psicodelia. Crearon un cosmos propio, incluso, construyeron algunos instrumentos (como un insecticida en forma de spray para marca el tiempo de hit hat, que generó cierta intoxicación en el estudio; distorsionador de voz con base en una lengüeta de goma al interior de una lata con adaptación de dispositivos mecánicos), además, con ingeniero de sonido propio para lograr los efectos apropiados. Os Mutantes, vanguardia de la vanguardia que solo fueron reconocidos décadas después.

Sugerimos, como complemento el compilado de la banda realizado por David Byrne: Os Mutantes. Everything Is Possible!

Los Shakers: La Conferencia Secreta del Toto’s Bar (1969) Uruguay

Dos jóvenes músicos, hermanos, enamorados del jazz y la bossa nova toman conciencia de la existencia de los Beatles, se dejan seducir por la beatlemanía y optan, en la ciudad de Montevideo, por crear un cuarteto que reproduzca ese novedoso sonido proveniente del Reino Unido.

Osvaldo y Hugo Fattoruso en las guitarras, Roberto “Pelín” Capobianco en el bajo y Carlos “Caio” Vila en la batería, conformarán Los Shakers, el cuarteto que se convertirá en los Beatles latinoamericanos. De 1964 a 1969 dura el exitoso experimento que impactaría y serviría de referencia a músicos como Charly García o Luis Alberto Spinetta.

Su obra maestra y último trabajo discográfico lleva el nombre de La Conferencia Secreta del Toto´s Bar, una sátira a la “Reunión de Jefes de Estados Americanos en Punta del Este, República Oriental del Uruguay” en abril de 1967. Toto era el dueño de un bar donde solían reunirse amigos músicos.

Grabado en Buenos Aires entre 1967 y 1968 salió al mercado a finales de 1968 en Argentina y en 1969 en Uruguay. Un trabajo donde podemos ver tres vertientes, la de mayor presencia, el pop de fundamento Beatles. Luego, la insurgencia psicodélica, y finalmente, la más importante: la experimentación mirando hacia la fusión del rock con los sonidos del cono sur. Todo cantado en inglés.

Sin embargo, al momento de su presentación al mercado la banda ya había colapsado y su propuesta musical estaba desfasada, el sonido Beatles estaba en otra etapa (Abbey Road) y el rock, en el sur, se cantaba en castellano.

Musicalmente debemos destacar que los integrantes de Los Shakers, aunque muy jóvenes, venían de experiencias vinculadas al jazz, el tango, la bossa nova: eran profesionales de “otro nivel”.

Acoplarse al modelo beat no fue complicado, podían replicar a la perfección los ritmos, los juegos vocales, solos de guitarras, los riffs básicos del modelo pop. Los temas del Totos’ Bar son propios, luminosos, bellas armonías, todo con muy buen gusto. Escucharemos siempre un acento jazzístico y la persistencia del piano.

Como dijimos en líneas anteriores, Los Shakers nos entregan tres grandes bloques musicales, el primero, la herencia pop de los Beatles: “Acostumbro ver TV los martes 36”, respetando el estilo “Getting Better”; “Una forma de arco iris”, típico arreglo vocal Beatles coqueteando con Burt Bacharach. Continúan “Siempre tú”, “Oh, mi amigo” y “El pino y la rosa”, todas rememorando la época pop pre 1967 de los cuatro de Liverpool.

Segundo segmento, psicodelia: “La Conferencia Secreta Del Toto’s Bar/Tía Clementina”, dos temas sin separación, el primero un claro tributo a Sgt Peppers con interesantes componentes jazzy (escuchar intro), segunda parte, otro tributo, pero dirigido a “When I’m Sixty-Four”; “Yo recuerdo mi mundo”, tema lisérgico con sus correspondientes cintas magnéticas reproducidas al revés, composición que rivaliza con los grandes de la psicodelia británica.

