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¿A quién le importan los más de 300 perros callejeros de Los Roques?

Hace años que en el parque nacional habitan manadas de perros callejeros: algunos los llevaron y luego los abandonaron. Se reprodujeron y allí están a su suerte en un ambiente hostil. A diario mueren entre 3 y 4 perros. Frente a este panorama, las voluntarias de "Huellitas en Los Roques" tratan de ayudar

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Cortesía de "Huellitas en Los Roques"
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Otra manada de perros caminaba al fondo de la playa, husmeando entre los arbustos del cayo. Era la tercera que veían en el día. A diferencia de las demás, esta era más grande: siete u ocho perros de varios tamaños. Uno de ellos, el más pequeño de todos, se acercó adonde estaba Mariangela con sus amigas.

El cachorro tenía un pelaje negro azabache que relucía con la luz del sol. Ellas lo acariciaron, pero él sólo buscaba sombra. Allí, bajo el toldo azul, abrió un hoyo y se metió dentro. Quería sentir el frío de la arena mojada.

—Miren, el perrito estaba cavando porque tenía calor.

Mariángela había perdido la cuenta de los perros que habían visto ese día. Extrañada, empezó a preguntarle al señor que les instaló el toldo.

—¿Por qué hay muchos perritos aquí?

—Abandonados. Hubo gente que los dejó y se reprodujeron con los demás.

—¿Y nadie se los lleva?

—No.

—¿Y qué comen?

—Lo que encuentran en la basura.

—Aquí hace calor y no hay agua. No pueden vivir mucho tiempo así.

—No.

—¿Y qué pasa con ellos?

—Mueren 3 o 4 al día, por insolación o por hambre.

*

Todos los días, el señor Ángel sale de su casa y recorre las calles del Gran Roque en busca de comida para los perros que cuida en su refugio. El Gran Roque, la mayor de las islas que conforman el archipiélago de Los Roques, el paraíso tropical venezolano que recibe a centenares de turistas al año. Los mismos que desechan la comida que el señor Ángel recoge para alimentar a las manadas de perros que, por el abandono y la reproducción sin control, han aumentado considerablemente desde hace por lo menos dos décadas.

El señor Ángel tiene casi 60 años y trabaja en la zona. Cerca del botadero de basura a cielo abierto de la isla –el lugar donde están instaladas las plantas de servicio del parque nacional– y con ayuda de algunos residentes hizo un refugio con tablas de madera y planchas de zinc, donde aloja y alimenta a 10 perros, todos de la calle. Diariamente, lo visitan las manadas silvestres que vienen de las montañas hacia el pueblo para alimentarse con lo que consiguen a su paso. Caminan sobre la arena, husmean entre la basura y comen todo lo que no tenga sal.

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Dos operadoras turísticas de la isla, que prefirieron el anonimato para este trabajo, lo ayudan con los cachorros. Ellas, ante la ausencia de turistas por la pandemia, encontraron una labor que, aunque no les genera ingresos, sí les llena el corazón. Con algunos voluntarios se encargan de conseguir hogares para las crías. Pilotos, marineros, policías locales y residentes se han hecho cargo. Otros son acogidos a través de redes sociales. En ese caso, planifican el transporte hacia tierra firme con los adoptantes.

Ese voluntariado tiene nombre y cuenta en Instagram desde hace un año: «Huellitas en Los Roques». Por allí se pueden adoptar. Pero eso difícilmente pasa con frecuencia.

El número de perros que habita en el Gran Roque -se desconoce la cantidad en el resto del parque- supera los 300, según un censo que realizaron en abril de 2020. La mayoría son perros nacidos y criados en la zona. Su reproducción en el parque nacional parece no estar controlada por las autoridades. Sin comida ni agua, muchos mueren de hambre o insolación.

Un ambiente hostil

El archipiélago de Los Roques está a más de 100 kilómetros del territorio continental. Su extensión no supera los 40 kilómetros y su población no alcanza los 3.500 habitantes. Aunque su principal acceso es aéreo, la suspensión de vuelos por la pandemia durante los últimos meses sometió a los habitantes a depender exclusivamente del mar. Un barco de la Armada Bolivariana se encarga de proveer los recursos básicos a los residentes cada semana. No ocurre lo mismo con los perros, sometidos a un ambiente hostil y dejados a su suerte. La isla es un entorno casi desértico .

