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Los siete consejos del señor Rasmuson

Hay palabras que nunca se olvidan y que siempre se tienen presente: las buenas, las que orientan, las que enseñan a ser mejor. Carolina Jaimes Branger evoca algunos momentos especiales

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Hay discursos que resultan inolvidables. Y buena parte de esos discursos inolvidables se han pronunciado en actos académicos. En particular, yo atesoro unos cuántos: el de la profesora María Consuelo Velasco Arévalo, el día de mi graduación de bachiller: claro, brillante, emotivo.

Se dirigió a cada una de nosotras en particular. La profesora Velasco fue nuestra maestra desde kínder hasta bachillerato, así que nos conocía en profundidad. Atesoro también el del Dr. Rodolfo Moleiro cuando me gradué de Ingeniero de Sistemas en la Universidad Metropolitana de Caracas. En su discurso, el Dr. Moleiro nos hizo reflexionar sobre los deberes que teníamos para con el país, y sobre la democracia y la libertad. Sus palabras, con el tiempo, cobran más vigencia, pues deberes, democracia y libertad son valores que cada día hacen más falta, y por lo mismo, se hacen más vigentes y necesarios.

Recuerdo también con especial emoción las palabras de Ted Koppel, periodista estrella de la cadena ABC de Estados Unidos, en «Class Day» en Harvard, el día antes de mi graduación de 1984, cuando disertó sobre el hombre, el tiempo y la trascendencia, sobre una visión personal, romántica y hasta melancólica, si se quiere. También atesoro los discursos de Lorenzo Mendoza en la graduación de la Unimet de 2007, y el más reciente es el de Francisco Pimentel Malaussena con ocasión de haber recibido el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV.

En estos momentos que vivimos, cuando en Venezuela hay 90% de pobreza crítica, un 7% vive más o menos bien y un 3% es groseramente rico, la mayoría con dinero mal habido, quiero compartir con ustedes las palabras que el señor John Rasmuson, director de secundaria del Colegio Internacional de Carabobo, pronunció a la promoción de bachilleres de 2005. Palabras que a mi modo de ver, resultaron las mejor expresadas, más concisas y emotivas de las que he escuchado en mucho tiempo, y que además me hicieron evocar los discursos que les acabo de mencionar y que han marcado tanta huella en mi vida. En la educación están todas las soluciones y sin la educación, todos los problemas.

El señor Rasmuson, como despedida, les regaló a sus alumnos siete consejos para tener éxito en la vida:

1) Tomen el camino difícil, no el fácil

La tendencia natural de las personas es tomar el camino más corto y menos azaroso. Hay millones de personas esperando hacer los trabajos que resultan fáciles. Y si todos escogiéramos resolver los problemas fáciles, jamás se resolverían los difíciles. Y los difíciles, por lo general, resultan ser los más importantes.

2) Den lo mejor de sí mismos en todo lo que hagan

El éxito está indefectiblemente ligado al amor que se tiene por la labor que se ejecuta. Amar lo que se hace es uno de los pasos previos al éxito. Es la manera de sentirse realizado con la escogencia que uno hizo al preferir una carrera sobre otra, un trabajo en lugar del otro, un grupo en vez de otro.

3) Mejoren cada una de las organizaciones de las que les toque formar parte

Uno debe sentirse parte de la organización a la que pertenece, independientemente de cuán grande o pequeña sea la responsabilidad que tenga dentro de ella. Es asumir, aprender y aprehender que nuestra conducta se traducirá en una cuota de los éxitos o los fracasos de la institución.

4) Confíen en su corazón, no solo en su cabeza

Después de haber razonado sus decisiones, pásenlas siempre por el tamiz del corazón. Que sea el corazón quien siempre tenga la última palabra. Pascal y Emerson siempre presentes: Pascal, «el corazón tiene razones que la razón no conoce». Emerson, «sigan sus intuiciones». Así, sus decisiones siempre serán acertadas.

5) Practiquen la moderación en todas las cosas, incluyendo la moderación

La moderación es la vía de conseguir el balance entre dos extremos. Muy pocos son los que pueden quejarse en la vida de haber actuado con moderación. Sin embargo, son muchos los que se arrepienten de haber actuado con exceso en ciertas y determinadas ocasiones. Pero hay que ser moderados aún con la misma moderación. Hay que permitirse ciertas indulgencias, dentro de ciertos límites.

6) Hagan de la diversión una prioridad

La meta de todos los seres humanos es ser felices. Y hay que permitirse la oportunidad de ser felices. Esa idea de que uno viene aquí a sufrir, aunque está generalizada, no es necesariamente cierta.

7) Ocasionalmente, atrévanse a tomar riesgos

Quien no se arriesga, ni gana ni pierde. Aquí decimos que “más vale pájaro en mano que cien volando”, pero lo cierto es que el mundo ha sido, es y será de quienes se atrevieron a irse detrás de los que se fueron volando. Y en la mayoría de los casos, el éxito viene de la mano de una pequeña (o grande) dosis de osadía.

Los consejos de vida del señor Rasmuson me recordaron lo cierto de las palabras de Derek Bok, ex presidente de la Universidad Harvard, cuando dijo que “la influencia de un buen maestro se extiende por toda la eternidad”.

Gracias una vez más, querido señor Rasmuson, tenga por seguro que su influencia se extenderá por la eternidad.

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