Finalizamos con el gran aporte de Los Shakers, fusión experimental: “Candombe”, como el título lo indica, el ritmo popular de Uruguay llevado al campo del rock, o viceversa. Ingeniosa canción donde se adelantan a las propuestas de Carlos Santana en el 69, con una batería adaptada al repiqueteo del candombe, voces pop sobrevolando la geografía sureña, toques de jazz y una guitarra apasionadamente rockera; “Señor Carretera El Encantado”, un viaje latino al naciente rock progresivo; y llegamos al non plus ultra, “Más largo que El Ciruela”, especie de dialogo entre Brian Willson y Lennon/McCartney, vientos, cuerdas, cintas al revés y bandoneón en formato Astor Piazzolla: tres minutos de gloria.

Sirva el momento para recordar al baterista de Los Shakers, Caio Vila, quien vivió mucho tiempo en Venezuela y formó parte de la alta gerencia de la industria discográfica del país.

Almendra: Almendra (1969) Argentina

Primero fue el verbo, el sonido vino después. Eran dos adolescentes que “comían libros”. Luis Alberto y Emilio en la secundaria consumían de manera obsesiva altas dosis de Neruda, Ray Bradbury, Cortázar, Sartre y muchos otros nutrientes intelectuales. Se divertían refugiándose en sus cuartos, elaborando poesía que luego intercambiaban y la imaginaban con música.

A Luis Alberto Spineta (guitarras, armónica y voz líder) y Emilio Del Guercio (bajo, flauta, coros y ocasionalmente voz líder) se les unen otros dos muy jóvenes músicos: Edelmiro Molinari (guitarra, bajo, órgano y coros) y Rodolfo García (batería, percusión, piano y coros). Nace así una de las agrupaciones pioneras del llamado Rock Nacional argento.

En menos de un año se convierten en punta de lanza de la movida rock en Buenos Aires y para finales de 1969 ya tienen su debut discográfico que será bautizado con el mismo nombre de la banda: Almendra.

Herederos, en cierta manera, de la canción rioplatense, agregan a sus arreglos el imaginario poético de Spinetta, el caló porteño (a veces indescifrable para los no argentinos), las nuevas corrientes del rock (jazz, folk, progresivo, hard) creando un armazón compositivo complejo, superando musicalmente a su competencia local. Esta especie de la música popular argentina impulsada por Almendra afectará el espíritu creativo del futuro rock a manos de Fito Páez, Andrés Calamaro y Gustavo Cerati, entre otros.

Pasando revista a los surcos del vinil, lo primero a destacar es la fuerte presencia acústica de una balada cargada de poesía. Esta pauta viene dada por “Muchacha (ojos de papel)”, “Figuración” y “Fermín”, acento folk, flautas agrestes, boceto del futuro pop austral. En esta línea de acción está “Plegaria para un niño dormido”, tema de fuerte carga social oculta bellamente en las frases de Spinetta y su inconfundible voz, su negación al panfleto y las letras obvias.

Pasamos a la sección hard rock con “Color humano” (composición de Edelmiro Molinari), ruptura con los cánones comerciales, nueve minutos imposibles para la radio, extenso tema con solo de guitarra igualmente largo, reminiscencias blues, la improvisación como esencia. Más rock: un clásico del “Flaco” Spinetta, “Ana no duerme”.

Alcanzamos el vuelo más alto, la visión de lo venidero, el jazz rock, la experimentación, la música progresiva de la próxima década. “Que el viento borró tus manos” (de Emilio Del Guercio) y “A estos hombres tristes”, este último tan visionario que bien avanzado el nuevo siglo, Flying Lotus lo samplea en uno de sus arrebatos creativos.

Cerrando el círculo del álbum Almendra destaca con luz propia “Laura va”, el cierre perfecto, se encuentran lo acústico poético con lo experimental, una construcción que podría ser algo así como una propuesta de “balada sinfónica”. Arreglos de cuerdas y metales, toque tanguero con incorporación de bandoneón, la intencionalidad del álbum blanco de los Beatles pero grabado en Buenos Aires.

Spinetta diría más adelante “ …era un sábado a la noche… estrenaron ‘Strawberry Fields Forever’ y ‘Penny Lane’. Con Emilio estábamos pegados a la radio y casi nos da un ataque. Quedamos como paralizados mirándonos y no sabíamos si reír o llorar… de ahí salió todo…”.

Años 60: los cinco discos que marcaron la ruta

Años 60: los cinco discos indispensables hechos en Venezuela

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