Las condiciones geográficas impiden el desarrollo de un ecosistema con otras especies, por eso los perros contrastan mucho con la fauna autóctona del lugar: gaviotas, lagartijas, iguanas y una gran variedad de insectos y arácnidos. Claro, sin contar la taxonomía marina. El único mamífero terrestre que habita en el parque nacional, aparte de los caninos abandonados, es el murciélago pescador, que se alimenta de peces durante las noches.

Los perros se conforman con lo que consiguen.

La mayoría son de razas mezcladas. Hace 30 años se introdujeron algunos perros que, al cabo de unos meses, se reprodujeron junto a las manadas, y ahora hay sobrepoblación.
Los habitantes de la isla aseguran que Misión Nevado –el ente gubernamental creado en 2013 y dedicado al “rescate y protección de la fauna canina y felina en situación de calle”, según reza el decreto oficial N° 627 publicado en la Gaceta Oficial N° 40.324– no ha hecho operativos de esterilización desde hace 4 años, aunque visitó el archipiélago en 2019.

Otra de las voluntarias, quien vive en la isla desde hace una década, asegura que hace algunos años un grupo ambientalista local le exigió al Estado la creación de un refugio para los perros. Sin embargo, el resultado fue una construcción improvisada en la zona donde se desechan la basura, los escombros y se ubican la planta eléctrica y la planta de tratamiento y desalinizadora de agua.

Es, a ese espacio de la isla, adonde el señor Ángel asiste a diario, después de recorrer con su bicicleta las calles del pueblo.

Una reserva olvidada

“El refugio no está en buenas condiciones, parece una perrera, tienen a los perros encerrados. También hay hembras en celo y los machos se mezclan con ellas. No hay cachorros porque los rescatamos y los damos en adopción. El señor Ángel recibe colaboración de Misión Nevado: vacunas y comida. Se la dan, pero eso pasa dos veces al año”, manifiesta una de las voluntarias, quien, junto a otros compañeros, organizaron en el mes de octubre una jornada de esterilización a la que asistieron tres veterinarios desde Caracas.

La actividad había sido planeada desde julio, en plena cuarentena radical, pero, por los cambios de gestiones en la administración pública de la región, se postergó hasta finales de octubre, cuando por fin se hizo. “Otro problema fue encontrar a veterinarios que estuvieran dispuestos a venir una semana en barco y que faltaran a su trabajo. Los que vinieron nos ayudaron mucho, nos dieron mil contactos para poder comprar los materiales con las donaciones que nos habían hecho las personas”, cuenta la voluntaria.

El 24 de octubre de 2020, arribaron al archipiélago tres veterinarios independientes, después de un pesado viaje en barco desde La Guaira. El trío se encargó del proceso de esterilización de 50 perros y 25 gatos en una posada que no estaba operativa para los turistas, pero que la comunidad decidió ceder. La jornada duró alrededor de 9 días. Lejos de sus trabajos en Caracas, se dedicaron exclusivamente a los caninos tras una llamada que le hicieran las voluntarias de «Huellitas en Los Roques».

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El proceso para adoptar un cachorro tampoco es simple. Las encargadas cuentan que el adoptante debe responder una entrevista virtual, en la que se estudian sus cualidades y donde se compromete a proteger a la mascota y a enviar fotografías de su desarrollo y evolución en su nuevo hogar. El traslado es lo más complejo, pero algunos pilotos privados y funcionarios de la Armada Bolivariana apoyan con los viajes a tierra firme. En barco, desde la isla hasta La Guaira, son 10 horas de viaje, en avión 1.

Los perros no son el único problema. Los habitantes también advierten un aumento en la población de gatos, pero por espacio para atenderlos, los voluntarios no le han dedicado la atención que sí tienen los perros, aunque les ofrecen consultas y los trataron en la jornada de esterilización. Queda en las manos de otros residentes de la zona hacerse cargo de los felinos domésticos que, al igual que los perros, contrastan con el paisaje caribeño del archipiélago de Los Roques, una reserva de mascotas olvidadas.

*

Sin poder adoptar uno, pues no estaba en condiciones para hacerlo, ese fin de semana, Mariángela se despidió del Caribe con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos: a esa hora, en cualquier parte de ese archipiélago, posiblemente estaría muriendo otro perro, por hambre o insolación.

La imagen de aquel cachorro azabache no le haría olvidar ese viaje.

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